Si algo cambia en el amor es el orden de las letras. No obstante ¿hasta dónde podemos crear nuevos acuerdos? ¿Cómo y en qué momento de una relación de pareja podemos introducir pactos que sugieran un nuevo aire o rompan la clásica monotonía?
Me ha llamado la atención la premisa de la teleserie chilena recientemente estrenada Chipe Libre, de Canal 13, en una increíble bonanza de historias «originales» que compiten en pantalla en el mismo horario (cuatro en total próximamente) No es novedosa, por supuesto (ya vimos una trama parecida en la película Hall Pass de 2011 de los hermanos Farrelly) en la cual surge la insólita propuesta ¿Y si nos damos una breve temporada para estar solos, sin nuestros cónyuges?
A algunos (como yo) pueden acusarnos de anticuados o retrógrados en nuestra manera de entender lo que significa una relación estable. No obstante, estos planteamientos del cine y la televisión siembran cizaña para las mentes conservadoras y son almíbar para los más vanguardistas. Sin embargo, dado que estamos en el mes del amor y la amistad, fecha conmemorada cual religión, ¿qué tanto podemos aceptar esos cambios de chip?
Por eso hoy les traigo algunas visiones de las relaciones modernas, en algunos casos mediadas por la tecnología, para definir esa línea en la cual nuestras creencias pueden reafirmarse u ocupar un lugar en el cesto de la basura.
1. Una relación de pareja no necesita de la convivencia ¡Cada quien en su espacio!
Esta se la he oído a muchas personas que viven cómodamente en casas de sus padres o en algún apartamento resultado de una herencia familiar. Desde luego, y remarco esta salvedad, hay personas a quienes les parece funcionar esa idea de «nos amamos más si tú en tu casa y yo en la mía». No obstante ¿qué es espacio? ¿Acaso tener pareja implica crear una personalidad exclusiva y mantener otra en un mundo creado a nuestra medida? ¡Entonces para qué tener pareja! Obviamente es una solución para personas solventes, pero en el mundo de lo real y si la suerte lo acompañó para dar con personas responsables, suena mejor pagar los gastos de una casa que las de dos ¿Qué opinan ustedes?
2. El celular puede ser un objeto mutuo
En el mundo perfecto y civilizado que muchos intentan vender (pero que en la práctica es pura bosta) este aparatito es germen de raras costumbres y sinsabores de todos los gustos. En estos días leía reviews de apps para hablar exclusivamente con la pareja: Twyxt y 2gether que quizá pueden redimir la obsesión por saber qué tan importante es uno en la lista de contactos telefónicos y chats instantáneos. De cierto modo la leyenda empezó con los ringtones personalizados (muchas veces con la canción de amor que uno haya dedicado) pero ojo: los celulares son y siguen siendo multitono. ¿Se preocuparía si al timbrarle al celular de su pareja suena el tono de marca de su operador? Viendo la publicidad de Twyxt me asalta una duda adicional ¿ser increíble es tener un app para hablar exclusivamente con la pareja?
3. Las relaciones a distancia no son perversas
Similar al punto 1, con la diferencia de estar en otras ciudades o países, los defensores de esta tesis sostienen que la tecnología conspira a favor de estas relaciones: desde el messenger y el Skype, las videollamadas llegaron para reemplazar el calor humano por el de la batería del móvil o la energía de la pantalla del computador. Y del mismo modo existen aplicaciones para sobrellevarlas, como lo indica esta nota del diario El País.
4. Ahora las mujeres también buscan sexo fuera de la relación (y más que los hombres)
No me interesa promover planteamientos sexistas, solo refiero encuestas que hacen portales de citas para personas casadas que ansían vivir una «aventura». Me refiero al de Victoria Milan, quién hizo esta afirmación a partir de una encuesta realizada a 7.000 de sus usuarios en donde el 54% de las mujeres consultadas expresó que sienten que sí satisfacen sexualmente a sus parejas, pero no son correspondidas en el mismo nivel, lo que las conmina a buscar ese placer fuera de su nidito de amor. Lo mismo: cada quien sabe hasta dónde quiere llegar o experimentar en su sexualidad, el pero del asunto es ¿a escondidas? Un tema nada fácil de resolver, a no ser que se utilice la franca comunicación para establecer desde un principio algo del estilo: «bueno, yo te quiero mucho pero a veces uno se aburre, así que a veces me pegaré unas escapaditas, pero te prometo que no será nada serio. Tú puedes hacer lo mismo» (es una ironía, claro) ¿Se puede plantear desde las primeras citas que el amor es único pero el sexo es para todos?
5. Mis exparejas y yo somos amigos, y pueden ser tus amigos también
Para cerrar, una elegante premisa que ha dado juego a toda clase de discusiones ¿Se puede ser amigo de un ex? Es posible ¿Debo contarle a una nueva pareja que mi ex sigue estando pendiente de mí? ¿Hasta dónde debo contarle de mis relaciones pasadas? ¿Cómo puedo estar seguro de que mi ex no tiene segundas intenciones con su desinteresada preocupación? ¿Pueden coexistir en mi cumpleaños mi pareja y mi ex? No tengo una respuesta clara a estas preguntas sin despertar polémica. Mi punto esencial es que, independientemente que la relación haya acabado o no mejor que el tratado de paz en Oriente Medio, no es sinónimo de tenerla metida en mi vida hasta la saciedad ¿Entonces para qué uno termina? Esto requiere un trabajo de fina diplomacia, pero la mejor solución es que una nueva pareja también esté de buenas con sus anteriores relaciones, para que todo fluya en armonía (y de paso ponga a prueba mi posición)
Los que celebran estas fechas espero que piensen en estos temas si van a empezar un compromiso serio o ya llevan años en uno. Si desean compartir su experiencia lo pueden hacer a través de Twitter a @juanchoparada o @radiodistractor Leeré mensajes al aire en la próxima emisión del programa (septiembre 23) 6:00 p.m.
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