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Con mucho gusto leí hoy el texto de Giovanny Vega apoyando la decisión del gobierno de Colombia de no comparecer más ante la Corte Internacional de Justicia en el caso sobre Nicaragua. El texto de Giovanny es maravilloso, muy bien argumentado y lleno de referencias útiles para entender los problemas de la decisión de la corte el pasado 17 de marzo.

Adicionalmente, siete de los ocho jueces que se opusieron a la decisión de la mayoría (de ocho también pero con el peso adicional del presidente de la corte), anexaron una argumentación muy bien elaborada sobre por qué el fallo de 2012 ya había determinado que no podía sostenerse la petición de Nicaragua de establecer un límite marítimo más allá de las 200 millas náuticas.

Sin embargo, Giovanny llega a dos conclusiones que no comparto. Primero, pide a los académicos una reacción menos “moderada” y nos invita a considerar la decisión de la corte como una “amenaza” para la estabilidad de las relaciones internacionales. Segundo, Giovanny concluye que lo mejor que puede hacer Colombia es dejar de comparecer ante la corte.

Miremos estos dos puntos. El primero es un llamado legítimo, que en vez de descalificar a sus colegas, los invita a sumarse a su posición por medio de una argumentación convincente. Apoyo completamente que se presente este elemento en el debate, y espero que muchos en las universidades colombianas aspiremos a mantener el nivel que Giovanny ha ofrecido. Ojalá, incluso, podamos tener estas conversaciones con académicos de otros países, incluidos los nicaragüenses.

El segundo punto, más sustantivo para el debate, es la conclusión de que lo más conveniente es dejar de comparecer ante la corte. En este punto encuentro que la evidencia aportada por Giovanny, que es excelente, no conduce a la conclusión. Giovanny nos está señalando que la decisión de la corte es cuestionable, y en eso estoy de acuerdo. Cuando yo recomiendo que Colombia vuelva a acercarse a la Haya y cumpla sus compromisos internacionales no estoy diciendo que la decisión de la corte esté libre de críticas desde lo jurídico. Pero Colombia no puede escoger qué sentencias cumplir y cuáles no, como un bandido renegado. Colombia debe regresar a la Haya y seguir argumentando a favor de su derecho a mantener el mar sobre el que ha hecho presencia por 200 años y del que ha generado ingresos y bienestar para su población.

Levantarse de la corte solo porque no nos gusta el fallo es, además, sentar un precedente muy negativo, en donde Colombia acepta los fallos judiciales cuando le conviene. Todos los fallos de las cortes están sujetos a interpretaciones diferentes, y muchos casos controversiales tienen un salvamento de voto muy bien estructurado de importantes juristas que disienten de la interpretación de la mayoría. Eso no hace que la parte afectada pueda dejar de cumplirlos. Colombia no solo debe aceptar sus compromisos internacionales, sino reconocer que siempre habrá la posibilidad de perder cuando se juega bajo las reglas.

Si renegamos de nuestros compromisos legales porque no nos gusta un fallo ahora, ¿cómo podemos mantener la imagen de que Colombia cumple sus contratos?, ¿Cómo podemos firmar un acuerdo de paz que después podríamos incumplir a nuestro antojo?, ¿Cómo podemos mantener la confianza que se requiere para la inversión?

 

Sebastián Bitar

Profesor Asociado

Universidad de los Andes