Ahora no es que enciendan antorchas y afilen machetes. Al parecer, este es el programa que debe despedirse de las pantallas colombianas.
No se trata de una encuesta del DANE o un maravilloso y locuaz sondeo de radio o televisión. Simplemente pregunté cuál de los programas de la lista que verán a continuación, cuyo común denominador es durar en pantalla por tres años o más, ya no quieren ver más al aire el próximo año.
Para un total de 823 votos este es el resultado del sondeo que estuvo publicado en el anterior post y en diversas redes sociales desde el miércoles 2 de diciembre hasta el miércoles 9 de diciembre.
Aunque fue una votación cerrada, la tradicional emisión de casi un minuto con más de 60 años al aire ya es indiferente al público convencional. Su historia, digna de resaltar en los inicios de la televisión colombiana, fue sencillamente una manera de evangelizar y llevar un mensaje espiritual (o invitar a banquetes y promover donaciones a sus causas) a este país del Sagrado Corazón. No obstante ¿cuál es su actualidad? ¿Cómo percibe hoy el televidente esta cápsula diaria en una era en que hasta la Biblia se consulta en el celular? Es algo que desearía saber y para eso pueden dejar sus comentarios al final de este post.
Lo interesante de este sondeo es que confirma otras realidades y contradicciones de nuestra forma de consumir televisión. La más obvia: los programas más detestados se mantienen al aire casi que por ósmosis. Y al paredón (los noticieros son otra historia) desfilan los «morning shows» y los programas de chismes.
Que si Jota Mario, Laura Acuña o Mónica Rodríguez, que si la lectura de cartas, payasadas de viernes y autopromoción de sus respectivos canales. La fórmula no descubre el hilo negro: son tres o cuatro horas de una sucesión de secciones inconexas que se sostienen por el aguante de sus presentadores. Y si no existieran ¿con qué sería ideal llenar las mañanas de amas de casa, estudiantes conchudos e inaguantables jornadas en salas de espera de todo el país? ¿Con la repetición infinita de novelas y/o unitarios que no resisten el paso del tiempo? El «segmento de mercado» al que se dirigen los programas mañaneros y su cuestionable utilidad hacen parte del misterio que los sostiene ante nuestros ojos.
Con los programas de chismes ¿qué reclamo puede hacerse? Ya he discutido ese tema anteriormente, pero la crítica esencial es que ese supuesto de «la vida privada de nuestra farándula estimula el morbo» ya no tiene sentido cuando todos ellos ya son sus propios relacionistas públicos. Hasta abusan de las redes sociales para exhibir su cotidianidad y aclarar cualquier imprecisión. Entonces ¿cuál es el chiste de contar el chisme? Otros detalles, como la exagerada puesta en escena, reforzar estereotipos sexuales o difundir una falsa sensación de grandeza (colombianos al estilo Hollywood) es lo que conlleva a apagar la pantalla.
Esto es solo una muestra del tipo de televisión que vemos en la actualidad y que aún se resiste a desaparecer. Yo solo sé que el negocio cambió y aún nos entretenemos con el brillo de los espejos. Y no me vengan con el cuento de que nuestro acceso a la tecnología es limitado, cuando más de medio país cotorrea en Facebook y carga hasta tres celulares, eso sin contar nuestro consumo diario de videos en cualquier plataforma y red social. El tema es ahora la forma de seducir a la audiencia con productos multiplataforma para el entretenimiento e incluso la educación. Hay avances, pero son aún muy tímidos.
Con este breve panorama ¿cómo se imagina la televisión colombiana de los próximos 15 años? ¿Volveremos a mandar la parada? ¿Qué programas actuales salvaría para que participen de un nuevo (y probable) grandioso reconocimiento?
@juanchoparada
juanchopara@gmail.com