No sé ni por donde empezar tras el abrumador estreno de «Correo de Inocentes», el producto congelado de RCN (de los muchos que ya tiene en espera de la señal para emitirse) Si Margarita Rosa se «dobletea» a sus anchas en los canales privados ya no es lo prioritario: es la divertida comparación de su antes y después, pues evidentemente es fácil adivinar en cual producción se ve más vieja: ¡En ESTA!
Para dilucidar el mal que me produjo esta estreno, empecemos ¿Es una novela? ¿Es una serie? ¿Una mezcla de melodrama con denuncia social? ¿Un capítulo de Tiempo final escrito por Corin Tellado? Le abono al realizador Klych López su intención de crear un producto de vanguardia con efectos a lo MTV, pero seamos realistas ¿De verdad se comió el cuento de la ingenua contadora Pilar Carrasco, con su acentico caleño, dándoselo a un abogado y quedar embarazada en la primera cita? ¿Es en serio cuando el abogado, el otro «dobleteado» Salvador del Solar, le ve la cara de imbécil a su conquista y tras darse su despedida privada de soltero le confiesa que se va a casar, y tras un año resulta que la tiene clavada en el corazón? ¡Pues que esfuerzo hizo para persistir!
El principal tumor de esta realización de CMO no es el de la bebe de Margarita Rosa, es su planteamiento incongruente ante la necesidad de ser serie o novela. Si es una novela tal vez me pase entero la edad de Margarita Rosa y sus decisiones erráticas que seguramente la llevarán a ser una mula. Si es una serie sobre el tema de la trata de personas con el agravante de tráfico de estupefacientes, el drama social no tiene de donde cogerse pues no hay nadie que lo represente. No hay suspenso, ni tensión dramática. Hernán Méndez debería estar preso en la vida real porque en todos lados es el villano de turno: en cortos y largometrajes, el preferido de los canales para hacer de guerrillero, ladrón, asesino a sueldo, dealer, policía corrupto, un arrancado que ya se sabe los gestos de memoria. Si lo veo le huyo, eso sí. Tal vez me parece honesto el papel de arriero de Ricardo Leguizamón, pues cumple a cabalidad su cometido de identificar víctimas perfectas para llevar a cabo los terribles encargos.
Mientras decido qué clase de producto es, Correo de Inocentes es absurda. Podría ser un docudrama de alto presupuesto, que se pasa en un canal tipo Discovery y quitarle el audio a los actores para dejar que un narrador en off cuente lo que pasa, con la presencia de expertos que hablen del fenómeno. Lo otro que me entristece es que Margarita Rosa fue buena actriz hasta La Caponera. De ahí en adelante parece revivir los gestos de Gaviota o La Madre y en esta producción no se salva de ese fantasma. No se le queda atrás el fabuloso registro de Cristina Campuzano como la novia odiosa y con defectos, que con su hablado gomelo subraya la clase social como si fuera un jean de moda. Laura García, gran actriz de teatro, encarna a una fiscal con aspecto de funcionaria pública del Tercer Reich (habrá que darle un chance para ver si tiene una función relevante en la historia)…en fin, el retrato que busca ser amplio al mostrar a «cualquier persona» como presa fácil de este delito se soporta en una insípida arquitectura de telenovela, lo cual para mí la hace casi risible.
¿La peor escena? Tengo varias, desde reconocer al centro comercial Gran Estación como la sede ocasional del aeropuerto internacional de Bogotá (¿será porque al lado queda Avianca?) hasta la clásica y reiterativa escena de «No vayas a buscarlo, se va a casar» y el periódico con la foto que lo dice todo. ¡Lo he visto este año en tres telenovelas diferentes! ¿Que, no hay otro modo de enterarse de una boda? ¡Le faltó pasar por la iglesia!
Ver una producción grabada en alta definición no la hace excelente. La técnica no oculta los defectos. Correo de Inocentes nos tomó el pelo a todos los que esperamos una apuesta arriesgada. ¡Todo un desafío para nada, Margarita Rosa!
Nota: Este humilde servidor (desocupado por cierto) cumple 4 años como Blogger. Este post conmemora el aniversario. Gracias a todos y todas por leerme.
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