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«No olvidemos que las telenovelas son, por definición, productos
didácticos, sensibilizan al televidente. ¿Azteca Novelas nos quiere
sensibilizar hacia el crimen? ¿Quiere que nos acostumbremos a la sangre?» (Álvaro Cueva, crítico de TV mexicana, sobre el estreno de la telenovela Vidas Robadas, una historia protagonizada por Christian Bach donde encarna a una mujer inescrupulosa y de bastante sangre fría)

«No vamos a repetir lo que hemos dicho mil veces sobre lo que para
nosotras es importante en la telenovela que es principalmente la
historia de amor. No discutiremos que El Capo es una producción bárbara
con actores de primera pero no es una historia de amor para nada. Como
por algún lado tenemos que acotar de que hablamos en la página porque
no podemos hablar de todo lo que se emite por eso hemos decidido
acotarlo en lo que vosotros llamáis la clásica historia de la tonta
pobre y el millonario, en cambio para nosotras son buenas historias de
amor y emociones. Pues vale.(…) El primer ingrediente que nos engancha y nos apasiona es que haya amor,
amor por un tubo y lo reivindicamos porque es el único género creo
nacido para eso para contar una historia de amor. Para historias
policiacas, sociales o de intriga pues tenemos otro tipo de series o
novelas seriadas o llamale X.» (Diana C. del blog Todo Telenovelas de España, muy visitado a nivel latinoamericano».

Estas miradas sobre el género en el siglo XXI nos abren las puertas sobre cómo leen los latinoamericanos las historias de hoy. Y la primera pregunta que me surge es ¿La telenovela puede permitirse ser un género híbrido? ¿Qué es lo esencial en ella, aún si introduce elementos ‘prestados’ de otras narraciones audiovisuales? ¿Una telenovela se actualiza mientras presente esta clase de elementos?

Para ir respondiendo estas cuestiones, simplemente me atrevo a confirmar lo que dice la bloguera española: una telenovela, tal como ha sido concebida, es un drama amoroso. Pretender hacer una historia que se desmarque de esta premisa es jugar a hacer limonada sin limón. Que se etiquete ‘de suspenso’, ‘de vanguardia’, ‘de humor’ es un aditamento para darle sustancia, pero el sabor único que le hemos conocido es ese. Eso explica el que los ‘culebrones’ aún con su niña pobre y galán rico de nombre compuesto subsistan en la actualidad: el amor es una esperanza y no pasa de moda jamás.

Desde luego los tiempos que corren no dan lugar a ciertos anacronismos tanto de tecnología como de pensamiento y costumbres. Las telenovelas se lo han tomado a pecho y así como se juraban amar hasta la muerte a través de cartas ahora un mensaje de texto lo dice todo T – @wo.

Bueno ¿y el que una telenovela hable de mafia, violencia intrafamiliar, feminismo, erecciones? Según como se tome siempre se filtran asideros a la realidad. Las villanas que hablan solas y pierden la cabeza quebrando todas las leyes humanas o desafiando la lógica a estas alturas se ven muy coherentes frente a la gran cantidad de actos humanos que vemos a diario en los noticieros. ¿Necesitamos que nuestra ficción parezca más una emisión de noticias del medio día? ¡Claro que no! Y por ello también comparto la idea de si un productor quiere hacer explícitamente suspenso, denuncia o humor a granel pues la televisión provee una cantidad de exquisitos formatos bastante probados para tal fin, y no presentar como telenovela un adefesio en donde se combinen sin sentido humor con crímen perdidos en una coral de personajes que pudieron desaparecer en el libreto.

Muchos de ustedes o de nosotros esperamos cada vez más desafíos televisivos y afortunadamente hemos sido recompensados con rarezas tipo Twin Peaks hasta delirantes enigmas como X Files, nos divertimos con Cartas de Amor y sufrimos con La Mujer del Presidente, pero con las telenovelas no podemos exigir más que cierto sentido común y dejarse envolver por esa magia que nos impulsa a seguirlas cada día.

Ahí viene mi última reflexión: no confundamos los géneros por su emisión. El que una producción se emita de lunes a viernes no la convierte automáticamente en telenovela. Por ello aunque nos digan que ‘Las Muñecas’ ‘Rosario’ o ‘El Capo’ sean series, su emisión diaria se ha prestado a entenderlas como telenovelas, falacia que por demás ha contribuido bastante a su estigmatización. Las mal llamadas narconovelas no son más novelas de lo que el Papa tiene de progresista. Aunque las series colombianas hayan dejado de emitirse semanalmente uno ya aprende a reconocerlas en sus temas, tratamientos, realización, por lo que desde ya me corrijo y hablaré de futuras producciones como El Cartel II tal cual son: series. Fin de la discusión.

Entonces ¿las telenovelas sí educan? ¿Son productos que deben llevar un mensaje? Pues las telenovelas han enseñado a hablar español en países distantes del nuestro, pero vaya si sabré que en países de Europa se ríen horrores de situaciones como la ‘pureza’ de la bella muchacha, o en Medio Oriente se escandalizan por el desparpajo de un escote o en la China se pregunten por la presencia de sacerdotes entrometidos.  Hay valores que trascienden las barreras culturales y eso hace universales las telenovelas, por lo que recorren el planeta de extremo a extremo así sean para transmitirse en el más maldito de los horarios, y no para que la gente aprenda algo de ellas, sino se divierta sin mayores pretensiones. No hay que gastarse mil millones de pesos anuales por una telenovela que pretenda enseñar a alguien a superar su gordura, mejorar su autoestima o rezarle a Dios.

Para los que me leen ¿la telenovela sobrevivirá mientras más realista sea? ¿O debe mantenerse en ese espíritu surrealista que la ha caracterizado?

juanchopara@gmail.com

PD Un eterno hasta luego a la SEÑORA Teresa Gutiérrez

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