“Hoy corremos el verdadero riesgo del olvido, de olvidar que Sudáfrica padeció y los sacrificios que con tanta lucha se dieron para garantizar las libertades que gozan los sudafricanos”. Con estas palabras se expresa Nicholas Wolpe, director del museo de Liliesleaf en Johannesburgo, Sudáfrica, con respecto a la importancia de este recinto de paz para su país. Liliesleaf es un lugar donde se vive una experiencia interactiva que lleva a sus visitantes a un viaje desde la lucha y la liberación, hasta la transformación.
Dada la coyuntura actual del proceso de paz entre el Estado colombiano y las FARC, es mucho lo que se ha hablado, propuesto y especulado con respecto al futuro del país, por ejemplo, con el turismo. Todo el tiempo se menciona como el gran beneficiario de una eventual firma de la paz. Por otro lado, se firmó este año un primer contrato para el posconflicto por un valor de $2.3 billones de pesos para la región de Montes de María. Son 270 proyectos, de los cuales son 3 para turismo, con un mínimo de presupuesto, comparado con otros sectores como la minería que tiene 21 grandes proyectos con $163.815 millones de pesos. Es como si se fuera a desarrollar solito, por ósmosis. Es muy cuestionable el modelo de desarrollo esperado para el país con lo que hasta ahora se ha propuesto.
Pero mi interés, más que cuestionar, es brindar alternativas, ¿cómo se puede contribuir al turismo en un escenario de posconflicto? Gracias a una gestión realizada por diferentes personas de la Universidad Externado de Colombia, pude entrar en contacto con el director del museo de Liliesleaf, quien resalta la importancia del rol de este escenario para el mundo, en la preservación de una cultura de derechos humanos y de la creación de este tipo de “espacios de memoria” para inculcar valores, ideales e ideas en el ADN de las personas que han sufrido el conflicto, y para las generaciones futuras que tal vez no lo vivan en la misma magnitud. El museo es, además, un gran atractivo turístico del país sudafricano.
Liliesleaf era una granja donde vivió el expresidente Nelson Mandela antes de ser enviado a prisión por las leyes y opresión del apartheid y donde se reunían diferentes líderes en una lucha directa a favor de la democracia, justicia, libertad e igualdad. Hoy en día, es un museo que personifica las creencias, deseos y aspiraciones y motivaciones de aquellos que lucharon y lo dieron todo por la libertad de su país. Esta lucha tomó vida y lo significó todo, cuando en abril de 1994, se eligió el primer gobierno democrático en Sudáfrica. Hoy en día, esta granja muestra, de manera interactiva, más de 600 horas de grabación de las víctimas y se ha convertido en un desahogo para quienes estuvieron en medio del conflicto por tantos años, además de un ícono de paz para el mundo entero.
Colombia lleva más de un siglo sumida en la violencia y hoy en día, no hay un solo colombiano que, de una manera u otra, más cerca o más lejos, no haya sufrido el conflicto armado. Hoy estamos ante una coyuntura histórica que tendrá imperfecciones, como defectos tiene la cultura política en el país, pero es claro que es una gran oportunidad para hacer las paces en las casas, en los hogares, en las familias y con los vecinos y allegados. Es una oportunidad para el turismo y todo el país necesita de lugares como Liliesleaf, que se convierten en íconos de paz e importantes atractivos turísticos respetuosos con las víctimas de la violencia. Seguramente son muchas las cosas que podemos aprender del país africano y esta es tan sólo una de ellas.