En algún momento de la vida nuestros padres nos dejaron al cuidado de un televisor. Allí, enorme, quieto, el aparato quedaba encendido, dispuesto a prodigarnos imágenes, canciones, bullicio, colores, animaciones. Con o sin cable alguna cosa aparecía para marear las ganas de joder: desde una lacrimógena telenovela mexicana a sensuales animadoras que gritaban a voz en cuello «vivan los bajitos», escoltadas por una fauna de peluche o payasos medianamente atemorizantes. Eso sin mencionar toda la corte de héroes japoneses, emitidos sin discriminación alguna. Luego vino esa famosa leyenda de «vea este programa en compañía de sus padres o adultos responsables» (la buena fe de quién la propuso roza la estupidez) por el temor a exponernos a un trauma causado por malas escenas de cama antecedidas de 20, 30 o 40 minutos del desfile de crímenes, robos y escándalos frecuentes de los noticieros. En esa medida la primera pregunta es ¿ha importado la infancia en la televisión colombiana?

Como público sería difícil determinarlo. Ahí no ha existido un mercado, estrictamente hablando. Antes era el discurso de «pelotas, payasos y premios», ahora se habla de edu-entretenimiento. En los reconocimientos no interesa a quién van dirigidas las realizaciones, da igual si es juvenil o infantil, lo importante es que sea «incluyente» (como los niños y jóvenes son marginados, claro) Todas estas reflexiones surgieron al hablar en Radio Distractor de la existencia de una televisión para la infancia en nuestro país.

Acudí a la excelente producción de Señal Colombia, Todo lo que vimos, para buscar en 60 años de la televisión nacional una huella dejada por nuestros creativos en el tema y la referencia indiscutible es Pacheco y Animalandia, como lo señala la cápsula dedicada al programa.

A partir de un sondeo hecho en Twitter y en la página de Facebook de Influenciadores Colombia, donde no pocos señalaron desde el Chavo del Ocho hasta Topogigio (no son colombianos),  pude rastrear que los programas nacionales más recordados se vieron entre las décadas de los 80 y los 90. En orden ascendente los más votados fueron

6. Club 10 – Canal Caracol (hoy no es ni la sombra de lo que fue)

5. Pequeños Gigantes – Caracol Tv

4. Oki Doki – RCN TV

3. Imagínate – PUNCH TV

2. Los Dumis – Grabar estudios.

1. Brújula Mágica – Audiovisuales

¿Qué decir de cada uno? ¿Cuál fue su acierto? Solo fíjense en la manera como Toni Navia, directora de Oki Doki, recuerda el programa en las cápsulas de Todo lo que vimos

Y, sin duda alguna, el mejor de todos es Brújula Mágica, la creación de Andrés Huertas y Rafael Chaparro (filósofos, qué coincidencia), de origen público. Así lo recordó el ahora extinto programa En Órbita. Irreverencia, sentido del humor y una sutil crítica social que sigue vigente aún a 21 años de haberse emitido por primera vez. Yo extraño los angelitos empantanados.

Dicen que la televisión se adapta a los nuevos tiempos, pero ¿y a las personas? ¿Acaso por poseer teléfonos inteligentes o hacer pagos en línea ya no queremos reírnos, mamar gallo o hacer pucheros? Si ya es complejo reencontrarse con la emoción de los adultos ¿qué decir de los niños y niñas de hoy? Tras dejar a un costado los balbuceos de los Teletubbies Peppa Pig es el «enemigo a vencer» (¿una cerda hablando de buenos modales?) Ella hace parte de la avanzada de propuestas televisivas extranjeras con una apabullante estrategia de marketing pero que al verla (desde mi perspectiva adulta) provoca darle un bofetón de lo extremadamente aséptica. ¿De eso se trata de ponerse en el lugar de los niños?

Para inicios del nuevo milenio nos ufanábamos de nuestras telenovelas costumbristas refriteadas hasta la saciedad ¿ Y la infancia? Bien, también las consumieron. Bettys y Pirulinos de medio metro cuestionaban la eficacia de Gokú y sus eternas bolas del dragón (Ah bueno, Los Simpsons NO es un programa infantil, por más que Caracol lo programó en todos los horarios posibles)

Eso creo que cambió un poco con el interés de algunas entidades privadas a la que se sumó el Estado para conformar el Compromiso Nacional por una Televisión de Calidad para la Infancia.  Esta alianza operó entre el 2005 y el 2010 con la intención de «trabajar en torno a la televisión, la infancia y su desarrollo. A partir de su implementación se derivan procesos de producción local en Colombia». En el marco de ese compromiso (en el cual participaron los canales privados) se trabajaron unos atributos deseables para considerar un programa infantil de calidad: Que reconozca su audiencia, involucre procesos de investigación, sea atractivo, estimule la fantasía y el juego, genere identificación, reconocimiento cultural, entre otros ¿Se cumplen estos criterios a la luz de lo que he llamado la «era Señal Colombia»? Ante la desidia de los canales privados por las propuestas de televisión infantil, el camino a seguir era el fortalecimiento de la capacidad estatal para estiimular la creación de contenidos en el marco de lo que se llama edu-entretenimiento. Casualmente todo el «boom» de la televisión infantil (y juvenil) pública se ha dado en el gobierno de Juan Manuel Santos, como lo destaca este clip de Todo lo que Vimos

Al preguntar por estos programas escasamente me mencionan La Lleva o El Show de Perico (y hablo de papás jóvenes)

Independientemente de cómo se llegó a este momento de la televisión pública infantil, el alumno de mostrar es el reciente ganador de los premios India Catalina en la categoría Mejor programa Infantil o Juvenil (y este programa se considera más juvenil-adulto) Les hablo de Mr. Trance, de la productora El Recreo. Hablé con Valerio Veneras, caricaturista español y creador del programa y su productora, Lilí Cabrera, en donde queda clara la apuesta por un contenido transmedial, un trazo pop al mejor estilo de La Pantera Rosa y un humor reconocible para los más jóvenes. Véanlo por ustedes mismos. Hoy jueves repetimos la entrevista en la retransmisión de Radio Distractor en Stereo Joint Radio a las 6:00 p.m.

Tras hacer este recorrido solo me queda por cerrar con la excelente reflexión «¿Por qué la televisión pública no triunfa en Colombia?» del profesor de la EAFIT de Medellín, Omar Mauricio Velásquez, publicada recientemente en el portal Las 2 Orillas. «También es necesario advertir del riesgo de perpetuar la idea de cómo lo “publico” es bueno per se, cuando ni siquiera es consumido. Sin consumo no existe la apropiación, y sin la apropiación de un contenido es imposible generar la tan cacareada transformación social por la que supuestamente propende la televisión pública […] La condena de la televisión pública, si existe alguna, es que se dedica más a la defensa de su discurso, que a su propia función lúdica», dice Velásquez. Y a continuación resalta «Mucho se ha hablado de cómo estas señales, se capitalizan a partir de la construcción social y cultural acorde a las dinámicas que genera nuestra sociedad.Reitero yo, ¿no es obvio que para la apropiación de dichos valores, esta televisión debe ser usada?»

En síntesis, saber contar una historia es la lección que deben aprender todos los esfuerzos por hacer televisión de calidad, a lo que agregaría saberla promover. En diez años ¿qué programas infantiles recordaremos? No más esfuerzos de dos o tres temporadas emitidas aisladamente casi con prepotencia. Creamos en nuestra capacidad de consolidar un fenómeno social y cultural que los niños de ahora conserven en su memoria en el futuro.

P.D. Ya viene la próxima Acción Digital, enmarcada en la próxima Feria Internacional del Libro de Bogotá. Espero les guste y se animen a participar. La anunciaré la próxima semana.

@juanchoparada

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