Primera imagen: pies descalzos. La Plaza de Bolívar de Bogotá ya no es la misma desde el pasado domingo 5 de junio en que más de seis mil personas reemplazaron por un rato toda clase de enérgicas arengas o cagadas de palomas para juntarse en una foto… desnudas.

 

 

 

Para Spencer Tunick, el artífice de estas intervenciones humanas fue un logro más en su trayectoria profesional encontrar en la misma ciudad seis mil optimistas que cubrieron el centro de poder del país con su piel a escasos metros en que las fuerzas del orden desmantelaban lo que los medios llamaron el infierno del Bronx.

De ese tamaño era esta intervención. Quizás, sin darnos cuenta (yo estuve allí) éramos una cara de la misma moneda. El embalaje de «performance» (así bien nice) patrocinado por una reconocida marca de whisky desnudó a su vez la polaridad en la que vivimos. Si no nos juzgaban por degenerados nos recriminaban por un indolente y vacío happening que no hundía sus raíces en el paro agrario o la situación de hambruna que aqueja a la infancia de La Guajira.

Pongámonos trascendentales ¿Debía este desnudo masivo abanderar una causa? ¿Todos los allí reunidos estábamos dispuestos a enseñar traseros y genitales para clamar por un cambio en las narices de la Iglesia Católica, la Alcaldía Mayor de Bogotá y el Senado de la República? Pues resulta que la causa es la que cada uno quiso. Por irreverencia, libertad, mostrarle a la novia o novio de qué está uno hecho, por tener una historia que contar. Muchos no lo repetirán, pero otros quedaron con ganas. Y otros tantos van más allá. Son nudistas.

En una sociedad hipersexualizada donde la autoestima y el amor propio se moldean con bisturí y siliconas, admirarse como uno es y tener la capacidad de socializar en esas condiciones suena a un delirio fílmico de la nueva era. Pero no es algo de hace diez o veinte años: como estructura de pensamiento y organización el nudismo lleva más de un siglo. A inicios del siglo XX en Alemania o España la cultura del cuerpo libre discurría sin miramientos en medio de sociedades aún más pacatas que la nuestra. Con el tiempo, el nudismo alcanzó un estatus global, consolidó su federación internacional y, de algún modo, creó una pedagogía sobre algo tan básico que debería venir de la formación en el hogar: el conocimiento y aceptación de nuestro cuerpo y la escenificación de ello en comunidad.

Es que tan rayados estamos que tienen que surgir movimientos y acciones virtuales para reclamar algo tan simple como exhibirse. Más para las mujeres. Si no me creen, solo basta con recordarles el tema de #FreeTheNipple (hasta hay que verificar si eres mayor de edad en You Tube para ver el video)

La película que inspiró esta manifestación se sustenta en un aspecto aberrante: la criminalización de enseñar los senos en actos como amamantar a un bebé. Esto pasa en Estados Unidos, el mismo país que impulsa a la vez espacios para el nudismo en comunidad como los restaurantes clothing optional en Nueva York o los cruceros para nudistas, que se vienen promoviendo desde hace más de 25 años. Sin contar con los cientos de playas y hoteles nudistas que ya hacen parte del paisaje local en algunos países.

Entonces ¿la invitación es a que seamos nudistas de golpe y porrazo? Desde luego que no, el mensaje no es imponer visiones sino articular miradas, ofrecer alternativas que vayan con la idea de sentirse mejor consigo mismo y olvidar el temor al qué dirán.

 

Entender que no solo la ropa es una limitante y que el prejuicio va por delante de nuestra autoafirmación es que lo sucedido en Bogotá causa impacto. Si hubo señalamientos ante las fotografías que circulan por la red de tantos cuerpos desnudos, muchas fueron anónimas. Si alguien perdió el trabajo o le dejó de hablar su familia por haberse atrevido a que le vieran sus «vergüenzas» un montón de gente desconocida, pues espero que la experiencia haya valido ese sacrificio. Quedó demostrado, aunque parezca imposible, que podemos confiar en el otro. Con dificultades, pero es un camino que no podemos perder de vista.

Dos recomendaciones finales. En Colombia existen desde hace más de 15 años grupos dedicados a promover el nudismo y estimular espacios de socialización. Los invito a conocerlos y entender cómo funcionan para que no se hagan falsas expectativas. Ofrecen clases de yoga, relajación, biodanza y talleres para parejas. Uno de ellos es Nudismo En Colombia.  Otro de ellos es Mundo Naturista.

El cine ofrece diversas miradas sobre el nudismo, y Cine Nudista, blog que reúne toda clase de documentales, cortos y largometrajes en ficción, se convierte en otra fuente de consulta para ampliar el tema. Los invito a leerlo.

En Radiodistractor, de Stereo Joint Radio, escuchamos testimonios y hablamos con expertos sobre este tema. Este es un pequeño podcast con las intervenciones. Gracias a todas las personas que compartieron sus historias en las redes sociales, e igualmente a aquellas con las que viví esa experiencia en la Plaza de Bolívar.

@juanchoparada

juanchopara@gmail.com