¿Cómo estuvo la movida del cine independiente en Argentina? Una colaboración especial desde el Buenos Aires Festival de Cine Independiente que finalizó ayer domingo 13 de abril. ¿Las ganadoras?. En selección oficial internacional «Fifi Howls from Happiness», de Mitra Farahani (Estados Unidos/Francia)
y “El escarabajo de oro» de Alejo Moguillansky y Fia-Stina Sandlund (Argentina/Suecia/Dinamarca) en selección oficial argentina.
Nuevamente gracias a Felipe Vicente por este grandioso aporte para los lectores de Distractor. Acá los dejo con sus apreciaciones sobre el festival, sus favoritas y unas lecciones para los que se animan a ir contra el sistema ¿Es viable el cine independiente?
Una escena en la que un músico canta y expone de forma visceral frente a una multitud fanatizada las más íntimas creaciones de su vida artística, una entrevista en ropa interior, un bebe pasado por agua gracias a un aspersor, los responsables del cómic Walkig Dead en enfervorizados debates, paisajes difíciles de olvidar.
Todas estas son algunas de las tantas imágenes que quedaron impresas en las retinas de aquellos curiosos y experimentados que asistieron al Festival internacional de cine independiente de la ciudad de Bs.As, Argentina, y que se animaron a desafiar la homogeneidad temática y conceptual de la cartelera comercial para cambiarla por un cine distinto.
A lo largo de sus jóvenes (si lo comparamos con el festival marplatense) 16 años, el BAFICI ha ido sumando adeptos, ya sea desde una disciplina artística, la prensa, estudiantes del séptimo arte, los definidos como cinéfilos o simplemente quienes para salir de la rutina diaria acuden a espectáculos distintos para colmar su satisfacción o gustos personales. El caso es que todos ellos compartieron un hecho en común que escapa a la escueta práctica de sentarse en una butaca y mirar hacia la pantalla grande. Vivieron en carne propia y como testigos el significado de desafiar a un cine industrial, el cual sus costos son inversamente proporcionales al contenido que ofrecen. Cuestión de forma, dirían algunos filósofos.
Atención: no es que las producciones del BAFICI sean baratas, en la actualidad hacer un filme no sale menos de 50.000 dólares. Es como unas de las primeras máximas que cualquier profesor de academia cinematográfica le dice a su alumno, “para hacer cine se necesita dinero”.
La diferencia radica en cómo son aprovechadas esas inversiones audiovisuales, es decir, en saber contar una historia, y en caso del festival internacional de cine independiente, elaborar relatos que tengan de común denominador la apelación al público y su conexión atraves de temas que inviten a cambiar el punto de vista con el que las personas observan el mundo, al mejor estilo Robin Williams en “La sociedad de los poetas muertos”. La propuesta surge como respuesta a la búsqueda que las nuevas generaciones de cineastas han realizado para lograr que el espectador se identifique con los problemas circunscriptos a sus propios contextos culturales.
Pero basta de previa, ahora sí, es tiempo de hacer un repaso por las películas que han sobresalido en la decimosexta edición del BAFICI, más allá de las victorias y derrotas. Aquí el vencedor fue el cine, por sobre cualquiera de los galardones entregados.
20.000 días en la tierra (Competencia internacional)
El primer logro de la obra orquestada por Iain Forsyth y Jane Pollard es la simbiosis entre ficción y documental construida para retratar un día en la vida de Nick Cave, un músico poco común, protagonista exclusivo de un trabajo cinematográfico que sostiene su figura en cada una de las escenas mediante la búsqueda implacable y constante de la cámara.
¿Cómo se podría sintetizar el paso de una persona por la tierra? Tal vez una secuencia de montaje con rápidas imágenes en cadena sería una forma correcta. Pero los autores tomaron otro camino, en el que persuaden al espectador inquieto a partir de un comienzo con varios televisores que van pasando imágenes de la vida del artista, sucediéndose al ritmo de un contador numérico omnipotente, testigo e informador de los días, horas, minutos y segundos vividos por el personaje.
Desde el plano documental la película exhibe el costado artístico y pasional que Cave experimenta junto a su banda musical, aunque también se puede descubrir la mano de los directores cuando escavan hacia las profundidades de los pensamientos más añejados del protagonista, quien de manera casi revisionista repasa su pasado y conversa con una especie de psicólogo disfrazado de entrevistador. Una escena en la aparecen, una vez más, los televisores, que a esta altura ya se podría interpretar al relato como un reality show, algo de eso hay.
Los mejores momentos de lo ficcional están elaborados, por ejemplo, en las escenas que el artista toca el piano y canta sus letras. Es atraves de las canciones que se genera un microclima dentro de la narrativa, que envuelven a esos instantes de sensaciones que van más allá de lo documental, porque la vida de Nick Cave está registrada como si fuese una película, y de hecho lo es.
El final es una macro puesta en escena en la que intervienen todas las emociones y elementos que fueron descubiertos y generados a lo largo del relato, coronado con una reflexión en off expresada por el protagonista acerca del poder de sus letras para generar ideas propias e interpretar ajenas.
Tres D (Competencia Argentina)
Rosendo Ruiz realiza una de esas películas denominadas “cine dentro de cine”. Su argumento lo dice todo: un joven de Córdoba capital asiste para trabajar como prensa a un pequeño festival cinematográfico llevado a cabo en Cosquín, pueblo de la misma capital. Allí se encontrará con una amiga que será su acompañante en una serie de entrevistas que realizarán a tres de directores argentinos: José Celestino Campusano, Nicolás Prividera y Gustavo Fontán.
En el film las discusiones, entrevistas y charlas sobre el cine se producen en campos como radios, restaurantes y debates de post proyecciones. A su vez, no sólo son los protagonistas quienes conversan sobre el tema, sino que también participa de la escena dialéctica el trío de cineastas mencionados para constituir una historia a la que el humilde festival le termina quedando chico, ya que el mismo es usado como una excusa perfecta para un director ansioso por ofrecerle al espectador las distintas lecturas abordadas sobre los objetivos y modos de producción hacia los que apunta el nuevo cine nacional.
La ruta transitada por una película que hasta ambiciona con un nuevo término, “el cine de género festivalero”, se bifurca en dos caminos construidos paralelamente, por un lado, lo relacionado con el registro documental y hasta reflexivo sobre el séptimo arte, y por el otro, se posa sobre la amena y tímida relación que tienen Matías, el joven viajante, y Mica, su acompañante. El final busca despojarse de esa timidez y que sorprende por su creativa sencillez.
The Image revolution (Panorama)
“La industria del comic no tuvo revolución” augura el comienzo del documental que cuenta la historia sobre cómo el grupo de dibujantes, que con sus manos cautivó a millones de fans de El hombre araña, Los X men y La liga de la justicia, se animó a romperle el contrato en la cara a Marvel y DC para crear su propia empresa dedicada al arte de las viñetas.
Image Comics fue a partir de 1991 el pelo en la sopa del dúo monopólico del comic, no solamente porque fue integrada por los siete hombres a quienes las super industrias de superhéroes le deben su omnipresencia, sino también por la tendencia generada en el plano creativo.
La juventud marcada por las creaciones, como la de Spawn, y el talento adquirido por sus experiencias anteriores hizo real lo que sostiene la frase al comienzo del relato. De la mano de Robert Kirkman el conjunto goza desde hace un par de años del fenómeno de los muertos vivientes habitantes del cómic. Pero, tal como pasó cuando el mítico héroe que le vende su alma al diablo tomó forma en el cine, los creadores nuevamente mutaron de meros dibujantes a talentosos productores al trasladar a los “walkers” hacia la pantalla chica.
El orquestador del material, Patrick Meaney, supo amoldar la historia al juego del sonido, las imágenes y la música, interconectados permanentemente a fin de ambientizar los momentos más trascendentales de un documental con múltiples puntos de fuga que invitan a saber más sobre la batalla de una industria cultural de la que tan poco se habla cotidianamente y tanto se consume día a día.
Escape from tomorrow (Panorama)
Randy Moore pone de cabeza Disney World para reinterpretarlo desde el tono surrealista y con una trama que incluye un padre de familia totalmente desencajado y perdido en un universo al cual desconoce desde los primeros minutos transcurridos.
Acompañado de su esposa e hijos, el hombre comenzará a trasladarse entre su imaginación y el mundo real, que poco a poco se irá perdiendo para sucumbir ante un parque de diversiones que consumirá la mente del personaje.
Sin embargo, para encontrar el primer acierto del director no hay que irse muy lejos, ya que al exhibir a Disney en blanco y negro durante todo el filme despoja a éste de toda clasificación edulcorante y placidez. La victoria de Moore se encuentra, por sobre todas las cosas, en inmolar los monumentos a dicha atracción de forma irónica y provocadora.
Felipe Vicente, desde Buenos Aires
@felvicente
@juanchoparada desde Bogotá
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