Si tiene 15 años y estudia en algún colegio público de Cali seguramente habra oído algo del programa ‘Formación en educación sexual con énfasis en orientación sexual diversa y fortalecimiento de las instituciones educativas incluyentes’. ¿Largo el nombrecito, no?

En el mismo año donde Ricky Martin ‘revela’ su homosexualidad, algunos miembros de la iglesia católica defienden su derecho a amar a quien se les de la gana y las operaciones de cambio de sexo se incrementan dramáticamente, nada más desafortunado que reclamar  ‘respeto’ e invocar la Biblia con el fin de atacar cualquier expresión o iniciativa relacionada con lo LGBT, cuya exposición actual lo hace ver más un estilo de vida utilizado para armar uno que otro escándalo mediático.

Creo que la discusión planteada por el diario El País deja en evidencia que las buenas ideas requieren afinar mejor los detalles técnicos. A ver ¿cómo educar en la diferencia cuando vivimos en un país donde las inequidades son pan de cada día? ¿Realmente alguien de 14 años tiene la cabeza fría para entender cuándo está frente a una etiqueta social y cuándo a una opción de vida?

A lo que voy es que la tan mentada revolución sexual ahora es un diálogo de sordos. Preocupa que la lógica de ‘informar para decidir’ se emplee sin hacer previos cuestionamientos sobre las reales necesidades de los y las jóvenes en una etapa tan crítica como lo es el colegio. ¿Quién forma sobre principios como la honestidad, la coherencia, el autoconocimiento, la confianza? Si bien no se trata de crear una cortina de humo ni disfrazar la realidad apelando a códigos morales, el punto de partida debe originarse en la comprensión del contexto social en el que la juventud de hoy se mueve, en donde sentir es un reflejo más entre la posibilidad de acceder a una universidad o buscar cualquier trabajo ante la falta de oportunidades.

La sexualidad no es un tabú, pero tampoco es una bandera de guerra. Acá viene una discusión interesante que tiene que ver con el concepto de vida privada. ¿Los jóvenes de hoy desean gritar a los cuatro vientos que aman a personas de su mismo sexo? Ya no es un delito admitirlo, pero ¿a quién le importa? Nadie es mejor o peor por su estatura, su color de piel o su inclinación sexual. Si la gente se siente bien disfrutando de su intimidad sin lastimarse o lastimar a otros, ¿cambia en algo la forma en la que gira el mundo, tan podrido por malos sentimientos? Se que hay gente que dirá que experimentan liberación, pero recuerden que no son superhumanos, tambien tienen defectos y la opción sexual no es precisamente un bálsamo purificador.

Las figuras públicas no necesitan admitir nada si se desempeñan bien en lo que hacen y llenan las expectativas de sus seguidores. Estamos muy mal si votamos por mujeres porque somos-mujeres-y-es-solidaridad-de-género. El presente nos exige ir más allá de lo que vemos a diario: necesitamos ideas de verdad, no ídolos de barro.

Un paralelo similar, guardando las debidas proporciones, se produce en la cátedra sobre el aborto. ¿De verdad se trata de un manual contra la vida? ¿La gente aún cree eso?

Por el momento, esa platica de las cartillas y CD’s didácticos se perdió. O pueden servir para educar a los padres de los jóvenes y muchos funcionarios públicos. Si se cree en la formación utilizando el ejemplo, tal vez sea una alternativa comenzar por ahí, ‘enseñando’ a los de la vieja guardia, tan reacios a los cambios y el goce de las libertades. Lo necesitan más que los mismos hijos. De hecho propongo financiar otra cartilla, escrita por los mismos chicos y dirigida a los padres y madres, para que aprendan a saber cuándo más los necesitan.

Para los que me leen ¿cúal debe ser el criterio para hablar con los hijos de diversidad sexual y derechos sexuales y reproductivos? ¿Cómo formar en sexualidad sin caer en fórmulas pseudodidácticas?

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