1996. Es la novela Perfume de Agonía. Se transmite despúes de las diez de la noche. Dirigida por Kepa Amuchastegui, Alejandra Borrero y Marcela Agudelo se dan un beso en medio de una situación extrema. El resultado: una furiosa reclamación por parte de anunciantes y el repudio social, si bien la telenovela estaba en horario para adultos.

2011. Glee. Franja Prime de Fox. La serie más vista y popular de la nueva década en Estados Unidos. En un canal de evidente tendencia conservadora dos adolescentes, Kurt y Blaine, se besan sin aspavientos. El resultado: la histeria colectiva por presenciar uno de los momentos claves para el personaje, y el aplauso (hasta ahora) por buena parte de la sociedad que considera a Glee como una producción abanderada de la diversidad y el respeto a las diferencias. No cruza las fronteras de Skins de MTV, pero es indiscutiblemente otro de esos momentos televisivos para el recuerdo.

Cada quien sacará sus conclusiones respecto al impacto mediático que suscitan. El motivo de este post es más bien de forma que de fondo. Lo planteó el actor estadounidense Sean Hayes (el fastidioso Jack de Will&Grace), homosexual en la vida real, sobre la incapacidad de actores como él de representar roles heterosexuales en la pantalla. Comparto lo expresado por el columnista mexicano Omar Ramos  del diario Milenio: ¡es una discusión bizantina! No solo por el ejemplo mencionado de Glee, donde el actor que interpreta a Blaine, Darren Criss, realiza una actuación impecable, sin que interese si es gay o no (él es heterosexual) ¡Vamos! ¿En que mundo vive el señor Hayes? ¿Ahora deben tener en cuenta la orientación sexual para todo? Esas son las paradojas de la diversidad: ahora los estigmatizados pasan a estigmatizar.

Sé que muchos cuestionan el ‘profesionalismo’ de los actores y las actrices frente a escenas eróticas: que si se gustan, que se ven bien juntos… pero la realidad es que hay una preparación exigente que no muchos se atreven a reconocer. El mismo caso de Alejandra Borrero: ella es reservada con su vida personal y es totalmente respetable, lo que no le ha significado impedimento alguno para bordar diversos roles ofrecidos en la pantalla chica. Es asunto personal si en el fondo se siente cómoda o no con su pareja en pantalla, pero la decisión no siempre es de los actores sino de la producción y en ello radica el profesionalismo, en manejar las circunstancias para darle credibilidad a todo un universo con el cual el televidente pueda identificarse o involucrarse.

Lo curioso es que estas discusiones sobre el aporte de realismo a la ficción redunden en zafias consideraciones sobre la vida íntima de los artistas como si viviéramos aún en el siglo XX y destilen ese tufillo a revancha, pues la caracterización de los gays y lesbianas en pantalla ha sido recurrente en cuanto al estereotipo del afeminado o la marimacha. ¿Qué pretenderá el señor Hayes? ¿Que los actores y actrices gays o lesbianas solo actúen como tales? Bastante limitado de recursos lo veo.

Para los que me leen ¿qué tanto realismo le aporta a una historia la situación personal de los actores que la interpretan? ¿Lo consideran necesario? ¿Cree que estamos mejor preparados para ver este tipo de escenas en la televisión?

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