Ha hecho carrera en la televisión actual una singular mezcla entre los dilemas humanos más convencionales sazonados con toques de humor de toda clase. La muerte, las separaciones, los conflictos amorosos, las discapacidades, las diferencias con los padres o la falta de rumbo en la vida ya no se miran bajo el tamiz exclusivo del dolor, el resentimiento o la rabia: las circunstancias que bordean tales acontecimientos se rodean con apuntes sarcásticos, ocurrencias o acciones hilarantes que, sin perder de vista la gravedad del asunto, hacen digeribles para la mayoría el conflicto central que presentan.
No se trata de un simple pegote cómico. Si algo nos demostró Fleabag, serie ganadora de premios en la última década, es que puede destilar por partes iguales irreverencia con amargura, y se acerca mucho a una visión de la existencia menos monocromática. Los famosos grises que ahora matizan los formatos actuales de las series y miniseries rebajan a sus justas proporciones el edulcoramiento y la irrealidad con el que anteriormente se planteaban las propuestas dramáticas.
En este proceso, el mercado actual transformó la imagen de la familia. Ya no estamos ante la abnegación y sacrificio de, por ejemplo, La Familia Ingalls. Ahora se exteriorizan aún más las rivalidades, la falta de comunicación o la soledad que se siente al interior de una. Y puede que las moralejas de siempre no cambien (unidad, comprensión, apoyo, etc), pero de cierto modo ese enfoque más crudo le hace un bien al despejar esa aura de perfección que no resulta aspiracional sino frustrante. A esa intención se integran nuevos valores como la diversidad sexual, racial, el modo ‘millenial’ y la inserción de la tecnología en las dinámicas familiares o de pareja que ya es cuestión de cada espectador reconocer si ese reflejo corresponde a su propia realidad.
En esa medida, comento una serie que reúne gran parte de estos valores, con una premisa de gran potencial melodramático. Me refiero a Council of Dads, basada en el libro del mismo nombre escrito por Bruce Feller, y adaptado por guionistas de la longeva Grey’s Anatomy, que aborda la pregunta por la ausencia de uno de los padres que muere tras no superar un cáncer. La familia Perry es calculadamente un reflejo extremo de diversidad, más cercano al hogar de una Angelina y Brad Pitt, con hijos adoptivos afroamericanos y chinos, además de un menor de edad transgénero. La madre de familia (interpretada por nuestra recordada Lori de The Walking Dead, Sarah Wayne Callies) acaba de dar a luz a una bebita y, en apariencia, estaría al frente de una prole de cinco hijos, más su trabajo como profesional de la salud. ¿Qué cabeza tendrá para asumir tamaña responsabilidad, a la vez de lidiar con el duelo de la pérdida de su pareja? ¿La solución? Ante la inminencia de la muerte de su esposo Scott, este urde un plan en el que termina convenciendo a su mujer: conformar una especie de grupo de apoyo con tres amigos cercanos a la familia que asumirán el rol paternal cuando Scott ya no esté.
Desde luego, el hilo central de la serie es desvelar el verdadero rol de un padre, más allá de ser progenitor o cumplir con las obligaciones económicas. Si bien la intención es loable, puede generar incomodidad si se lee entre líneas que Robin no sería capaz de estar sola al frente de su familia, por lo que el mensaje de solidaridad se diluiría ante la presencia de un machismo recalcitrante. No obstante, ese planteamiento también puede entenderse como un señalamiento al significado tradicional de la paternidad que hemos mencionado y distribuir en tres personajes disímiles entre sí esa responsabilidad, como lo son Anthony, el mejor amigo de Scott, Oliver, el mejor amigo de Robin y Larry, el ahijado de Scott en Alcohólicos Anónimos.
Su primer capítulo no está exento de emociones encontradas, pero siento que le hizo falta crear más expectativa sobre las relaciones del futuro concejo de padres. En ese sentido, queda a deber en cuanto a presentar un conflicto lo suficientemente fuerte entre ellos para mantener enganchado al espectador.
Cabe añadir que la serie es producida por Jerry Bruckheimer, un experto en contenidos que no tendría por qué dar un paso en falso al respecto. Quien ha estado detrás de blockbusters en la taquilla estadounidense como Armageddon y de la rentable franquicia CSI encuentra material para retratar una familia moderna que trata de mantener valores tradicionales ¿Lo logra? Aunque esta producción de diez capítulos solo cuenta con una temporada, deja muchas lecciones sobre este creciente interés por explorar las relaciones humanas contemporáneas bajo un halo de mordacidad, sin perder de vista ese componente melodramático que le ha funcionado muy bien al éxito de This is Us, cuya nueva temporada se acaba de estrenar en Estados Unidos. El público es impredecible al respecto, pero mientras la familia siga concibiéndose como un referente para guionistas será cuestión de combinar acertadamente los elementos conocidos para crear una producción que nos haga llorar y reír al mismo tiempo.
Council of Dads se estrenó en el canal de series de FOX Premium el pasado mes de octubre y todos sus capítulos se pueden ver cada miércoles a las 9:50 p. m. y en la aplicación de FOX Premium pueden ver la temporada completa.
El juego de Gambito de Reina
Traté de entender el mediano furor que despertó esta miniserie presentada por Netflix en días pasados, que se sustenta en otra adaptación literaria (en este caso de la novela homónima de Walter Tevis escrita a inicios de la década de 1980), y lo que encontré es otra historia más de personajes con habilidades excepcionales pero con vidas azarosas. En ese sentido, la novedad no es lo que brilla en esta producción, que se sumerge en el mundo del ajedrez desde la óptica de Elizabeth Harmon, una obsesiva jugadora que llegará a lo más alto de los torneos de este deporte, al tiempo que enfrenta sus demonios internos, dominados por la adicción al alcohol y a las sustancias psicoactivas. Narrativamente es como una bionovela al uso (una escena de futuro que luego retrocede para contarnos su infancia y adolescencia), así que puede ser prescindible de no ser por la interpretación de Anna Taylor-Joy, una prometedora figura actoral, en la que descansa toda la fuerza de la trama. Parece una serie hecha para su lucimiento así la historia se nos antoje conocida. En este caso el personaje de Beth es ficticio, pero adolece de uno de los problemas que permea el género de las biopics y sus derivados: la relevancia de sus historias y la intención de forzarlas a leer el presente. En el caso de Gambito de Reina, si bien se libra de alguna responsabilidad histórica, su fidelidad se resume a hacer creíble todo el universo del llamado juego ciencia, sin olvidar que el perfil de su protagonista está inspirado en jugadores reales, todos hombres, lo que a mi gusto le resta mérito a la construcción de sus logros. Como sea, la miniserie ha renovado el interés por este juego, lo cual me parece admirable, así que mejor invertir el tiempo en retar a conocidos a unas partidas.
@juanchoparada