Dos de los canales privados colombianos llegaron al cuarto de siglo con una historia marcada por la expectativa, el éxito, las polémicas y su cuestionable adaptación a los nuevos tiempos.

En una etapa de este blog empecé a escribir sobre televisión nacional. El gusto no duró mucho. La cascada de ‘realities’, narcoseries, la línea editorial periodística al vaivén de las ondulaciones políticas y el progresivo abandono de sus orígenes por afianzar su rentabilidad provocaron que perdiera interés en reseñarlos con frecuencia y me libraron del siguiente escalón, el del inevitable fanatismo que no admite equivocaciones y sigue incondicionalmente sin asomo de hartazgo. He retomado el tema desde el año pasado con los posts denominados «Edición Colombia» con una mayor relevancia a contenido local, pero es muy esporádica mi atención por los estrenos de Caracol y RCN.

Me gusta hablar de televisión colombiana porque lo he dicho varias veces en este y otros espacios: antes de 1998 nuestras pantallas ofrecieron momentos inolvidables con los recursos posibles de la época, que alcanzaron a resonar con fuerza en otras latitudes, por lo que los ojos de los grandes mercados se volvieron para descubrir un país más allá del estigma violento y corrupto que nos han endilgado. Que una telenovela fuera una nueva –y a veces mejor- carta de presentación de Colombia ante el mundo se convirtió en el ‘must be’ para cerrar el siglo XX con la promesa de una era que abría las puertas a un sinfín de oportunidades, narrativas, talentos y negocios, por supuesto.

A los canales Caracol y RCN les debemos reconocer su aporte en ese frente: el inicio y la expansión de una gran parte de industria audiovisual de nuestro país surgió en sus dominios, fueron escuela para cientos de directores, actores y actrices, guionistas, camarógrafos, maquillistas, creadores de formatos, periodistas, documentalistas, entre muchas otras profesiones. Han forjado empresa y si aún persisten es básicamente por su tenacidad.

¿Qué celebrar 25 años después?

En el 2023 la realidad es diametralmente opuesta. Como subraya Jaime Arango Duque, periodista de entretenimiento del diario El Colombiano, “no se puede negar y despotricar del aporte de los privados al desarrollo de la industria, son muchas cosas por corregir, obvio, pero el nivel de producción local es bueno”, y en efecto es así. También continúa su relevancia en el recuerdo de los consumidores (top of mind) y mantienen sus señales análogas en el territorio. Sin embargo, en este momento hablar de Caracol y RCN es encender la mecha a un tonel de pólvora.

Así como las redes sociales son vehículo de pasiones, funcionan como tabla de salvación ante el desdén que causan sus informativos o programas estelares, mismos que luchan a muerte por un poco de notoriedad. Hice un breve sondeo en Twitter como para hacerme una idea de su vigencia y más de un 66% de las personas que votaron cree que ninguno de ellos ofrece hoy en día la mejor programación. Un 42% de ellos prefiere no verlos.

Aunque las diversas mediciones de audiencia demuestren que los canales privados aún importan, no han escapado a la tendencia generalizada de la caída de rating. No obstante, los seguidores celebran furibundos que uno u otro programa alcance 10 puntos mientras los demás luchan por no igualar sus resultados con un Boletín del Consumidor, el Minuto de Dios o una emisión del Noticiero del Senado.

En esa red social invité a algunos periodistas, colegas blogueros y opinadores a que comentáramos sobre la evolución de Caracol TV y RCN TV. Para reunir sus aportes y los míos decidí resumir la conversación agrupándola en cinco ejes temáticos.

Inicio del negocio: al respecto, hubo un consenso en afirmar que su primera década fue la de exploración. “Fue la ilusión, el brillo y orgullo a flor de piel”, menciona el creador Javier Romero. Personalmente creo que los canales privados fueron claves en la internacionalización definitiva de la industria audiovisual colombiana y el trampolín de muchas estrellas, hoy consolidadas en campos como la actuación, el periodismo o ámbitos administrativos, entre otros.

Producciones de ficción: Coincidí con el crítico de TV Javier Santamaría en los beneficios que vinieron con las alianzas de coproducción hechas con emporios mediáticos reconocidos (Telemundo, Televisa, etc.), pero a la larga se constituyeron en armas de doble filo. Para Santamaría, dichos acuerdos “aniquilaron la esencia de la telenovela colombiana”. Esa “homogenización” de las historias que incluía la neutralización de los acentos, la indefinición de los universos geográficos y la mezcla de talentos de todo el continente obtuvo resultados dispares y desdibujó la particularidad de nuestros argumentos, con algunas excepciones. Algunos le llamaron la ‘miamización’ de los dramáticos nacionales, si bien se debe reconocer el desarrollo técnico alcanzado

Por otra parte, paralelo al fenómeno ‘narco’, las ‘bioseries’ alcanzaron su cima a finales de la década pasada. Cantantes populares, concejales, políticos, santas, algunos artistas y muchos delincuentes, entre otros más, han desfilado sin contemplaciones entre las libertades creativas y las pocas verdades. Atrás quedaron las telenovelas clásicas y las costumbristas, descontando desde luego alguna que otra producción en tono realista, en las que el matrimonio perdió su aura salvífica y la migración descendió del pedestal de “una promesa de mejor futuro”.

Se acabaron las series, pero adoptamos con torpeza las “temporadas” con una confianza absoluta en su significado económico. Ahora, en los últimos años los canales producen incesantemente para el ‘streaming’, pero son víctimas de la atomización del gusto del público y la fuerte competencia. Entonces nos quedan ‘remakes’, segundas y terceras partes como una extraña manera de confirmar que hasta las mejores historias las podemos forzar a seguir existiendo, con el extraño consuelo de ver a sus protagonistas más avejentados sobreviviendo a la época actual para satisfacer nuestro morbo.

En este escenario la renovación de talento es fundamental. En el apartado de escritores y guionistas, el paso de aquellos cerebros como Bernardo Romero, Martha Bossio o Julio Jiménez a los talleres de escritores fue, en la mayoría de los casos, solo un cambio de forma. Que si los medimos por cantidad de adaptaciones internacionales o rating la lectura sería diferente, pero en mi concepto son más bien escasas las historias del nuevo milenio que han dejado huella. Luego ¿en qué consiste esa renovación creativa? La apertura a nuevos escritores no es un camino de rosas. Al respecto, Javier Santamaría afirma “con solo decir que en los canales privados tienen la manía de apropiarse de buenas historias de libretistas novatos y rotularlas a nombre de libretistas reconocidos, con un beneficio económico bastante desventajoso para el escritor original”, opinión que también comparte Jairo Mendoza, un conocido tuitero de televisión.

Informativos: Sin duda es el talón de Aquiles de ambos canales. Para abreviar, diría que es complejo trabajar bajo una línea editorial notoria pero que no se atreven a confirmar. Sería más transparente si asumieran ese papel. Sucede en Estados Unidos o Europa ¿qué tendría de malo un noticiero de la derecha y uno de la izquierda? Los principios informativos no deberían cambiar. Pero acá se pasan de descarados con el sesgo informativo, el afán de la chiva y el imperio de los clics, las tendencias y los falsos titulares.

Hay periodistas en ambos lados que aún conservan el espíritu de la profesión, pero se opacan con facilidad ante los vaivenes de la coyuntura. Algunos especiales investigativos salvan la quema en medio de la obsesión por los crímenes reales o las entrevistas “candentes” que no pasan de ser solo vitrinazos. ¿Y los temas de país solo interesan en época electoral? En una nación donde pocos leen se requiere brindar más contexto y análisis de lo que sucede, no dos horas de consejos sin mucho fundamento y una de chismes de farándula.

Crisis del negocio: “Creo que una parte de la situación tiene que ver con la crisis mundial del modelo de TV abierta, pues no solo es el caso colombiano.  ¿Para qué tener un canal en abierto? En Colombia esos canales asumieron la difusión de la identidad nacional, es donde nos podemos reconocer”, explica Camilo Calderón, periodista cultural. En ese mismo sentido apunta el docente, investigador y bloguero de esta casa editorial Jerónimo Rivera “Los canales privados van a terminar regresando a su función antes de ser canales como productores de contenidos para terceros, en este caso las plataformas. Es un negocio en el que no asumen riesgos y van a la fija. Sus contenidos propios son cada vez menos vistos”.

Audiencias: Aunque ambos canales han buscado impactar a diversos públicos se han visto obligadas a decantarse por el prime y a esquivar las balas de los horarios matutinos y vespertinos para colar uno que otro contenido que levanta polémica. En esa depuración, la audiencia infantil ha salido perjudicada. Olvidémonos del Club 10 o Bichos Biches, entre otros espacios de inicios del milenio. Es suficiente con emitir enlatados nostálgicos como Los Pitufos o Los Cuentos de los Hermanos Grimm, así como todo un catálogo de películas “directas a video”. La televisión pública se ha echado al hombro esa representación con mejores resultados.

Entre los cambios cabe preguntarse por la eficiencia de las defensorías del televidente que existen en general. ¿Realmente se han producido cambios esenciales gracias a los comentarios de los televidentes? Una figura que debe incrementar su labor siempre y cuando la permanencia de los canales lo admita.

Para ustedes, ¿cuál ha sido el aporte de los canales Caracol y RCN en la televisión colombiana? Sin necesidad de pelear, ¿qué deben tener en cuenta para recuperar algo de audiencia perdida? Como explica en este interesante hilo @LurangelTV, un gran conocedor de la historia de la Televisión, “¿Qué se espera en un futuro ahora que llegaron a un cuarto de siglo los canales RCN y Caracol? ¿Envejecimiento sin remedio? ¿Esperanzas en evolucionar? ¿Competir con plataformas digitales? Lo cierto es que le quedan 5 años y 6 meses para seguir operando como canales.”

Muchas gracias a todos los colaboradores que participaron de la charla vía Twitter. Acá pueden ver la conversación

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