Tenía que morir alguien para que le pararan bolas al tema. El popper, o ‘pegante de los ricos’ es muestra de preocupación para autoridades de salud en todo el país, supuestamente ajenas a las movidas de las rumbas de todo tipo y de todas las edades, puesto que no solo son los jóvenes (y mucho menos los pobres o cacos) quienes consumen estas sustancias.

Ahora es noticia la muerte de una señora por una mala toma de yagé, la moda alternativa para trabarse, lo cual esparce un tufillo estigmatizador sobre esta práctica indígena y colabora en su promoción irresponsable, iniciada por algunos neoyuppies amigos dizque de la ‘buena onda’. Y se vendrá la polémica por la inhalación de heroína, que en Cali, según especialistas, ya está causando estragos.

Más allá del estrato afectado por las muertes o la “novedad” con la que venden el asunto, lo cierto es que el consumo de cualquier cosa está más disparado que nunca. Y eso sí es preocupante, desde el punto de vista de cómo llegan las sustancias a las manos de los potenciales consumidores. Por un lado encontramos la satanización: mientras más prohibida nos la muestren suena más tentadora. Por lo común, la palabra ‘droga’ se acompaña de ‘maligna’, y todo lo que caiga en ese concepto es tachado de lo mismo, sin una adecuada información o contexto que permitan reflexionar acerca del modo de acercarme a la sustancia.

Muchas de estas consideraciones sobre la disminución del riesgo han sido objeto de los más encarnizados debates. Las políticas públicas enfocadas a atacar el problema parten del prejuicio de un consumidor carente de toda voluntad y necesitado de amor, cuando la verdadera dimensión del consumo está en lo que no se dice acerca de las sustancias, así como la total falta de perspectiva al analizar el conjunto de situaciones que llevan a alguien a probar una cosa u otra.

Por otra parte está la visión del consumidor de SPA (Sustancias Psicoactivas) como una persona inútil que no se encuentra en condiciones para decidir por su cuenta. C-Hell, una amiga consumidora,  expresa al respectoHay que desmitificar la visión del consumidor de SPA como una persona incapaz de decidir por sí misma y que por el contrario consume porque “la vida así lo ha querido”, es decir, que no escogió ser un consumidor, sino que por el contrario, se convirtió en un consumidor por factores externos y ajenos a su propia voluntad de elección. Debemos reconocer que el consumir o no es una DECISIÓN y que cada individuo tiene la autonomía, la capacidad y el poder para decidir, independientemente del contexto social en el que se desempeña. Y a pesar de que hay que reconocer que hay poblaciones más vulnerables que otras, esto no opaca el poder de decisión.”

Esto último me hace pensar en el camino del exceso, llamado por una canción de Bunbury, frente a la idea de identificarme con una sustancia y encontrar en ella todo lo que necesito. Y del mismo modo considerar si es un asunto de personalidad saberse manejar cuando aspiro popper o meto un bareto. No estamos hablando de una que otra cervecita cada ocho días, o de un cigarrito después del almuerzo ¿Qué piensan ustedes al respecto? ¿Es posible consumir controladamente?

P.D. Que se sollen el concierto de Iron Maiden. Si no pasa nada del otro mundo, pisarán esta tierra. No, no está escrito en la Biblia ni es el Apocalipsis.

BOCADILLO: A propósito del tema, les recomiendo esta canción del Cuarteto de Nos. Ya no sé que hacer conmigo.