Parece que los grandes directores se encuentran en una fase de “hagamos nuestra última gran película”, en la que pretenden reunir todas sus obsesiones, estilo y posiciones sobre los temas que abordan, como si se sintieran obligados a cerrar un círculo artístico que configure su legado para la posteridad.
Si les pareció que Martin Scorcese firmaba su testamento con “El Irlandés” (asunto que no es cierto pues ya está de nuevo tras la cámara con “Killers of the Flowers Moon”) con Ridley Scott nos encontramos ante un fenómeno similar. El director inglés sí que se acerca a ese proceso de “cerrar el círculo”, pues no resulta coincidencia que “El Último Duelo” se vea como un colofón de su obra, iniciada en 1977 con su ópera prima “Los Duelistas”. Ambas historias proceden de una fuente literaria, usan Francia como escenario de los hechos y abordan el honor masculino que busca resarcir algún tipo de daño al mismo a través de la bárbara práctica del duelo, convirtiéndose así en comunes denominadores de un trasfondo que hoy en día se puede resumir en una expresión que escuché en la serie Sucesión de HBO en su capítulo piloto, ese pensamiento de concebir los negocios como un asunto de ver quién tiene el pene más grande.
Pues bien, con todo ese asunto de las espadas (o las armas de fuego, no importa cuál) cobra sentido traer el discurso de la masculinidad tóxica, justificada en este caso por el contexto histórico en el que se desenvuelven: periodos de guerras, el acabar al enemigo en nombre de algún soberano, las amistades sostenidas por los frágiles vínculos del alcohol y las orgías o la necesidad de formar un hogar con el único propósito de perpetuar un apellido encumbrado por toda clase de hazañas. El poder del varón cimentado en cicatrices de combate, extensiones de terreno y fastuosas propiedades que acabarán siendo insuficientes para la hambrienta vanidad que trae consigo la gloria.
En la nueva película de Scott, protagonizada por Jodie Comer, Matt Damon y Adam Driver, el giro que toma es el de presentar un relato desde tres puntos de vista. Basada en el libro The Last Duel: A True Story of Trial de Combat in Medieval France de Eric Jager, la estructura de la película daba la impresión de poner al público a favor de una verdad sobre lo sucedido con Marguerite de Carrouges. Conforme la película avanza y es el turno de conocer los hechos con la mirada de ella, ya no se requiere ningún esfuerzo para deducir lo ocurrido: es su versión la que domina el panorama y deja mal paradas tanto la versión condescendiente de su esposo Jean como la cínica que presenta Jacques Le Gris.
En el tema del abuso sexual las mujeres suelen llevar la peor parte (son las que terminan callando, protegiendo al agresor, sufriendo el escarnio público o simplemente muertas), la película nos trae una vez más evidencia de que desde tiempos inmemoriales la suerte de las mujeres ha estado sometida a la veleidad de los hombres. No obstante, al difundirse en la época del Me Too, donde las reivindicaciones de derechos de las mujeres están vinculadas a la comisión de ese terrible delito, siempre queda la duda de la honesta intención de su director de aportar un testimonio relevante sobre esa lucha o si solo se trató de subirse al tren de la conversación con una producción elegante en espera de causar algún tipo de golpe de opinión.
Como sea, no se puede criticar su puesta en escena, sobria, que exige a su reparto algo más de lo habitual, con una dirección de arte envidiable. Creo que Comer es la mejor librada, dado que es la protagonista del suceso en todas las versiones, entregando lo propio bien sea como una mujer insatisfecha, libidinosa o víctima de las circunstancias, lo cual bien podría conducirla a una nominación a los premios de la industria. El momento del duelo es el clímax más intenso que haya vivido en una película reciente y tiene la violencia gráfica sin contemplaciones que ya es característica de Scott.
No se dejen engañar por la fría recepción de su estreno. “El Último Duelo” es un deleite, que bien puede sellar la trayectoria de un director intenso. Aún nos falta conocer su “House of Gucci”, en el que vuelve a confiar en Adam Driver, pero para mí esta cinta me deja satisfecho. No sé si necesito ver algo más de ciencia ficción o dramas contemporáneos, pero en cuanto a historias de época Scott ya se puede dar por bien servido.
@juanchoparada