Residencia. Chochal. Revolcadero.’Suit’. Pieza. Dos matas. Las historias que encierran estos lugares han creado  famas insensatas de ladillas o rótulos en el calendario como «conmemoración de días de la secretaria». No es tan simple romper con la sacrosanta alegría del hogar para pernoctar en uno de estos lugares por mera curiosidad, salir de la rutina -o mejor aún, hacerlos rutina- Los moteles ante todo son opciones extravagantes delatadas por insinuantes nombres «Noches calientes», «Hot Bed», «Jardín de Eros», a cual más cursi, pero sin negar lo que son: espacios convencionales para tener buen sexo.

No importan las circustancias por las que se acude, usted que me lee seguramente ha encontrado en un motel:

-La meliflua sonrisa de un vigilante, siempre atento a recordar rostros o placas de carro en momentos inoportunos.

-Esa indefinible mezcla de música entre Los Hispanos y alguna canción de rock.

-Los espejos. Partamos del hecho que las parejas no piensan en grandes espejos para observarse en la intimidad. Bastante se tiene al mirarse en ellos por la mañana durante no se cuantos años, así que estimular la perversión ‘voyeur’ le va mejor a estos lugares.

-El televisor al techo. Siempre que se encuentre medianamente excitado podrá tener acceso a un mando a distancia que le permitirá controlar el paso de History Channel al canal Venus…o ver un capítulo de CSI si algo sale mal.

-Las camas. Guárdese los escrúpulos, solo será una noche.

-Las duchas y baños: desde tubos rancios por donde se desliza un chorrito de agua a jacuzzis de dos, tres y cuatro personas. No olvidar el glorioso ‘Pétalos’, un minúsculo jabón con olor alcanforado que hace las delicias de amigos o familiares con agudo olfato.

Hay muchas otras razones por las cuales no se han acabado. El motel, esté donde esté, nos recuerda que una parte de nosotros en el siglo XXI prefiere clandestinidad al alcance de la mano. Aunque hoy en día están en decadencia, pues precisamente el descaro de hoy hace más excitante la labor si se elige la cama propia con la pareja estable, la cama de los padres o de la hermana adolescente. Pero ninguno de los sitios donde se hace el amor según la norma jamás tendrá el brillo único de una luz roja de neón.

¿Qué historias de motel recuerda? Tranquilo, acá nadie lo va a delatar. ¿Cree que estos negocios pasarán de moda? ¿Conoce alguno que tenga una característica particular?

juanchopara@gmail.com