Sapear: acusar, delatar, echar al agua. El Cartel de Los Sapos. Cuando los sapos bailen flamenco. En fin, el deporte de moda en los IX Juegos Panamericanos de Medellín no será la natación o el ciclismo: Sapee y reciba cien mil pesos (cincuenta dólares) por pura y física paranoia. Requisito: estudiar.

¿Quién asesora al Presidente para anunciar tan orondo semejante medida? Una cosa es estimular a la ciudadanía a no quedarse callados frente a la comisión de un delito, a no encubrir a los delincuentes, pero otra muy distinta es premiar la desconfianza ‘porque sí’, y más en el contexto actual de la capital antioqueña, donde el incremento reciente de la criminalidad no se resuelve exponiendo la vida de jóvenes por un mísero ‘bono’ que por demás no paga ni una décima parte de los gastos educativos de un mes. O por defecto, los gastos hospitalarios gracias a una puñalada por andar de bocón.

¿Es desesperación por evitar una mala imagen durante la realización del magno certamen deportivo? Peor aún: las medidas de esa naturaleza solo evidencian improvisación y un cierto tufillo de frivolidad. A ver si un atleta brasileño se siente más seguro corriendo porque un estudiante de la Universidad de Antioquia vigila los alrededores del pueblito paisa o del Metrocable, mientras piensa en la rumba que se va a pagar el fin de semana. ¡Absurdo!

Niños sinvergüenzas, niñas histéricas, hermanos malcriados, prepárense porque el mejor desquite ante sus embarradas será acusarlos de paramilitares, farquistas y demás por simple despecho o rabonada.

Lo que me sorprende de la medida es que parece calcada de la Ley Sapo de Chávez, promulgada en mayo de 2008 pero que derogó meses después por la controversia que desató en el vecino país. Uribe, Uribe, Uribe, esa adicción al poder lo hace parecer más a un digno representante del Nuevo Socialismo.

Los padres de los muchachos y las muchachas ¿van a dormir seguros mientras sus hijos andan por ahí viendo a quien pillan mal parqueados?

¿Le pedirán a las universidades a que enseñen a sapear o impartan cátedra de chuzadas telefónicas a primíparos? Ya de pensarlo la medida resulta hasta un chiste.

La realidad no se puede desconocer: Medellín no puede caer de nuevo en los niveles de inseguridad que alcanzó hace más de 20 años. Pero no podemos incitar actitudes erróneas pasándolas como buenos ejercicios ciudadanos. Es un deber hacer denuncia de algo que está mal, sin esperar nada a cambio.

Con ese lujo de acciones un tercer período presidencial se avecina con un cambio fundamental: la bandera de Colombia cambia el rojo por el verde sapo.

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