Las polémicas suelen revelar de qué cuero estamos hechos. Si aguantamos varilla con dignidad o pataleamos como si tuviéramos el agua al cuello. En el mundo de las críticas (cinematográficas, culinarias, literarias, musicales) existen toda clase de historias sobre el talante de los comentarios de reconocidos críticos -se me ocurre un Roger Ebert para el caso del cine-, quién hasta se dio el lujo de publicar un libro titulado ‘Películas que nunca deberías ver’, donde desfilan sin contemplación una larga fila de producciones, muchas de ellas icónicas, pero que para el crítico estadounidense no pasaban el corte (como el caso de ‘El Club de los Poetas Muertos’). Estuviéramos de acuerdo o no con su criterio, la industria tuvo clara su influencia por un principio básico: el tipo sabía de lo que hablaba, así se granjeara enemigos.
Claro, hay historias para todo, pero una persona que se dedique a recomendar o criticar algo y cuente con alguna tribuna para difundirlo adquiere un poder enorme. Lo comprobamos con Oprah Winfrey y su club de lectura: obra que allí se mencionaba instantáneamente impulsaba su venta. Y hablamos de una época antes de las redes sociales y los influenciadores. Entonces ya aparecían figuras mediáticas, quizá con poco o ningún fundamento para sus recomendaciones, pero escuchados y vistos por millones de personas.
Todo esto deriva en los influenciadores de comida, llamados también ‘foodies’ (que no críticos gastronómicos en todos los casos), donde el factor popularidad en muchas ocasiones supera cualquier otro beneficio para atraer marcas a cambio de prebendas. Desde luego hay excepciones, pero justamente una crítica a este modo de relacionamiento se sustenta en la legitimidad de la persona que habla de comida, cine, arte, economía o política, por dar ejemplos. Adicionalmente, por alguna razón inexplicable, la visceralidad de los comentarios son la miel más atractiva para los fanáticos, quienes equiparan tal actitud a una muestra de franqueza y honestidad. Incluso, mientras más virulentos más creíbles (una falacia total).
En esas circunstancias se originó el caso del #Manjaran o la pizza Radioactiva de Bucaramanga, quienes a raíz del comentario de un ‘foodie’ se expresaron airadamente sobre la reseña hecha a sus productos. Y el ejemplo me hizo pensar en dos cosas: la necesidad de ser ‘críticos’ o ‘comentaristas’ de servicios de esta naturaleza en un momento como el que vivimos hoy. ¿Tiene sentido calificar servicios de domicilios de comidas en medio de una situación excepcional como el aislamiento preventivo, aun contemplando todos los contratiempos que pueden presentarse desde la elaboración del pedido hasta el despacho? Por otro lado ¿cómo deben asumir los negocios esta clase de comentarios? Hay una línea muy delgada entre calificar un servicio al cliente (que es susceptible de fallar) y cuestionar sin un ápice de tacto la calidad del producto, como si el restaurante se viera obligado a entregar el producto igualito a si lo preparara en sus instalaciones. Por eso conversé con Doctor Burger, un ‘foodie’ bogotano que lleva más de tres años dedicado a recomendar y calificar experiencias gastronómicas colombianas y del mundo a través de su Instagram @doctorburgercol para conocer su opinión sobre la responsabilidad de un influenciador culinario en el panorama actual.
Juancho Parada: ¿Cuáles son las características que hacen a un foodie o influenciador gastronómico?
Doctor Burger: Principalmente, pasión y gusto por la comida, en especial sobre la que se dedica a hablar o a hacer comentarios. Ese gusto debe venir acompañado de un conocimiento al menos básico de qué se esta comiendo, entender el plato, sus ingredientes, su preparación, su origen… ahí la diferencia entre un crítico gastronómico y un aficionado a la comida, pues esto mejora la calidad del post o la reseña, pero no asegura que sea algo verídico, real o imparcial, ya que hay casos de influenciadores de comida que ventilan sus grandes conocimientos como cocineros o chef, pero sus posts carecen de criterios creíbles. Con esto me refiero a los ‘foodies’ pagos, quienes pasan por encima de sus conocimientos «académicos» de cocina por una hamburguesa gratis. No olvido el post de un influenciador que entre sus miles de seguidores y sus mucho likes, hablaba con mucha propiedad de la comida que «critica», para mi perdió toda credibilidad cuando posteó sobre las hamburguesas de Mc Donald’s diciendo que «son (las hamburguesas) las mejores del mundo mundial». Con esto quiero decir que ademas del gusto y conocimientos básicos, hay que tener criterio y me atrevería a decir coherencia, puesto que no es lo mismo hacer una critica honesta e imparcial a una donde es evidente que una marca esta pagando, a sabiendas que su producto no es el mejor, y que algunos ‘foodies’ venden su dignidad, criterio y seriedad por una hamburguesa gratis.
JP: En su caso ¿Qué tiene en cuenta a la hora de elaborar una reseña de un sitio?
Doctor Burger: Hay que saber a qué se va, con esto me refiero a que si uno va a un lugar para hacer una reseña, toca ir dispuesto a eso, a concentrarse en la comida, su calidad, sus ingredientes… como lo mínimo. En mi caso, ademas de eso, de la atención al publico, de lo ameno que se pueda sentir en un lugar, en qué tan agradable se pasa, y finalmente en la relación costo/beneficio. Para mi son los tres criterios indispensables para calificar un lugar. Claro, estas tres categorías las mantengo separadas, puesto que el principal factor es la comida, pero para hacerle justicia a un lugar o restaurante, la atención y el precio cuentan, y en ocasiones pueden contar bastante. Siempre la presentación marca la parada, un plato bien presentado se come con agrado y confianza, después la preparación, que cumpla con lo que ofrecen, eso incluye los ingredientes. ¿Pero si ofrece productos artesanales con pan industrial? Eso baja puntos y es algo que suele pasarme muy seguido. Igual con las papas fritas: nada como unas papas peladas, cortadas y preparadas en el mismo lugar, para mí son las mejores papas fritas.
JP: ¿Es recomendable en este momento de pandemia y crisis económica promover reseñas de servicios de comida?
Doctor Burger: Sí y no. Sí porque los restaurantes necesitan ayuda para superar o al menos sostenerse en esta crisis, y no porque una mala critica, basada en rencores, egoísmos o ganas de llamar la atención puede ser perjudicial para el empresario. En este caso, independientemente de la critica académica, técnica o especializada, en donde pueden enfatizar más es en lo malo que en lo bueno y que a esto le sumen adjetivos calificativos negativos no creo que sea ético. Prefiero hacer un comentario enfatizando lo positivo de la comida y lo acompaño con una invitación a apoyar a este restaurante o emprendimiento. El palo no esta para cucharas, la gente necesita trabajar y como ‘foodie’ la mejor forma es invitando a que la gente compre, coma, disfrute y ayude al sector de los restaurantes. Las malas criticas las dejamos para después, porque estoy seguro que con el tema de los domicilios, las comidas no están llegando en óptimas condiciones, (llega demorado, frío, con empaques sudando que afectan la comida, cosas mal cocidas por temas de atender rápido el pedido, etc…), en otras ocasiones no es culpa del restaurante, puede que sea del domiciliario. He pedido a domicilio en lugares de los que he hecho buenas críticas más de una vez y doy fe de la buena calidad de su comida, pero que por temas de domicilios no está llegando bien. Entonces ¿eso es motivo para hacer una mala crítica? ¿Posteando con una foto que no necesariamente es agradable por el mismo tema del domicilio? No, prefiero disfrutar mi domicilio y no incentivar el daño de la reputación de una marca o un restaurante por motivos circunstanciales.
JP: ¿Cómo deben tomar los negocios esta clase de críticas?
Doctor Burger: Las buenas criticas, simplemente como son, buenas; pero a eso le quiero agregar algo: la respuesta del negocio o la marca. Aunque un post de un ‘foodie’ no necesariamente tenga una intención comercial, sería muy bueno que los negocios de algún modo respondieran a éstos, no necesariamente regalando productos, no estoy muy de acuerdo con eso por el hecho que que pueden influenciar una crítica y cegando al ‘foodie’, nublándole su criterio. Al menos para mí, mis criticas son imparciales, fuera de negocios, esto lo hago por placer, no por productos o mercancías, claro, agradezco las invitaciones a los restaurantes y negocios, ellos saben que conmigo es imparcialidad, si algo no me gusta lo digo. Para el caso de las malas críticas los empresarios tienen dos opciones: o hacen algo para mejorar o hacen caso omiso. Si cambian, puede que en una nueva oportunidad un foodie haga una nueva y mejor critica, resaltando la mejora, si no pues será un plato más que pasará al olvido, y si la crítica está justificada los resultados los verá el negocio con sus ventas, así funciona el mercado.
También hay que tomar las cosas con calma. Una critica regular o mala es oportunidad para mejorar, y responder mal o aun peor al ‘foodie’ es cazar una pelea, en últimas, de egos, porque cada uno va a buscar tener la razón, el negocio y el foodie justificándose para al final hacer un show mediático, donde pueden volverse tendencia, pero que en un corto tiempo se olvida. Así es el ciclo de la información que circula en redes sociales: 15 minutos de mala fama innecesaria y llegando a perjudicar tanto al negocio como al foodie. Por eso hay que ser de algún modo «diplomáticos», respondiendo sensatamente y en paz, seguro que la gente ve mas una demostración de buena fe y ganas de mejorar y los clientes les llegarán.
JP: ¿Hasta dónde llega la responsabilidad ética del ‘foodie’? Es decir, ¿cuán honesta debe ser su crítica?
Doctor Burger: Totalmente honesta, estoy seguro que es lo que busca quien lee una crítica o un post de comida. La responsabilidad de un ‘foodie’ y sus criticas tiene en cierto modo un peso en la reputación de un negocio, así que hay que ser muy éticos a la hora de escribir una critica honesta, clara, concisa, con argumentos válidos, con un mínimo de conocimiento sobre lo que se va a escribir, creo que esto no solo aplica para los ‘foodies’, sino para todo lo que se haga. Con esto quiero decir que una crítica puede ser muy buena o muy mala, mientras se posean los argumentos suficientes para justificar esa crítica, dejando de lado pasiones personales, criterios preconcebidos, prejuicios, egos, afinidades sea por amistad o cercanía a una marca… si es bueno se dice, se resalta, se valora; si es malo, se dice, se resalta, se valora, teniendo siempre en cuenta, que lo que se dice o se escribe lo leen muchas personas y se es responsable de eso, tanto de la buena crítica, como de la mala, así como el post comprado, de la critica «prepaga» o del interés del influenciador. Cada cual en su escala de valores dispondrá en su criterio de las palabras y de las razones para escribir, sin hacer comparaciones, que evidentemente no se pueden hacer, por lo que son dos cosas totalmente distintas. Comparo la ética que debe tener un ‘foodie’ en sus comentarios con los de un periodista y sus publicaciones…bueno, hay quienes hacen las dos cosas al tiempo.
Sobre ‘Street Food Latinoamérica’
Antes que nada, cualquier vitrina internacional que exalte las tradiciones de los pueblos siempre será bienvenida. Detrás de los sabores culinarios de nuestra tierra hay relatos de amor por el campo, por integrar culturas, por recuerdos de amores o lugares. Son tantas las emociones como los platillos que se ven en este catálogo de historias que presenta esta producción de Netflix que alteró los nervios de los compatriotas al ver catalogado nuestro ajiaco como una comida callejera. Y la crítica se extendió en los demás países visitados pues en general no creen que las preparaciones elegidas fueran las más representativas de la comida de paso. Como sea, visualmente la imagen cumple con su cometido de transmitir el deseo de probar cada tlayuda o arepa, pero para mi gusto el drama humano de los personajes elegidos opacó el brillo de la comida, a la que faltó indagar más por su origen o características si quería ser más documental. De hecho me había imaginado que ‘Street Food Latinoamérica’ sería más de la vibra de ‘Food Truck Challenge’, con un perfil claramente más de concurso, pero donde las preparaciones dominan la pantalla sin descuidar aquellos matices de la vida de sus propietarios. Por otra parte, la elección de la Plaza de La Perseverancia en el caso de Colombia despertó ciertas suspicacias por ubicarse en una zona privilegiada, lo que también desvirtúa el nombre del programa. La comida callejera se come en la calle, en esquinas, en plazas, en carritos. A ver, ¿se preguntaron por la mejor arepa del huevo en la capital? ¿O las empanadas mixtas? ¿O las picadas? Quizá hubo un exceso de confianza por la enorme variedad de preparaciones que poseemos, y elegir una o dos no debió ser sencillo, pero un poco más de investigación y norte hubiera beneficiado más al formato. No obstante, para resaltar una maravillosa lección: nuestra comida de verdad está en manos de mujeres. Por las manos de ellas, principalmente, se entretejen nuestros sentimientos más profundos como nación. Allí encuentro el gran acierto de este programa, un homenaje a la tradición que fielmente conservan abuelas, madres y nietas.
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@juanchoparada