¿Qué no hay papeles para actrices y actores afrodescendientes? ¿O no hay suficientes personajes históricos de esa minoría con una historia propia para contar? El calor de la discusión levantado por el anuncio de la serie “Ana Bolena”, de HBO Max, solo ha servido para despellejar tanto los prejuicios raciales que están lejos de desaparecer como por avivar las especulaciones de los límites permitidos entre el arte y la realidad, apeándose en la corrección moral para restituir forzadamente un lugar que no sabemos si la comunidad afrodescendiente reclama que se haga de esa manera, claro, con la consabida publicidad del caso.
Por el momento, yo le daría oportunidad a la serie viéndola como una «reimaginación histórica» (ni siquiera imaginar), para salvar discusiones sobre el rigor con los hechos y los personajes. Si al final, su destino es similar de acuerdo a lo que conocemos de ella ¿qué más da quien la interprete? ¿O es que presentará una versión más progresista de su influencia en la corona? ¿Resultará tan desconcertante como aquella Hermione teatral que alborotó el avispero en aquella adapatación de Harry Potter? No se pueden comparar, salvo que consideremos a esta serie tan rebosante de ficción como las aventuras del mago preferido por todos.
Cuando uno vive en una burbuja parecía insólito conocer a alguien de un color de piel diferente. Nadie le hablaba a uno de ello. La diversidad estaba relegada a los reversos de los cuadernos de Norma (Vaya ejemplo. Un cuaderno marrón con hojas amarillas donde se consignaban los derechos de los niños en el reverso, pero si te veían uno era sinónimo de pobreza). }
En los colegios públicos donde permanecí, nunca estudié con niños o niñas afrodescendientes. Las pocas referencias que tenía de su existencia se restringían a las victorias de Rambo (blanco) sobre Apollo Creed (negro), los cientos de noticias y series donde fungían principalmente como delincuentes, el pequeño lastimero con baja autoestima de Cirilo, menospreciado por la odiosa María Joaquina en la telenovela mexicana “Carrusel”, o la infundada percepción adulta de que eran personas desordenadas, conflictivas y bulliciosas. Nuestro sistema educativo fue -y aún es- un fracaso en ese sentido: se encargó de cultivar un racismo acomodado que solo se podía combatir con un baño de realidad. Poco a poco esa percepción fue cambiando en la vida universitaria. Y el primer gran golpe de ella fue la masacre de Bojayá. Ese punto de inflexión dejó caer por completo el velo ante la crudeza de su existencia en nuestro país. El Chocó dejó de ser una de las piezas más grandes en un rompecabezas del mapa de Colombia. Era la realidad pura y dura.
En nuestra televisión y cinematografía latinoamericanas las historias de ficción reservadas para la comunidad afrodescendiente no pasaban de reproducir estereotipos de nanas abnegadas (El Derecho de Nacer), personalidades de santoral (San Martín de Porres), o retratos de la esclavitud en cualquier adaptación histórica que deseen recordar. Cada país puede hacer su autoexamen para revisar dicha representación y quizá encuentren alguna que otra novedad, pero se sorprenderán más con la andanada de lugares comunes sobre esta población.
En Colombia habría que sumarle a lo anterior la imagen costumbrista del negro bacán, dicharachero, o bien, amantes del fútbol de extracción humilde como en la serie “Los Colores de la Fama”, cuando no son soldados de la patria en “Hombres de Honor”. Sus contrapartes femeninas eran retratadas como “hembras” que encendían el deseo sin mayores aspiraciones. En “Azúcar” o “La Potra Zaína” se encuentran tales ejemplos. Algunas eran madres abnegadas que seguían el patrón humilde de la telenovela clásica. Hasta “Betty La Fea”, que introduce al personaje de Mariana como una secretaria con alguno que otro poder adivinatorio. Pero sin duda, el personaje de Adrián Espino en “Luzbel está de Visita”, le otorga un total protagonismo, con poder y conocimientos antes exclusivos de gente blanca, si bien con un aura de maldad que, conforme transcurren los capítulos, vamos confirmando que solo era una fachada. Luego llegaron las bioseries/bionovelas, con castings más o menos acertados pero que reivindicaban el origen de personalidades famosas en la música como el Joe Arroyo, y telenovelas donde la justificación de su presencia la brindaba la región donde transcurría la historia como el Valle del Cauca. En cualquier caso, esa apertura no ha significado una verdadera inclusión.
En ese orden de ideas, ¿estamos dispuestos a aceptar propuestas donde juguemos con las representaciones históricas? ¿Un presidente negro, tal vez? Ah no, eso ya lo hicieron en Estados Unidos en la serie “24”. Y adaptado a nuestra realidad ¿es mucha osadía? ¿O se vería limitado por un tema de audiencias que no toleran ver a minorías étnicas en posiciones de poder?
Mi propuesta para aceptar tanto desmelene creativo es que se cree una categoría de producciones llamadas “reimaginaciones históricas”, aquellos argumentos donde creemos que devolvemos la dignidad a toda la ignominia que han recibido todas las minorías convirtiéndolas en reyes, heroínas, dueños de la verdad y tomadores de decisiones trascendentales. Ya lo hicieron en “Bridgerton” y aparentemente no salió tan mal. Si quieren, pueden convertir a la monarquía inglesa en un imperio de sofisticación de origen africano, con una Lady Di mestiza (como para no jugar con la obviedad). Que la lucha por los derechos en Estados Unidos se convierta en una “lucha blanca”, en donde son ellos los que se ven resignados a ocupar los últimos rincones de un bus.
Quiero pensar que es útil esa manera de reivindicarlos, porque su historia real ha hastiado a la industria, así que resulta más fácil que nos los muestren disfrutando de todos los privilegios que jamás han tenido. Si esa es la apuesta, es lo más mezquino que se les pudo ocurrir por el afán de una representación y un “caer bien” ante la sociedad. No creo que devolvamos siglos de sumisión y humillaciones con fantasías medievales o quinientas películas de superhéroes con diversos tonos de piel. Tampoco es condescendencia. Pero bueno, no soy un productor blanco que quiere lavar culpas milenarias con ese tipo de favores. Así que podemos “reimaginarlos” si queremos como jueces de concursos de imitación, ministros implicados en escándalos de corrupción o millonarios creadores de cuestionables plataformas de redes sociales. Veremos entonces si eso calma nuestras conciencias.
Sabores de Gran Bretaña
Un toque británico en las noches con los mejores platillos de este país es lo que trae el canal El Gourmet para esta temporada pre navideña. El chef James Martin recorrerá todo el Reino Unido para deleitar a los espectadores con lugares fascinantes y preparaciones que despliegan toda la cultura local. Martin, también escritor, visita cada escenario en compañía de algunos amigos y revela junto a ellos los secretos que esconde la comida de mar o el cordero inglés. En Colombia se pueden disfrutar los episodios estreno de lunes a viernes a las 7:00 p.m.
Le tengo fe a…
El documental Get Back que Disney + estrenará el próximo 25 de noviembre en su plataforma. Dirigido por Peter Jackson, parece reunir una serie de grabaciones de valor histórico por consistir en la última vez que se vio a los famosos The Beatles trabajando juntos con relativa armonía. Ya me dirán cuando lo vean.
@juanchoparada