He tenido que digerir con paciencia los primeros episodios del estreno de Prime Video de este mes de septiembre, uno de los más esperados del año. Para empezar, no he seguido la obra de J.R.R Tolkien, el escritor de padres británicos que nació en Sudáfrica, cuya imaginación merece todos los elogios posibles al concebir toda una mitología que ha emocionado a generaciones y que cobró nueva vida con las adaptaciones cinematográficas bajo la dirección de Peter Jackson.

En esa medida, entender la polémica por las decisiones creativas que tomaron los realizadores J.D. Payne y Patrick McKay para la serie que abarca acontecimientos previos a la saga “El Señor de los Anillos” resulta más un simple ejercicio de revisión que una férrea defensa hacia una u otra posición sobre lo que resulta acertado o desafortunado de esta propuesta, desde el punto de vista de alguien ajeno tanto al legado literario como de las películas. Los que nunca se habían acercado a este universo pueden compartir el sentimiento y los que son expertos o fanáticos pueden analizar las coincidencias con su pensamiento sobre esta nueva incursión a los personajes de Tierra Media.

Tolkien desde sus orígenes

Si estoy en una categoría de “iniciado”, la serie “Los Anillos de Poder” despunta como una mesurada introducción a un universo que se expandirá con el paso del tiempo. Ambientada en la llamada Segunda Edad, nos presenta detenidamente diversos territorios, reinos y comunidades que tienen conflictos entre sí, así como la presencia de un ser siniestro, Sauron, que desea corromperlo todo.

Visto así, es una historia que asienta sus bases en la dicotomía entre el bien y el mal, plasmado por Tolkien en lo que se le conoce como legendarium, que dicho sea de paso es muestra de la inagotable imaginación de su autor al recrear un mundo desde su creación con sus continentes, pueblos, periodos históricos y lenguaje. Recordemos que Tolkien fue filólogo, por lo que aplicó sus conocimientos para crear, entre otros, el lenguaje élfico.

El principal desafío de “Los Anillos de Poder” era articular coherentemente la narración en el periodo mencionado frente a los detalles que podían recuperar de algunos apartados que Amazon adquirió por la bicoca de 250 millones de dólares. Dichos documentos incluían “apéndices de ‘El Señor de los Anillos’, 150 páginas de líneas de tiempo, árboles genealógicos y notas”, como menciona el portal Xataka.

La anterior información permite dimensionar el esfuerzo de los creadores de la serie por tomar los hechos representativos que generaran las líneas argumentales centrales y los personajes que podían adaptar, como Elrond y Galadriel, para componer el mejor relato posible, mismo que no puede negar la reproducción de esquemas. Un ejemplo: a falta de hobbits contamos acá con Nori y Poppy de la tribu de los Pelosos, que de cierta manera emulan la dinámica de Frodo y Sam. Estas situaciones son frecuentes cuando se amplía un universo audiovisual, lo importante es que no se abuse de estas fórmulas cuando se abarque otros periodos de tiempo o territorios en donde trascurren sucesos alternos a las historias más conocidas.

El debate de la inclusión

Aquí es donde encuentro el mayor paralelo con otra saga querida por la cultura popular: Star Wars. Si bien no contaba propiamente con una fuente literaria, la inventiva de George Lucas y compañía ha llegado hasta nuestros días con una infinidad de series, películas, historietas y videojuegos, entre otros productos, que han sacado el máximo jugo a su historia. ¿Llegará el mundo de Tolkien a ese nivel?

Por eso trazo la polémica que ha desatado esta precuela de “Los Anillos de Poder” con lo que sucedió hace más de 20 años con la segunda trilogía cinematográfica de Star Wars, que no gozó de los mejores calificativos en su momento. Aunque hoy en día buscan reivindicarla, lo cierto es que para una buena base de fanáticos podría obviarse o pensar que jamás existió.

Solo que ahora se agrega un veneno inesperado: la crítica a la diversidad racial y la preponderancia de personajes femeninos. En este punto la serie camina sobre un puente angosto. Por un lado, no podemos perder de vista el empaque fantástico de la historia. Los herederos de Tolkien no se han visto particularmente molestos con el aspecto físico del elfo Arondir, intepretado por Israel Cruz Córdoba. Quizá sí un poco desconcertados por las decisiones asumidas por la joven Galadriel, interpretada por Morfydd Clark. En esos grises es donde la serie se permite construir personajes que se separan del canon o ahondar en las motivaciones de los más conocidos en sus versiones más jóvenes. Aun así ¿realmente constituyen una traición? Desconozco si Tolkien dejó alguna instrucción precisa sobre la adaptación de su obra, pero creería que no se está revolcando en su tumba, por ahora.

En esa medida, con tres episodios vistos, “Los Anillos de Poder” está verde en cuanto a la evolución de sus personajes. Hay actuaciones correctas, pero es cuestión de darles un compás de espera para ver si terminan de ganarse el cariño del público.

Ahora bien, vivimos en una época caracterizada por la presión que implica darle gusto a todo el mundo, y el entretenimiento no escapa a eso. De esa manera cunde en cada serie o película actual un afán de representación que, en vez de hacerles un favor a las comunidades visibilizadas, en ocasiones causa el efecto contrario y las somete a una injusta mofa. Si los creadores de “Los Anillos de Poder” siguen decididamente ese camino expondrán innecesariamente a la marca a un acoso permanente ejercido por algunos que usarán como bandera la salvaguarda de la herencia de Tolkien.

A mí no me perturbaron las libertades tomadas por el equipo de producción, pero sí creo que la pretendida representación se puede conseguir con un poco más de investigación. Forzar a la trasposición de historias antiguas a los tiempos actuales cambiando razas o géneros es tan mezquino como la misma exhibición de misoginia y racismo de los “haters”. Existe material que les hace más justicia, autores desconocidos que si los adaptan pueden despertar el orgullo por sus raíces por parte de las comunidades negras. Pueden revisar textos de Mia Couto o Birago Diop, que se inspiran en narraciones orales del folclor africano. Y como ellos, miles de ejemplos de creadores que trascienden cuestiones raciales o de género para hacer sentir su voz sin necesitar de la “cultura blanca” para conseguirlo.

Finalmente, creo que es importante mencionar el hecho que “Los Anillos de Poder” debutaran bajo la batuta del español Juan Antonio Bayona. Un proyecto de esta envergadura le fue confiado al mismo director de “El Orfanato” (2007) o “Un monstruo viene a verme” (2016). Si se puso la camiseta con la segunda película de la última trilogía de “Jurassic World”, la confianza puesta en su visión para articular cuidadosamente las expectativas de los fanáticos con el rumbo sugerido por los productores y la preservación del alma de Tolkien fue absoluta, por lo que la puesta en escena de los momentos más luminosos con aquellos impregnados de mayor dramatismo o acción llegan a ser satisfactorios. En suma, el apartado técnico es incuestionable, pero aún falta revisar si es suficiente para sostener la propuesta emprendida por la totalidad de la temporada.

Para los que me leen ¿qué les sorprende de esta serie, “Los Anillos de Poder”

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