Después del sexo, el noviazgo o los hijos viene el SÍ, ACEPTO. ¿Y eso es?… Vivir con alguien, o lo que crudamente algunos llaman ‘legitimar el polvo’.
Para la curiosidad de los que estamos actualizando las tradiciones, a partir del censo 2005 y un riguroso registro en las notarías se estableció que hoy en día hay menos personas casadas de las que había hace 12 años. El estudio reveló en su momento que casi la mitad de las parejas vive en unión libre (22,3 contra 23,8 por ciento de casados) Y desde luego, los divorcios están a la alza.
Recuerdo con mucha gracia la época en que los amantes furtivos que sacaban pieza cerca de mi casa eran blanco de crueles comentarios además de ofrecidos en rogativas por el descanso de sus almas pecadoras. Tal vez eso haya cambiado un poco, no obstante sí que pesa más que nunca la creencia de que vivir con alguien le da experiencia pa’ saber lo que es bueno, lo que se convierte en una motivación ingenua para armar las cajas y salir puerta afuera…desde luego, asegurándose que la mamita siga cocinando tan rico como siempre porque preciso eligió la joven menos aficionada a las artes culinarias y usted nunca movió un plato en la casa.
Si la aventura de compartir techo y lecho se reduce a un capricho, tengan por seguro que engrosarán las filas de los divorciados no legalizados.
Una primera consideración al respecto es que casarse por protocolo aún sigue siendo fashion: desfile, coctel, el chisme de barrio por el bonito vestido, la cara de satisfacción de sus papás porque la hija no se quedó solterona o el hijo por fin se va de la casa al sentar cabeza cabeza. No obstante, el asunto va más allá de rumba y champán. Viene la convivencia.
La segunda consideración es el valor de lo material: casado o arrejuntao siempre hay un interés por lo que es de cada quien. Si no logró un inmenso cariño al menos despertó un gran interés por ese televisorcito o el inefable horno microondas. Acá viene el epílogo del regreso pródigo, donde usted salió cargado de emociones para volver como la carga que era antes de emprender su viaje al desconocido mundo de la pareja.
Ya sé que dirán juemadre, si uno está con la persona que es la felicidad viene por añadidura. Pero señoras y señores, es ahí donde comienza la tercera consideración en la que deseo ahondar. Puede que tanto el matrimonio como la unión libre tengan el mismo estatus jurídico..de allí a afirmar que posea el mismo estatus social hay otro trecho. El qué dirán campea impunemente como en los viejos tiempos.
Aún así, para los que me leen ¿qué resulta más cómodo en último caso? ¿Casarse legalmente permanece como sinónimo de amarre y de estabilidad, a diferencia de las aguas turbulentas del arrejuntamiento? ¿Cómo les ha ido a arrejuntados y arrepentidos?
BOCADILLO: “Si realmente hay amor ¿por qué no se casan?” Frase típica en estos casos. ¿Y la garantía de devolución?