Diez años de canales privados y parece que la fórmula se agotó: o hacemos culebrones, infalibles por la poca inteligencia que requieren, o nos reinventamos entre nuestra chispa criolla o la narcorealidad cruda y doliente.
Pues en aras de crear una realidad que "nos identifique", "cuente nuestras penas del día a día" y de paso nos haga olvidar la otra realidad, surge un concepto televisivo que no sé si lo entiendo bien (porque no sería tan novedoso) pero sería algo así como reírnos de nuestas penas o que nos dé pena de lo que nos reímos.
Y para la muestra el triste ojal que trae Caracol con su reciente estreno. La Quiero a Morir es, dentro de este concepto, una novela donde uno se ríe del drama, ¡¡¡porque no hay ninguno!!!
Anunciada con pobre expectativa, solo sirvió para recordarme su fracaso anterior de La María, donde curiosamente el punto de partida era el mismo: mujeres engañadas por sus pérfidos maridos, que salen adelante bien sea para buscar un nuevo macho o sacrificarse por sus descarriados hijos.
El tema de la infidelidad es tan rico en matices que no entiendo porqué siempre vuelven al mismo punto de mostrarnos tan débiles, tan buenos o tan arrastrados, sin apelar al sentido común, a la dimensión humana de alguien cuya confianza fue traicionada y que no esperaría ni un minuto para desquitarse.
Ni hablemos de la producción. ¿Cómo es posible que al nivel en el que presentan El Cartel le sucedan semejante esperpento escénico? Si un canal produce novelas o series y desea mantener un nivel, me parece desacertada la idea de hacer producciones de bajo costo en horario prime. La pobreza visual y conceptual de la serie no se compadece en nada con su predecesora y seguro sobrevivirá estos primeros días básicamente por el arrastre, la tabla de salvación de los privados para mantener un producto en su sitio. Ni hablar de la saturación de actores en el canal, que parecen firmar contratos por docena para que no se queden varados y así repetirse en sus caracterizaciones.
Por demás sobra mencionar que la dupla Dago-Salamanca fue fatal para las intenciones creativas de cada uno por separado. Cada uno ha tratado de sostener sus producciones, pero los tristes resultados se inclinan hacia el segundo: si alguien se acuerda de Dora la Celadora o Pocholo pueden ir haciendo cola hacia el desfiladero.
No sé qué sucede con las telenovelas de este canal. Cuando las veía al menos tenían un poco más de mística y respaldo. Ahora, solo sirven para afirmar que están graves de ideas. En conclusión, al Caracol se le cayó la concha y los que creíamos en el talento nacional siempre podemos huir al cable.
BOCADILLO: "God is on tv" De ahora en adelante, todos los viernes publicaré un post dedicado a mis percepciones sobre televisión y medios en general. Si tienen ideas sobre las cuales podemos hablar me escriben a juanpillo@gmail.com, o me dejan sus respetuosos comentarios en este espacio. Y las denuncias habituales en este espacio seguirán. De esas no me olvido.