Gustavo Cerati no está. Punto. ¿Era posible, años después de su muerte, organizar cualquier evento con sus compañeros sobrevivientes de la inconmensurable Soda Stéreo sin toparse con una andanada de agravios que van desde el afán económico a una despiadada sed de reconocimiento mediático?

Los que quieran ver en ello un ocasional reencauche está bien, no hay por qué tomar represalias. Hace poco se juntó el 75 % de Nirvana para tocar en un evento benéfico. Con hijos y todo a bordo. Sin tanta parafernalia, pero ese fantasma de la banda grunge que transformó el panorama musical del último tramo del siglo XX ronda cada cierto tiempo y podrían, si quisieran, armar un combo y andar por ahí con un Dave Grohl, más que indicado para brillar en cualquier tributo que se les ocurriera. En esa medida, sin que importe el fin, lo cierto es que las despedidas en la música no son tan definitivas como uno quisiera. Es como el efecto Vicente Fernández: que estaba que se iba y se iba y pues siempre no se iba.

¿Qué tiene que ver eso con la gira Gracias Totales que tuvimos el honor de ver en Bogotá el pasado 29 de febrero, día bisiesto para más látigo? En términos comerciales, que Soda Stéreo sigue siendo redituable. Que efectivamente es más inmensa con el paso del tiempo. Muy pocas bandas igualan su repertorio, convocan a todas las generaciones -aunque las más jóvenes requieran un poco más de contexto-. Y que Gustavo Cerati era el factor determinante. El alma del show, sin que suene a desprecio por el conjunto en su totalidad. Un rockero elegante, parco cuando tocaba, cáustico cuando se necesitaba y entregado sin medida en su paso por el mundo artístico. La apuesta de Gracias Totales tenía como base el respeto. Era un show de Soda sin su frontman. Sabíamos a lo que íbamos, expectantes sobre cómo sucedería, así que las acusaciones de timo carecen de todo fundamento.

Ah bueno ¿y las giras de AC/DC sin Bon Scott o Brian Johnson o las de Queen sin Freddy Mercury no nos dicen algo? Bueno, cada quien lidia como puede con su negocio. Cuando tienes el tamaño de banda como lo comprobé esa noche con Soda Stéreo, es natural anteponer la prudencia al exceso. No era una convocatoria del tipo “Los amigos de Cerati” como una burda fantasía de Disney sobre hielo. ¿Cómo se reemplaza a alguien como él? ¿Cuál sería el objetivo? ¿Ese era el propósito? En mi caso le doy el beneficio de la duda a Zeta Bosio y Charly Alberti, que ya no necesitan demostrar nada. Buscaron una manera de juntarse y crearon una. Ahora, que sea la más afortunada es otro tema.

Colombia pagó el pato de ser la pionera de este experimento con algunas fallas en sonido y el recurrente apoyo en videos que crearon una mezcla extraña de nostalgia y frialdad. Cierto es que a los latinos les emociona que los vitoreen como cuando a una mascota se le arroja una y otra vez una pelota de goma. Esta vez, aunque se esperaba alguna manifestación, lo que primó fue un desfile de grandeza musical en la que sobraba incluso el video en si. Cada canción de Soda, desde su álbum debut hasta el ‘Sueño Stéreo’, bastaba con cerrar los ojos y corearla para sentir correr energía en las venas. Por fortuna me ubiqué en medio de personas tan extasiadas que olvidaban por un momento la tecnología, y su obsesión de grabarlo todo se convertía en un improvisado canto abrazando a sus acompañantes o saltando en un reducido espacio. Eso es vivir: aprovechar cada instante al máximo.

Por esa razón los que van a disfrutar de este espectáculo en los demás países de la gira (si el coronavirus no crea más estragos) olviden sus prevenciones. Si amaron a Soda Stéreo porque significó algo en sus vidas entonces se conectarán con las emociones que, al fin y al cabo, es lo que siempre transmitió esta banda argentina durante su vida activa. Ya son parte de la historia personal de cada uno, así que este llamado es a reunirnos una vez más por los buenos recuerdos y asistir una vez más al rito de un hombre alado que ahora se encuentra a un millón de años luz de este universo. Por mi parte agradezco a todos los artistas involucrados por profesar cariño y respeto ante el legado de Soda y Cerati. Qué más da si eran hologramas o voces difuminadas: allí estuvieron al pie del cañón. Como muchos de los que crecimos rebuscando un nuevo pretexto para confirmar que en esto nunca estuvimos equivocados.

‘Después de Norma’

El año pasado el cine colombiano retrató con Litigante el drama de la convivencia alrededor de una persona diagnosticada con una enfermedad terminal. El próximo 5 de marzo nos encontraremos con una nueva catarsis, esta vez desde el documental con la producción ‘Después de Norma’, del realizador Jorge Andrés Botero. No me imagino lo difícil que es tomar la decisión de hacer un ejercicio catártico y grabar a un familiar o persona cercana atravesando por una situación delicada de salud. Norma de Botero Botero era la madre del realizador, quien falleció por consecuencias asociadas a la Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA).

En este documental no importa si hay demasiada subjetividad: hay una visión consciente de una mujer amorosa, de raíces antioqueñas, entregada a una relación de más de 40 años con su esposo, con el que el documental también salda cuentas, así que los espectadores se encontrarán con un testimonio familiar que abre sus puertas de par en par para recordarnos la fuerza que mantiene unidos los lazos, que nos unen con lo más profundo de nuestro ser, la capacidad de reencontrarnos y renovar la visión de nosotros mismos a partir de nuestras relaciones familiares. Jorge Andrés Botero, fundador de Séptima Films, hace su debut como director con esta película, tras producir ‘La Playa D.C.’, ‘X-Quinientos’ o ‘Gente de Bien’, entre otros proyectos cinematográficos nacionales. En cartelera a nivel nacional desde este jueves.

Juanchoparada

juanchopara@gmail.com