En una de las ceremonias más mortalmente tediosas de la historia ocurrió un hecho singular: el triunfo de un grande 29 años después de su consagración como actor de categoría. Les hablo de Anthony Hopkins, que en 1992 recibiría en una mejor noche que la de ayer el mismo premio por su interpretación en una de las películas más escalofriantes del séptimo arte: El silencio de los inocentes.

En efecto, en el Dorothy Chandler Pavillion de Los Ángeles, Hopkins se alzó con la estatuilla tras encarnar a un hipnótico villano: Hannibal Lecter, enfrentando en la categoría a Warren Beatty por Bugsy, Robert de Niro por Cabo del Miedo, Nick Nolte por El Príncipe de las Mareas y al ya fallecido Robin Williams por El Rey Pescador. En ese año la hazaña de El Silencio, como lo recordé en su momento, es de esas rarezas de Hollywood en el que una película se lleva los laureles en cinco categorías principales: mejores actuaciones protagónicas, mejor dirección, mejor guion adaptado y mejor película.

Pues bien, The Father (Florian Zeller, 2020) coronó dos de las seis candidaturas a las que aspiraba, el de mejor guion adaptado y la actuación de galés, que no asistió a la ceremonia ni en conexión remota. Lo siento por su rival directo, el malogrado Chadwick Boseman, un gran actor que perdió la vida el año anterior. Desde que vi la suma de reconocimientos a varias de las cintas con temática racial pensé que había una esperanza para el veterano Hopkins, quien había sumado previamente el BAFTA en su tierra natal, pero no obtuvo ese beneficio en la ronda previa de certámenes en las asociaciones estadounidenses.

Y es que en The Father Hopkins hace gala de una interpretación conmovedora con diversos matices: encantador y callado, huraño y frágil, iracundo y desvalido, que explota en la escena final lejos de su hogar. La carga emocional del personaje es abrumadora, pero el actor lo resuelve maravillosamente y nos deja con desazón. Nuestro ‘Lecter’ acredita más de 60 años de experiencia en cine, televisión y teatro, y lo ha demostrado con solvencia con candidaturas continuas (venía de ser nominado por la película Los Dos Papas), por lo que es totalmente un acierto su elección, al margen de comentarios ofensivos que reducen su gloria a una disputa racial, la misma que han criticado, llamándolo “viejo blanco”.  Sin duda tienen que verla, pues en este ciclo de la vida, donde en muchas ocasiones nuestros padres pasan a depender de sus hijos, no es fácil tomar la decisión de deslindarse y dejar en manos de expertos sus vidas. Aunque no haya ganado la mejor película es el premio que en mi caso valió la pena esperar mientras soportaba 3 horas y 15 minutos de la horrorosa transmisión. Para esta ocasión mejor el Zoom.

Otros ganadores

Quizás el afán de los miembros de la Academia por brindar un destello de sus mejores épocas en un escenario tan inusual como una estación de tren, siguiendo todos los protocolos habidos y por haber y contratar al mismo Steven Sodenbergh (director de Traffic y Contagio) en la producción general, esperaban garantizar una ceremonia emotiva, ágil por el cambio en el orden de los reconocimientos, así como en la limitación de shows o cortos de las películas. Pero el efecto conseguido fue el contrario, junto a un creciente descontento de un sector de la crítica que catalogaba este año como el triunfo de películas de streaming mayoritariamente aburridas.

Desde luego, no voy a discutir la sacada de pecho de plataformas como Netflix o Amazon. Le han dado la vuelta al negocio y la pandemia confirmó esa sensación que ya no es ajena con el continuo postergamiento de ‘blockbusters’ de gran formato, mientras asomaban tímidamente estas películas en sus catálogos. Lo de ‘aburridas’ ya es problema de cada quien. Mi top siempre fue The Father, Sounds of Metal y Promising Young Woman. Nomadland es una película con trampa, por lo que su esperado triunfo no lo sentí con la misma emoción que con las primeras tres.

En el caso de Sounds of Metal debo admitir mi identificación con el drama de perder la audición. Nací con una pérdida auditiva total en el oído izquierdo, por lo que cuando sufro de gripas o se me tapa el oído sano el sufrimiento es máximo, tal cual lo plantean los primeros minutos de la película de Darius Marder. Ubicada en el contexto del rock, con un personaje ex adicto, acostumbrado a hacer su vida como le parece y codependiente emocional, pues ya tenemos un caso de ‘pez fuera del agua’ que se resiste a aceptar su nueva condición. Esta película se toma el trabajo de ubicarnos en ambos lados de la situación, por lo que el diseño de sonido cumple un papel fundamental para convencernos del trabajo que le costará a Ruben (Riz Ahmed) por adaptarse a esa realidad. La visión de la comunidad a la que llega es importante de rescatar, porque no es usual que en el cine la discapacidad auditiva tenga ese despliegue, y al final consigue que empaticemos con ella. Sus vidas no se detienen en ver su condición médica como un problema, sino que encuentran la manera de ser funcionales y relacionarse entre sí y con el mundo que les rodea, sea que tenga solución o no el origen de la misma. Paul Raci, como el mentor, es de las mejores elecciones de casting que he visto para un personaje de esas características. Al menos sus premios técnicos por edición y sonido son más que merecidos.

Saltando a Promising Young Woman, su guion era un salto al vacío, que incluso algún acucioso observador (Horror Losers) notó ciertos paralelismos con la película de 1999 Carrie 2: The Rage. Como en el cine los plagios se funden en una maraña de interpretaciones, quedémonos con la versión de que son dos películas inspiradas en la misma anécdota de una mujer que quiere poner todo en su sitio, una ‘badass’ como se suele denominar a personajes con sed de venganza y capaces de toda clase de tropelías. A muchos les desconcertó el cambio de géneros de drama a comedia rosa (chick-flick) y su deriva en una mezcla de suspenso con humor negro, sin perder su reclamo a la situación de la mujer en la era del ‘Me Too’. Y es que la primera escena es potente ¿Qué harías si ves a una mujer muy guapa, sola y pasada de tragos en una discoteca? La conexión es instantánea con los tiempos que corren, Emerald Fennell sabía a dónde quería llevarlo, por lo que el premio al guion original tiene fundamento. Carey Mulligan es una actriz con muchos registros dramáticos, pero espero que obtenga el galardón por otro tipo de rol. Su papel me evocó el de la ganadora Frances McDormand en Three Billboards Outside Ebbing, Missouri y premiar en esa dirección creo que no era conveniente.

Nomadland puede verse como una postal de los tiempos actuales o como una curiosa manipulación acerca del capitalismo como juez y parte. El ‘no tener casa’ como decisión, pero trabajar en grandes corporaciones como Amazon para sobrevivir un tiempo o el ‘hogar’ con vagabundos vs el ‘hogar’ como Dios manda me chirrió un poco en esa visión hedonista del vivir en la carretera de aquí para allá, evitando involucrarse de más. Y el atormentado rostro de Fern (McDormand) es más el reflejo de una mujer que vive aferrada al recuerdo de su esposo muerto. Ese ‘antisistema’ que parecía vender la historia me chocaba con alusiones al emporio mediático de Disney (las marquesinas con The Avengers parecían inevitables en el montaje final).  Esa clase de elementos me evitaron comprometerme más con las decisiones de su protagonista, rodeada de un grupo de viajantes como ella, con cierta camaradería, pero no exagerada, como si ser errante excluyera cualquier signo de debilidad. El recurso de los actores naturales no fue decisivo en el relato, fueron más circunstanciales, por lo que en su conjunto considero que el drama personal era más interesante que el contexto mostrado, casi irrelevante para la intención de destacar el sin sentido del presente de Fern, en vez de un mensaje más contestatario.

Mank, la cinta con más nominaciones de esta edición, ha sido juzgada como un hito en la filmografía de David Fincher, pero también como un auténtico bodrio. Quizá la naturaleza personal del proyecto, al ser una idea original de su padre, exigía cierta composición estilística y argumental no exenta de grandilocuencia, pero tampoco es una banalidad. Sus acabados técnicos por los cuales ganó (fotografía y diseño de producción) no son despreciables en absoluto. A la Academia le fascinan las historias monocromáticas, por lo que no es un despropósito su reconocimiento, pero donde sentí mayores barreras fue entre la historia y la audiencia. Ciudadano Kane no ha cedido su sitial como obra paradigmática de la cinematografía, así que contar sus entresijos debería alimentar la curiosidad a niveles insanos. Tal vez la enorme distancia de la obra con el público actual o una pretendida exigencia intelectual al centrar el foco en su guionista acabaron por reducir el trasfondo a una anécdota con pocas implicaciones. Uno pensaría que tacharon de ‘embeleco’ al empeño de Fincher por contarla.

Volviendo a la ceremonia, pues queda claro el lugar de Disney con sus animaciones. Soul no decepcionó a la crítica a pesar de cierta indiferencia por el público infantil (y sus padres). Tengo una deuda con Another Round, la ganadora a mejor película extranjera, que bien puede ser el momento más emotivo de la gala, con la dedicatoria de Thomas Vintenberg a su hija fallecida. Y pues uno le hace fuerza a lo que conoce, por eso dolieron las derrotas de Laura Pausini en Mejor Canción Original y la de El Agente Topo en Mejor Documental.

Como lo he recalcado en los últimos años, que el cine amplíe sus horizontes será bienvenido, pero no se puede caer en el extremo de considerar criterio de calidad el que trabajen más mujeres, indígenas, gays o afrodescendientes. Las cuotas desvían el interés tanto para las películas más disparatadas como las que se toman bastante en serio a sí mismas. Sea ‘arte’ o mero entretenimiento, la calidad sobresaldrá por una suma de factores en la que la composición del equipo de trabajo no debe ser necesariamente norma, sino el resultado final, que espera dejar un mensaje claro y complacer a espectadores como a críticos. Por eso, aunque el balance de ayer me deja algo de satisfacción, también me preocupa por lo que implica para el negocio (que siempre será, no vamos a negarlo) exigencias que pondrán a correr a todos como si se les fuera la vida en ello. Veremos este año qué predominará en este medio camino entre la apertura y el confinamiento.

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