El estreno del tráiler de la película “El Paseo 7” –nuestro Rápido y Furioso de la risa fácil navideña- exacerbó una vez más, casi como religión, la animadversión que produce la colección de lugares comunes tan enquistados en la estrecha visión que tienen muchos realizadores sobre hacer reír en Colombia.
En este espacio no me referiré a esa cansina discusión. Lo que me interesa es dar con el paradero de la comedia colombiana cinematográfica, que empezó a despuntar a finales de la década de 1970 y consolidó algunos clásicos en los estertores del siglo veinte, pero mutó extrañamente a un amasijo de anécdotas con intérpretes provenientes de las redes sociales o el stand-up comedy, cuando no busca reproducir los códigos televisivos en cápsulas de hora y media.
Para ser más directo tengo en la cabeza al inefable Carlos Benjumea, quien intentó acercarse a un personaje de comedia distintivo, al estilo de ‘Cantiflas’ en México o un Jorge Porcel en Argentina, especialmente con “El Taxista Millonario”, dirigida por Gustavo Nieto Roa, que fue un trancazo en los cines entre 1979 y 1980. Un personaje populachero, mujeriego y de corazón noble que arrancó varias sonrisas en aquella época a partir de una premisa explotada hasta la saciedad: el pobre que cambia de condición social de la noche a la mañana. Creo que ese clásico avizoró una manera de hacer rentable la comedia local como parte de la oferta cinematográfica del momento, le perdió el miedo al fracaso y resultó un acierto de proporciones descomunales.
Aunque no llegó a consolidarse esa personalidad de Benjumea, quien se trasladó nuevamente a la pantalla chica en donde también dejó la piel en innumerables personajes, surgió otro filón y es el de las anécdotas inverosímiles que recorren nuestro país. Les hablo de ‘El Embajador de la India’ (1986), dirigida por Mario Ribero (con un olfato impecable para el humor, que lo llevaron a dirigir al mayor éxito de la televisión colombiana, Yo soy Betty la Fea). Todos conocimos la historia de Jaime Flórez, un gañán que encontró la oportunidad de su vida al hacerse pasar por un diplomático de la India y embaucar a los habitantes de Neiva con tamaña treta.
En los noventa, la comedia subió de nivel al traernos la excelsa “La estrategia del Caracol” (Sergio Cabrera, 1993), que combinaba acertadamente drama social con imaginería criolla para evadir las injusticias. Y llegó a terrenos policíacos con la también renombrada “La Gente de la Universal”, de Felipe Aljure (1991) una sucesión de postales bogotanas con dosis de humor negro y crimen.
Las anteriores forman una semblanza del humor que pasaba del simple entretenimiento a experiencias cinematográficas más elaboradas, sin recurrir a ‘gags’ físicos o chistes de pastelazo. De repente el impulso se frenó, las comedias fueron parcas en la agenda mediática durante un tiempo y contagiaron a la televisión, cuya languidez ha tardado mucho más. Hasta que llegó ‘El Paseo’ en la vorágine de producciones ideadas o apoyadas por Dago García a través de su productora y conservando como aliado al Canal Caracol como ventana promocional. La tradición del estreno navideño cada 25 de diciembre se instaló con fuerza y ‘El Paseo’ es en gran medida responsable de la paciencia con que una parte de la población aguarda el plan de pasar el rato en el cine para ver con qué se encuentran.
Unos esgrimen que esta forma de maquinar la comedia como un producto para desconectar sin mayores expectativas es el sostén para financiar proyectos que trajeron reconocimiento al cine nacional como ocurrió con ‘El Abrazo de la Serpiente’ y ‘Pájaros de Verano’. De acuerdo, no vamos a negar esa aportación pues las pretensiones de hacer películas de otro calado no dependen exclusivamente de los fondos que ha brindado el gobierno nacional desde la ley 814 de 2003. No obstante, el hecho es que se coronó una sola fórmula para hacer humor, y muy seguramente otras propuestas que desean ampliar los horizontes se habrán estrellado con respuestas del tipo “a los colombianos les gusta eso y les seguirá gustando”.
Por eso no encuentro ni comedias románticas o de acción, parodias, sátiras… vaya, es que ni comedia juvenil o comedia negra en los últimos 25 años. Es probable que me haya perdido unas o haya sufrido otras tantas que pretendieron serlo, pero lo cierto es que creo también que existe pavor al concebir otra forma de hacer reír. Con la era del streaming quizá aparezca ese nuevo clásico de la comedia colombiana, pero en un contexto tan irritante como el actual preferirán aguantarse las ganas. Si algún valiente logra el propósito estaré atento.
Jelie Aza: el amor como bandera
Con su sencillo promocional llamado “Correr a ti”, Jelie Aza, la cantante de origen venezolano radicada en Colombia desde hace varios años quiere compartir con el mundo la posibilidad de creer en los caminos que terminan uniendo a las personas para hacer un mismo recorrido. Su historia personal es tan fascinante como su voz, la cual explora diversas emociones a la vez que experimenta la fusión de ritmos como la cumbia y el pop para crear una atmósfera cálida que resulte disfrutable. ¿Mencioné que toca varios instrumentos, entre ellos el violín? Sin duda una completa revelación.
El lanzamiento de su primer EP viene con algunos videos musicales, así que aproveché para preguntarle por su experiencia en este mundo artístico contemporáneo tan supeditado a los vaivenes de la tecnología y la opinión de las redes sociales. Durante el 2024 sabrán más de ella, así que por el momento la invitación es a escucharla en este penúltimo capítulo de la temporada 2023 de los podcasts en Radiodistractor.
También pueden buscarla en las diversas plataformas de streaming de audio como Spotify, Deezer, Apple Music, entre otras, o visitarla en sus redes sociales @jelieaza en Instagram.
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