¡Drástico pero necesario! Así como tituló recientemente el muy visitado blog de La Fiscalía, los recientes estrenos de los canales RCN y Caracol, a saber, Pobres Rico y ¿Dónde carajos está Umaña? colmaron la paciencia de una buena parte de la teleaudiencia nacional y, aunque pregonen su desempeño en ratings, lo cierto es que desde hace ya un tiempo se percibe un pacto de no agresión entre ambos emporios en el que sacan los mismos productos sin asomo alguno de creatividad (y de vergüenza): si uno tiene un reality musical, el otro también.
Cualquiera que sea la estrategia oculta, el conejo dentro del sombrero en este momento, es lo que menos importa. Lo crítico es el estado actual de las telenovelas colombianas. SI ya de por sí es inaudito el constante remake, para acabar de quemar el pan ahora se dedican a reciclar impunemente fórmulas que ya nos sabemos. Nada sorprende, todo es sobreactuado, exagerado hasta el límite de lo tolerable, «guiso» si se quiere. Si a la gente del exterior le parece que seguimos exportando maravillas no puede estar más lejana de la realidad. Nos E-S-T-A-N-C-A-M-O-S
Yo defiendo mis intereses como consumidor de tv. No me basta con cambiar el canal o leer un libro como muchos sugieren. Acá se hacia buena televisión, ¿qué nos pasó? Anuncian una nueva versión de Café, ¿Ah? ¿Por qué, si tenemos talento para innovar en los negocios más disímiles (o ilegales, hay que aceptarlo), en lo que de verdad nos permite mostrarnos al mundo nos obsesiona la idea de vender la peor imagen posible? ¿Esa es la idea de televisión que enfrentará al TLC? Sé que los presidentes de dichas compañías no leen blogs o ignoran los comentaristas (encima, hay pocos) pero piensen: ante el avance de la tecnología, de internet, tenemos más opciones para pasar de largo por su programación. Están perdiendo, así no exista un tercer o cuarto canal. No viviremos por siempre del recuerdo de Betty la Fea.
Dicho esto ¿qué encontramos en los recientes estrenos? Una mezcla de repetición, exageración y tedio. Vamos por Umaña. Los costeños que se hacen pasar por cachacos para eludir a la justicia. Idea ridícula por donde se le mire. Si me lo preguntan, La Costeña y el Cachaco, de la querida Mónica Agudelo, es la mejor aproximación al clásico duelo de regionalismos que suele caracterizarnos. Con esa referencia entenderán mi apreciación de Umaña. Lo único bueno: que un calvo sea protagonista (jajajaja)
En general, el primer capítulo estuvo muy correcto, al estilo Caracol, con los hijos gomelos insufribles, Ana María Kamper en su papel de eterna rola venida a menos y Marcela Carvajal con cara de que «trabajo por dinero, nada más». Un acierto importante es el puntillazo a la industria musical y la tramitomanía que conlleva un evento masivo, pero apenas es un destello en medio del absurdo comportamiento de Umaña. Lo curioso es que la línea argumental de la familia cuando huye es muy similar a la de la película «El Paseo» ¡Dago tenía que meter mano!
Del resto, bueno, los pueblos de la costa nunca van a cambiar: poca ropa, bochinche y gritería (eso es lo que vemos, claro está) Para Carlos Muñoz sería como recordar Caballo Viejo y Chepe Fortuna. Imagino que por la crisis laboral hay muuucho talento costeño haciendo fila en los canales porque esa seguidilla de producciones ambientadas en esa zona del país debe tener alguna explicación. Umaña llegó para quedarse. Demostró su superioridad (ínfima, pero superior al fin y al cabo) y deleitará a aquellos que no haya notado las similitudes con cualquier novela caracolera.
¿Y de Pobres Rico? Pues RCN le quiso ver la cara a sus seguidores al plantearles una versión de Los Reyes al revés. Juan Pablo Raba hace lo que puede pero definitivamente sus papeles en Venezuela son infinitamente mejores. Paola Rey es nuestra Thalia barriobajera: desde La Babysister hace el papel de mujer luchona, mandona, con ese acento extraño, bien criollita a la que le dieron tres vueltas que le cerraron el corazón. Los ricos son muy plasta y los pobres apegados al Divino NIño. Alejandra Azcárate as herself, y por partida doble una hora después. Antonio Sanint es el villano de turno, divertido pero forzado.
¿Pepe Sánchez dirige esto? No se esforzó ni un ápice, pero no por su conocimiento de las costumbres cachacas, sino por calcar el modelo de Los Reyes para esta odiosa caricatura de la lucha de clases.
Un dato más: la infaltable Lorena McAllister ¡aparece en ambas novelas haciendo el mismo papel! Es nuestra Pepita Urrutia de las damas de highclass. Hasta en eso se ahorraron plata los canales.
Ya no pensamos en piezas únicas sino en bodrios que se pueden rehacer una y otra y otra vez. He aquí lo que tenemos. ¿Eso es lo que queremos seguir viendo?
@juanchoparada