‘Deseo encontrar mujer para sexo casual. Sin rollos’. Así fue el anuncio que publiqué en aquella página de contactos. Entonces salí. Era viernes, algo así como las 9 pasadas. Solo la ví a la derecha de la entrada de un bar, cruzamos algunas palabras y tras beber algunos tragos de más salimos al frío de la noche en busca de un sitio más discreto. Ella vive cerca, con una prima. No hay nadie en su apartamento. La arrincono contra la pared mientras me dejo dar besos en el cuello. Más tardé en desabrocharme el cinturón que en estar erecto. Lo hacemos, creo que por unos 20 o 25 minutos. Cuando terminé le dí la espalda rápidamente para subirme el pantalón. Fue en ese momento justo que me despedí diciéndole “Fue genial. Me tengo que ir”…
Y no la volvió a ver, le dio un nombre y un número falsos y pegó el brinco para poner tierra de por medio. La historia, con alteraciones según el caso, es lo que más o menos se repite. Tras haberle dedicado dos actualizaciones sobre la soltería desde la perspectiva del soltero que quiere seguir solo y el comprometido inconforme que desea volver a la soltería, es necesario mirar un poco más de cerca los afanes de los solteros, puesto que abre más perspectivas para seguir discutiendo sobre las ventajas e inconvenientes de tal condición en esta época políticamente incorrecta.
Antes que nada, para adelantarme a los posibles comentarios socarrones debo contarles dos cosas: 1) Soy soltero. 2) No, no he tenido nunca un compromiso serio. Hechas las correspondientes revelaciones (que seguramente no sorprenden ni interesan) comencemos a describir el contenido ¿Por qué el sexo casual es bueno? “Porque es rico” dicen algunos. “¿No le da miedo a que lo roben o le peguen alguna maricada?”, preguntan otros. Se me atrofiarían los ocho dedos de las manos enumerándoles las disyuntivas que ya he oído miles de veces a favor o en contra ¿‘Vive la promiscuité’?
Al mejor estilo de un crimen, estos serían los principales descargos al respecto
–La víctima: A favor: Puede ser cualquiera. En contra: Si le gustó, uno a cien a que ni le supo el nombre. De cualquier modo, es muy seguro que si lo(a) vuelve a ver, siempre se puede volver la cabeza a un lado.
-El escenario: Para el sexo casual hay sitios comunes. Mientras más abierto sea (como la entrada a un edificio) más excita el nervio del exhibicionismo y al mirón de turno). En caso de tratarse del apartamento de alguien, los expertos aconsejan no dejar huellas.
-Los móviles: Porque sí. Usted me gusta y punto. Dudar tanto es casi como matar las ganas. O bien el famoso desvare: siempre hay alguna estación de servicio por ahí dispuesta a ofrecerle mantenimiento y alineación.
-El modus operandi: Si es por afán, temor o una impertinente llamada: maniculiteteo. Con confianza: sexo oral. Con maña: todos los juguetes. Con riesgo: sin protección, al modo del bareback gay (sobran las advertencias)
-La pista: ¿Todavía lo pregunta? La idea es NO DEJAR RASTRO. Un ‘Si te ví no me acuerdo’ en la frente y reciba (o envíe) mentalmente muchos &%@ing madrazos.
-La sospecha: ¿Realmente el sexo casual es un eufemismo por “buscar amor en los lugares equivocados con las personas equivocadas”?
La editora del Daily News de Nueva York, Dawn Eden, aparentemente se arrepintió de su díscola existencia y defensa a ultranza del sexo libre. Su historia parece un ejemplo de ser políticamente correctos con el sexo casual. Le puede pasar a usted.
Si tiene alguna historia personal que no desea ser compartida en este espacio escriba a juanchopara@gmail.com. Espere el final de esta fijación la próxima semana.
BOCADILLO: La ONG inglesa Marie Stopes International sacó este póster para prevenir a los británicos de los riesgos del sexo casual cuando anden de vacaciones en Latinoamérica. Calificada de pésima por el blogger mexicano Pincheblog, con razón el disgusto ¿México=enfermedad sexual?