Este sábado entregan los premios India Catalina a lo «mejor»
de la televisión colombiana durante el año pasado. Y el domingo los Óscar a lo mejor del cine en EEUU. Ah, y los TV y Novelas en México. Coincidencia o no, desde luego las
afamadas estatuillas criollas no se comparan con los esbeltos caballeros
dorados de Hollywood… ¡menos con los risibles diseños de una revista de
farándula que premia lo menos peor de un solo canal!

 

Que nuestra idiosincrasia pretenda emular los reconocimientos de una
industria tan compleja y llena de matices como el cine gringo no resulta
estrepitoso. El Festival Internacional de Cine de Cartagena es uno de los más
antiguos del continente y quiere volver por sus fueros para convertirse en una
parada obligada de resonantes producciones. Por alguna razón le endilgaron la
tarea de reconocer a nuestra industria televisiva y es así que asistimos desde
1988 a una escueta ceremonia hecha para cumplir con la formalidad de no hacerle
el feo al talento de la pantalla chica en medio del glamour del celuloide.

 

¿Son premios para tomarse en serio? Ese es un debate inacabable, lo
único evidente es que no es articulador de los diversos roles que abarca la
televisión: jurados de diversa índole unidos por una fugaz convocatoria de
amigos han proferido controvertidos fallos que, en la era de los canales
privados, acentuaron más una descarada preferencia hacia el canal RCN, quien
por demás tiene los derechos de transmisión tanto de esta ceremonia como de la
franquicia colombiana de TV y Novelas.

 

En ese contexto donde un estímulo semejante carece de legitimidad surge
para el 2012 el homenaje a Héctor Ulloa, el carismático Don Chinche, el
protagonista de la comedia colombiana por excelencia. No se rindió al humor
fácil de Sábados Felices o a los excesos sexuales de la también recordada Vuelo
Secreto, era una historia blanca con personajes cotidianos de barriada sin
mayor mística que ser ellos mismos.

 

Dirigida por el maestro Pepe Sánchez (el mismo de la emblemática novela
Café) la serie duró once años al aire (menos más no se les ha ocurrido catalogarla por temporadas) y ahora goza de una admirable reposición por Señal Colombia
los domingos por la noche. De hecho no es casual la «Catalina» para
Ulloa: en el año 2000 los mismos organizadores reconocieron al programa como el
mejor del siglo pasado, producto de la casa RTI (ahora realizadora independiente)

 

Las estrafalarias corbatas, los automóviles a medio arreglar, los ricos
arribistas y los pobres luchones fueron el común denominador de cada capítulo
emitido. Grandes actores como Delfina Guido, Paula Peña y el
«Culebro» Casanova rodearon al divertido mecánico, que terminó su
historia por la pantalla chica gozando del premio mayor de una lotería.

 

Otras comedias siguieron la estela de su figuración: Romeo y Buseta, Los
Tuta, La Posada, en un curioso recicle de la fórmula que desnudaba las
tensiones entre las clases sociales y algún protagónico carismático, pero que no
le llegarían a los talones a la caracterización desenfadada de Ulloa. Tristemente no conoció muchos papeles al terminar su participación en la
serie y se dedicó a la política, aprovechando los réditos de su creación.

 

Pienso que el poder alcanzado por esta comedia, seguido muy de cerca por
el de Dejémonos de Vainas, ensombrecieron nuevas apuestas durante la década
siguiente, relegando el humor como un ingrediente a mezclar en medio del
convencionalismo del melodrama. La combinación funcionó a tal punto que es
nuestro sello de fábrica, pero en el camino sacrificó a nuestras comedias.

 

Acá tenemos muy presente al Chavo del Ocho. Pero, y con todo lo que
significó el Chinche en la historia de la televisión colombiana, nadie busca su
doble o hacen convenciones en su nombre  ¿Algún argentino o mexicano sabe
que existió Francisco Eladio Chemas Mahecha «Pachín Chemas»? Llegó
Germán es el Man. Ya se fue ¿y su huella será tan profunda? ¿A dónde se fue la
comedia colombiana?

 

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