En 1997 comenzó mi fijación por Patricia Highsmith. Terminaba el colegio, comenzaba la universidad y en esa bisagra de mundos llegó a mis manos su obra gracias a la notable influencia de una gran amiga y brillante escritora, no sin antes advertirme de su poder hipnótico.

¿La primera dosis? “Extraños en un tren”. El intercambio de crímenes entre Bruno y Guy no era más escandaloso que los cientos de titulares de crónica roja de El Espacio, pero compartían un rasgo en común: cualquiera es un delincuente en potencia. Solo necesita un ardiente estímulo, una pesada losa de traumas y una tenacidad a prueba de escrúpulos.

Y no es una glorificación del mal. Es perfectamente posible que en alguna ocasión usted o yo le hubiéramos deseado la muerte a alguien, quisiéramos tomar un dinero ajeno o viviéramos intensamente una infidelidad. Exponer los deseos más oscuros como si se tratara de beber una taza de té o caminar por el parque reveló una dimensión humana que ahora se disimula mal en las redes sociales, con frases motivadoras o sonrisas enmarcadas en paisajes, platos atiborrados de comida o abrazos con otros seres tan sonrientes como uno.

La insatisfacción es la constante en la obra de la nacida en Fort Worth (Texas, EE.UU). Cuando empieza uno a conocerla es imposible tomar distancia de sus insólitos protagonistas. Me pasó con Tom Ripley. ¿Quién no ansía ser más de lo que ha logrado? Envidiar la posición o libertades de otras personas, apropiarse de sus méritos, usurpar su lugar. Ripley llegó lo suficientemente lejos para conseguir lo que quería y esa voluntad, aunque mal encaminada, es irresistiblemente motivadora (lo siento, aún soy muy cobarde para hacer lo mismo).

Desde ese momento quise devorar un libro tras otro: Crímenes imaginarios, Mar de Fondo, El Cuchillo, El Grito de la Lechuza, Ese Dulce Mal, Un Juego para los Vivos… Encontré sus antologías como Once, Pequeños Cuentos Misóginos, Crímenes Bestiales, Sirenas en el Campo de Golf. No me separo de su recetario llamado Supense. Y adquirí su biografía escrita por Joan Schenkar. Patricia Highsmith, aquella que debutó a lo grande en el cine con la adaptación de Extraños en un tren en manos de Raymond Chandler en los primeros guiones y con el beneplácito de Alfred Hitchcock, estaba destinada a aterrar a sus congéneres confrontándolos con un reflejo que no le gusta a nadie, con ese lado carcomido y ruinoso de nuestra esencia humana, que leerla libera esa tensión de resolver la vida sin acicates morales y terminar campantes en una playa italiana, hasta la próxima vez que se presenten inconvenientes.

En su centenario de nacimiento (que se conmemora este 19 de enero) le rindo este breve homenaje, invitando a descubrir entre sus líneas amargas momentos de emoción, muchas verdades sobre la miseria que nos caracteriza y un desbordante humor negro. Ya no resulta increíble pensar que una horda de caracoles termine consumiendo un cuerpo. Pero solo a ella se le ocurrió primero.

La Fundación ACPO acompaña a la comunidad de San Andrés

¿Recuerdan a Radio Sutatenza? Una experiencia inolvidable de formación hace parte de los 73 años de historia en Colombia de la Fundación ACPO, quien ahora mantiene su escenario de acción social a través de las tecnologías de la información y las comunicaciones. Su objetivo también perdura: buscar la inclusión social, productiva y ahora digital de los habitantes rurales en nuestro país.

Mediante su iniciativa de Escuelas Digitales Campesinas – EDC- la entidad ha beneficiado a más de 55.000 campesinos en 32 municipios, estrategia en la cual se alfabetizan digitalmente, reciben formación sobre cambio climático, asociación, emprendimiento, comunicación y periodismo rural, derechos humanos, entre otros temas.

Por ese motivo conocí su campaña MilAgro, enfocada a conseguir la construcción de la primera de estas escuelas en la isla de San Andrés, afectada seriamente por los estragos que dejó el huracán Iota el año anterior. La campaña la realizan en conjunto con el Vicariato Apostólico de San Andrés y Providencia. La meta que se han propuesto recaudar es de $50.000.000, dinero que se destinará a dotar la escuela de cinco computadores con acceso a internet y el pago de honorarios a un facilitador por seis meses.

Las personas que quieran hacer parte de esta iniciativa podrán hacerlo a través de la página oficial de ACPO www.fundacionacpo.org/dona/, por PayU o por transferencia bancaria a la cuenta de ahorros No. 031-800002-15 Bancolombia. Dentro de todas las necesidades que afronta la región me parece vital aportar en su progreso y conexión con el mundo con esta clase de proyectos. Deseo de todo corazón que logren su objetivo.

Convocatorias abiertas para el programa AIR (Artists In Residence)

Y les comparto ahora una oportunidad para músicos. Llega a Colombia el programa AIR (Artists in Residence), un proyecto que nace para potencializar a los artistas nacionales a través de un programa de aceleración que durará 8 semanas, iniciando desde el 1 de marzo del 2021, donde compartirán con un grupo de expertos de la industria musical, recibirán mentorías personalizadas, acercamientos con empresas y sellos discográficos. Se seleccionarán hasta 5 artistas para participar en dicho proceso, que accederán posteriormente a otros beneficios.

Esta iniciativa es impulsada por el marketplace Stereotheque, con colaboradores como Tambora Récords, CD, Baby, Music Way, entre otros, respaldado por becas del Ministerio de Cultura para estrategias de circulación de bienes o servicios creativos y culturales. En la página web  www.airaceleradora.com/aplicacion encuentran toda la información del programa y las fechas de aplicación para ser escogidos.

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