¿Con qué nos quedamos en relación a la bioserie colombiana Bolívar, una lucha admirable? ¿Con la imagen de una superproducción de época que hace mucho no se hacía, enmarcada en el bicentenario de nuestra independencia? ¿Con un relato que lucha por no desbordarse en inexactitudes históricas o un tono muy melodramático? Pero ante todo… ¿era necesaria?

Vamos por partes. El Bolívar que nos presenta Caracol Televisión quiere ser una aproximación al relato histórico sin traicionar el formato al que se adapta en esta ocasión, una serie de más de sesenta capítulos que puede darse el lujo de ser precisa en los detalles e imaginar algunos hechos o diálogos que aporten al contexto en el que se desenvuelve la campaña libertadora. En esa medida es claro que la coexistencia del hecho histórico y el trabajo dramático buscan equilibrarse para placer (o desespero) del espectador, que en esta ocasión posee alguna idea del personaje central y -según la versión de su biografía que haya conocido- tiene presente tanto el desarrollo como el desenlace.

Es curioso que, dada la relevancia del aniversario de nuestra independencia, la creación de un producto de mercadotecnia que exalte el orgullo de ser una nación soberana y cómo se desarrolló se reciba con más tibieza que regocijo. Aunque Bolívar no desmerece en cuanto a sus valores de producción y el despliegue de recursos para ofrecer un espectáculo visual que vaya de la mano con el avance de los acontecimientos y la identificación con los conflictos románticos del Libertador, parece recibirse con más indiferencia (el rating no le ha sido esquivo, pero tampoco es una locura) tras la orfandad en que sumió a los televidentes el final de la exitosa repetición de Yo Soy Betty, la Fea, jugada del enfrentado que descolocó a los caracoleros.

Bolívar – Serie de Caracol Televisión

Pienso además que le restó fuerza su negocio con Netflix, pues con todo y restricciones, varias personas conocieron la historia y circularon impresiones más desfavorables que positivas, hecho que se confirma tras su escueta campaña de promoción y el visionado de los primeros capítulos que parecían eternos, con poco ritmo y sin motivación para continuar viéndolo, lo que crea la sensación de ‘desinfle’ para todo el despliegue artístico, técnico y humano que no se han cansado de enarbolar como reclamos para no perderse Bolívar. Parece que mataron el tigre y se asustaron con el cuero.

No tengo ninguna queja por la vinculación del talento venezolano en la historia, está totalmente justificado, y en lo personal destaco la interpretación de Nohely Arteaga, que conocí desde la ya antológica Las Dos Dianas, en el rol de la madre de Bolívar. José Ramón Barreto (Bolívar Joven) y Luis Gerónimo Abreu (Bolívar adulto) se echaron al hombro una gran responsabilidad, por lo que esperan conquistar a la audiencia con su revisión del personaje, que ante todo distaba de ser físicamente agraciado.

En cuanto al talento colombiano si bien se recuperan varios rostros como Álvaro Bayona, quien retoma caracterizaciones de villano como el interesado Carlos Palacios, en general lo vi desaprovechado. Me llamó la atención la queja de los televidentes sobre la representación de la esclavitud con los mismos actores de siempre desde La Esclava Blanca, y es verdad… ¿no hay más?

Mi recomendación final es que, exista o no furor sobre este Bolívar, los que la sigan tómenla como un punto de vista, que no es educativo sino más bien referencial, y si optan por relatos clásicos siempre pueden volver a Bolívar, el hombre de las dificultades, dirigida por Jorge Alí Triana.

Crystal Art, un novedoso desafío

Imagínese recorrer las más suntuosas habitaciones de un reconocido hotel y disfrutar de un auténtico derroche de color, creatividad y expresión. Esa fue la apuesta del Crystal Art, evento que acaba de concluir en Bogotá tras tomarse el piso 17 del Hotel Suites Tequendama en el Centro Internacional con la presentación de 15 artistas contemporáneos nacionales e internacionales.

Crystal Art- María Fernanda Carlos
Crystal Art- Nestor García
Crystal Art-Sara Rayo

Esta iniciativa pionera, liderada por la galería Jakob Carpio, la Sociedad Hotelera Tequendama y la agencia NH Producciones, combina el interés por las nuevas propuestas con la creación de una experiencia diferente con la interrelación entre el público y los creadores, que exhibieron sus obras más representativas en cada una de las habitaciones del reconocido hospedaje capitalino.

Armando Azar, Verónica Di Toro, Víctor Florido. Nuna Mangiante y Gerardo Echevarría (Argentina), Sara Rayo -hija del maestro Omar Rayo-, Carlos Blanco y Mauricio Combariza (Colombia), Néstor García, Linda Phillips y Federico Ovalles (Venezuela), María Fernanda Carlos (Guatemala) Priscilla Monge (Costa Rica) Rafael Vargas Suárez (México-Estados Unidos) y Robert Schaberl (Austria) conformaron el tándem de invitados para la primera muestra del Crystal Art con una diversidad de técnicas e instalaciones que fueron del agrado de los asistentes.

La galería Jakob Carpio, de origen centroamericano, se ha preocupado por promover el arte latinoamericano a nivel mundial y encontró en Colombia aliados fundamentales para revitalizar la circulación del talento actual con apuestas como ésta. Coincidiendo con Artbo y Barcú, el Crystal Art se suma al interesante momento que atraviesa la plástica nacional, posicionando a Bogotá como un referente en cuanto a la coexistencia de eventos para todos los gustos.

Pueden visitar la galería en la Calle 72ª No 22-80 en Bogotá o conocer más de su labor en Costa Rica en su Facebook https://es-la.facebook.com/galeriajacobkarpio/ o en http://jacobkarpio-galeria.com/

juanchopara@gmail.com

Twitter: @juanchoparada