Antes de ver el documental Leaving Neverland (Dan Reed, 2019) quitémonos los guantes. Esta experiencia audiovisual es, ante todo, una suerte de decisiones en las que cada quien asumirá su postura frente a su relación con Michael Jackson, con el contexto de la historia y sus propios valores. Y en este caso, aunque se navegue en un pantanoso terreno de especulaciones, verdades a medias o la pretendida confirmación de un comportamiento inadecuado, ilegal e inexcusable, desde mi punto de vista lo que revela es un drama en el que nadie salió ganando.

Vamos por partes. Desde su estreno en el pasado festival de Sundance, Leaving Neverland ya había desatado la ira de la familia Jackson. El mundo se dividió entre los acérrimos fanáticos de su música, que no admiten más condenas a la figura de Jackson, y sus detractores, a quien bien sirve este material para exigir un destierro absoluto del legado del Rey del Pop, empañado por una conducta oprobiosa. Pero hay que decirlo: ni unos u otros pueden dar absoluta fe de la realidad, esa que murió con él en el 2009. Nadie fue tan cercano como las personas que lo rodearon, incluyendo a Wade Robson y James Safechuck (los pilares de este documental) o cualquier miembro de su familia. Así que en ese primer círculo rondan las certezas que, al menos en este documental, no se despejan de manera absoluta, en buena medida por los intereses creados en torno a la dimensión del personaje del que estamos hablando.

Michael Jackson fue una poderosa figura del espectáculo. Pública. Él lo sabía. ¿Pecaría de ingenuo al creerse inaccesible, amparado por la estatura de su fama?  ¿Resultaría más un sociópata que perfeccionó el arte de ocultarse ante la vista de los demás? Difícil emitir un juicio certero. Podemos conceder que las motivaciones de su comportamiento en su vida privada no resisten el sentido común. Saberlo más cómodo rodeado de niños todo el tiempo en habitaciones de hotel o en su imponente mundo de fantasía no puede tomarse únicamente como excentricidad. Más aún si contaba con el total consentimiento de los progenitores de las presuntas víctimas, situación que el documental se encarga de remarcar en las figuras maternas. Pero de ahí a creerlo capaz de cometer una serie de vejámenes por largos periodos de tiempo, con complicidad (voluntaria o no) de una enorme servidumbre y capaz de urdir una elaborada artimaña para atraer y manipular a sus víctimas o reemplazarlas cuando se le diera la gana, como lo cuentan los testimonios obtenidos por Reed en Leaving Neverland, requiere de analizar el asunto con más elementos de los que este trabajo brinda, impactantes eso sí (las fotografías, videos, faxes, cartas y audios no son menor cosa), pero que se apoya en exceso de dos relatos demasiado comunes, amparados en el valor que hoy se les da a los relatos de las víctimas de abuso sexual, quienes se animan a contar con abundancia de detalles su versión de los hechos tras un largo silencio.

Leaving Neverland- Foto: HBO

Y es allí donde surgen nuevas incógnitas ¿Hablar, justo ahora? Michael Jackson no solo fue juzgado dos veces por los mismos cargos. Ahora está muerto ¿Los motiva una verdadera necesidad de sentirse en paz con ellos mismos y sus familias? ¿La exigencia de una compensación económica, social y/o moral? ¿Reavivar carreras? Por lo común, las víctimas de este flagelo terminan peor que al principio, pues la revelación los expone al enjuiciamiento, a los señalamientos apresurados, al acoso de los medios, lo que se traduce en revictimización. No obstante, en río revuelto ganancia de pescadores. También hay avivatos que se suben a la tendencia pensando únicamente en el provecho que pueden extraer de la llamada “nueva cacería de brujas”. En ese sentido puede costarles a algunos empatizar con las revelaciones de Robson y Safechuck, simplemente por la mera desconfianza ante los frecuentes anuncios de episodios de abuso que hacen todo tipo de celebridades.

En este punto les pido no distraerse de un aspecto capital que considero el principal acierto de Leaving Neverland. Apartemos por un momento de la ecuación a Michael Jackson y a sus contrapartes. Tal como lo muestra, efectivamente hay un modus operandi de los perpetradores de abuso sexual infantil, esos que tras elegir a sus víctimas se ganan su confianza, deslumbran a su entorno y poco a poco los convierten en objetos de sus más bajas pasiones. Son niños y niñas que terminan bajo el condicionamiento de mentes enfermas. Agreguen el hecho que del abuso sexual hacia los hombres poco se habla y cuesta más trabajo denunciar. El paralelismo que encontré con los casos de abuso del ex sacerdote Fernando Karadima en Chile confirma esa idea. Personas con auras fantásticas que pueden ocultar un lado oscuro, como todos nosotros lo podemos tener, no importa lo perversos, carismáticos o prestigiosos que seamos. ¿Eso nos exculpa de cometer actos que a todas luces son flagrantes delitos? La ley trabaja de la mano con la investigación científica, psiquiátrica y psicológica para dar alguna respuesta al origen del mal y aplicar la sanción de acuerdo a los elementos probatorios que determinen el grado de responsabilidad, lucidez y consciencia al momento de llevar a cabo actuaciones deleznables. No perdamos de vista que en el caso de Michael Jackson este no evadió a la justicia, y tenía todo el poder para huir sin dar explicaciones. 

Si alguna vez la realidad sobre este caso asoma con todo su brillo debemos estar preparados, pero no necesariamente sorprendidos. A lo largo de la historia encontramos auténticos genios que no encarnaban 100% un ideal de humano impoluto. De hecho nadie es genuinamente perfecto en ese sentido. Por mencionar a Albert Einstein, Pablo Picasso o John Lennon, ampliamente documentados,  o más recientemente la revelación sobre Charles Dickens, que si se miran con el prisma actual también les cabría toda la recriminación, pero en su momento fueron conductas minimizadas por diversas circunstancias o atribuidas estúpidamente a los avatares de su genialidad ¿Dejaríamos de enseñar la Teoría de la Relatividad para dar ejemplo a los padres irresponsables como Einstein? ¿Quemaríamos el Guernica con el objeto de evitar la admiración a su creador, un maltratador de mujeres? ¿Dedicaríamos Imagine al encontrarlo, quizás, vacío de sentimiento? ¿Evitaríamos la lectura de Oliver Twist en los colegios por tratarse de la obra de un hombre que quiso deshacerse de su esposa? Antes de toda la enormidad de su legado también son seres humanos, susceptibles de desarrollar toda clase de emociones, de reprimirlas o liberarlas de formas insospechadas, sin que eso, como he dicho, eluda el pago justo al comprobarse plenamente un hecho inadmisible cometido por ellos mismos.

Finalmente conviene volver a la pregunta de si debemos separar al ídolo de su humanidad.  Esa es una de las decisiones que Leaving Neverland no va a tomar por nosotros. Cada quien tiene la autonomía de quedarse con el sentimiento que le despierte esta historia. No lo haga por quedar bien con la onda de sentirse superiores a a Michael Jackson o a los demás. Solo analice los hechos, contraste los relatos, piense en todo lo que representó la estrella, que tampoco creo que haya muerto tranquilo. Seguramente se llevó a la tumba todos los demonios que lo atormentaron durante toda su existencia, no pudo o no quiso pedir ayuda cuando la necesitó y si realmente arruinó vidas, con lo que experimentó en sus últimos años apenas pagó la cuota inicial.

No coleccioné sus afiches o emulé sus pasos, pero sí que tengo canciones de él por todos lados y lloré el día de su fastuoso sepelio. Su música sigue allí y así permanecerá. Es mi última palabra al respecto y por afirmarlo no considero que apoyo la pedofilia o el abuso sexual infantil.

Leaving Neverland se verá por HBO Latinoamérica, que emitirá en dos partes las cuatro horas del documental el sábado 16 y domingo 17 de marzo a las 6:00 p.m.

Fernando Olaya, DJ colombiano de talla mundial

Agradablemente sorprendido por este talento que recomiendo el día de hoy. Fernando Olaya, zipaquireño de nacimiento, es un músico de conservatorio especializado en armonía y arreglista de cuerdas. Pero el destino lo llevó a las orillas de la música electrónica y el rock donde ha empezado a destacarse como productor. En su trayectoria destaca su participación en el Amsterdam Dance Event en el 2016,  donde tuvo una actuación memorable que acá compartimos.

Imagen: Fernando Olaya -https://fernandoolaya.com/

Sus presentaciones, absolutos performances inspirados en el formato Live Act, se apoderan de sus sentidos al momento de mezclar sintetizadores con toda clase de elementos tecnológicos para crear inspiradas secuencias bailables. Ha compartido escenario con figuras de la talla de Armin Van Buuren, Fat Boy Slim o Paul Oakenfold y trabaja con sellos disqueros representativos del género en Europa y Estados Unidos. Para los que gustan de estos sonidos bien vale la pena destacar el talento local que recorre el mundo como el de Fernando y conocer más de su trabajo en su página web www.fernandoolaya.com 

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