La llamada Meca del cine sí que alberga historias que revelan tanto de su fulgor como de su podredumbre. Casi en la misma época en que ocurren los acontecimientos de la serie ‘Hollywood’ (Ryan Murphy -Netflix, 2020) recuerdo el caso de George Reeves, el malogrado intérprete de Superman en una serie de televisión (que inspiró la película Hollywoodland del 2006)
O el de la sempiterna Elizabeth Short, una aspirante a actriz, cruelmente asesinada, que fue llamada ‘La dalia negra’ y cuyo relato también alimentó películas como ‘Los Ángeles al Desnudo’ (Curtis Hanson, 1997).
Muertes o tragedias envueltas en un halo de misterio, lo cierto es que no sorprenden las conexiones del entretenimiento con negocios turbios, prostitución, mafia o el poder ejercido a través del intercambio de favores sexuales. El cómo se aborden esas historias es lo que marca la diferencia para trazar una historia del espectáculo donde los méritos propios se confunden con el camino fácil, con suerte para unos pocos y mucha mala saña para la mayoría.
Cada obra audiovisual que revise las luces y sombres de la fama en el séptimo arte ofrece una gama de posibilidades que en muchas ocasiones suele acertar al exponer la grandeza y servidumbre del estrellato, “una característica dominante en las películas norteamericanas que en las de cualquier otro país”, como bien lo expresa el crítico de cine Alexander Walker en su obra ‘El estrellato’. Hollywood ha sido una fábrica de mitos que, para bien o para mal, fueron producto de la época en que emergieron y siguieron su camino bien para erigirse como estandartes, caer en la ignominia o simplemente en el olvido.
En esa medida es posible crear la fantasía de que cualquier persona, sin importar raza, género, orientación sexual, religión y demás se abriera paso en la industria para demostrar que el arte es tan incluyente como puede, y que sería una hazaña conseguirlo por encima de la autocensura promovida por el Código Hayes. El asunto es que, en manos de Murphy, la premisa se viene al piso cuando el argumento que sostiene su versión de la historia lo atiborra de anécdotas sin sustancia, eso sí con jóvenes bien parecidos a merced de agentes y directores ‘ñaca ñaca’ que les abren las puertas a un juego que cada uno de ellos decide jugar.
Entonces la puesta en escena y el esfuerzo de ambientación, que por momentos se antoja excesivamente radiante, casi cursi, conforman un relato anodino disfrazado de la incansable frase “lucha por tus sueños”, sin que importe lo que debas hacer para ello. Cierto es que la época de la postguerra motivó a la gente a hacer cosas impensables, no obstante, en la década que sucedió al conflicto bélico surgieron algunas grandes obras como ‘The Best Years of Our Lives’ (William Wyler, 1946) o ‘All The King’s Men’ (Robert Rossen, 1949) entre otras. Si faltaron más posibilidades para introducir directamente temas más controvertidos como la diversidad sexual o el racismo no fue precisamente por falta de voluntad. Y vaya que los creadores de esa época supieron introducirlos veladamente (el caso de Ben-Hur es apasionante en ese sentido).
Le vi más posibilidades a la trama que encarna el actor Jeremy Pope, que interpreta a Archie, un escritor motivado que inicia prostituyéndose con hombres, y cuyas andanzas lo llevan a los brazos del mismísimo Rock Hudson, uno de los casos de auge y caída más sonoros de los galanes prefabricados por el star-system. Si quisiera dar relevancia a una sola historia hubiera dado profundidad a esta y me ahorro dinero en actores y locaciones. Hasta en capítulos.
Estamos en la época de las reivindicaciones. La ficción cumple un papel fundamental en ese proceso de dar a cada uno su lugar. Pero hay que hacerlo con el mínimo de sentido común. El doble rasero que presenta ‘Hollywood’ como miniserie no es muy diferente al de la realidad, así lo presente desde la óptica masculina, donde además parece que los hombres siempre triunfarán elegantemente por partida doble: por simpáticos y fogosos, minimizando otros matices que en la actualidad serían desdeñables.
Ryan Murphy, no abuse de su suerte. Puede pasarle lo del cuento del traje nuevo del emperador. Como dice Walker al final de su libro: “aquellos que creen haberse despojado de los atavíos del estrellato y pasean jactándose de su desnudez, descubren gradualmente que todo lo que han hecho es modificar el corte de un vestido muy viejo. El tiempo lo dirá”.
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@juanchoparada
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