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En mi anterior artículo, resumía la necesidad de analizar algunos temas de fondo, como la pobreza, en medio de los debates que se han dado con la coyuntura actual del posconflicto, en el eventual caso de cerrar y aprobar el Acuerdo de Paz entre el Estado colombiano y las Farc. Me refería, puntualmente, al Índice de Pobreza Multidimensional de la Universidad de Oxford, trabajo liderado por Sabina Askire y James Foster, en el cual se tienen como principales variables de análisis, el ingreso, la salud y la educación. En este artículo, me referiré, en particular, al tema de la salud en Colombia, donde pienso que es un buen momento para aprovechar y reformar el sistema de salud, teniendo en cuenta los dramas que genera para las familias del país.

En mi exposición llegué al tema de pobreza debido a que se ha hablado solamente de los grandes beneficios que traerá el posconflicto gracias al crecimiento económico del país y los ingresos que se generarán desde las zonas rurales a través de economías legales, como, por ejemplo, el turismo. Pero, cuando se aborda el tema de una manera ligera, solamente desde una perspectiva, en este caso la económica, se pueden dejar por fuera temas tan importantes como lo son, la salud y la educación, por poner tan sólo unos ejemplos. Más allá de estar en contra de los debates económicos y de las oportunidades que puedan surgir para algunas personas en el país, mi crítica es más bien un aporte, planteando inquietudes que puedan luego ser abordadas con juicio por el gobierno y los colombianos en general.

Es importante entender que el surgimiento de las guerrillas no se ha dado de manera espontánea, sino que ha sido una manifestación, al menos en un principio, de rechazo a las políticas estatales excluyentes y la falta de presencia del Estado en zonas rurales. Claro, también entiendo que esto sucedió en un principio, por allá en los sesentas y setentas, pero luego se convirtieron en grupos narcotraficantes, secuestradores, etc. La desigualdad y la pobreza son asuntos cruciales para que algún día podamos tener paz, lo digo para ampliar el debate, más allá del plebiscito. Después, seguramente el ELN se ponga a dialogar en serio (no como lo viene haciendo) y el proceso de búsqueda de una paz política continuará, pero el problema de fondo se tiene que tratar también y debe resolverse cuanto antes.

La salud en Colombia está sumida en una profunda crisis y es tal vez uno de los mayores problemas que enfrenta el país. Conversando un día con el Dr. Guillermo Restrepo, exprofesor de medicina de Harvard y exasesor de la Organización Mundial de la Salud, me comentaba que las personas, sobre todo a partir de cierta edad, van al médico porque lo ven como alguien de confianza a quien le pueden hablar, conversar de sus problemas, etc., lo que ayuda a comprender mucho más los contextos y trabajar otros aspectos de la salud mental, antes de que se manifiesten en la salud física. Esto no es posible hacerlo en Colombia bajo el modelo actual.

¿Qué dicen los médicos?

El Dr. Sebastián Cuesta, médico ortopedista y traumatólogo manifiesta su inconformidad con la imposibilidad de establecer una relación médico – paciente, al contar con tan sólo 15 a 20 minutos para hacer una consulta, ¿qué se puede trabajar con la salud de una persona en estas condiciones?, ¿cómo se puede personalizar la salud?, ¿cómo se puede garantizar dignidad y calidad en esta forma? Pero el problema hasta ahora empieza allí. Ahora, ante un sistema disfuncional, si el médico formula mal, puede ser demandado, e incluso, puede terminar en la cárcel. En sus palabras, “la medicina dejó de ser una ayuda para los pacientes y pasó a ser una exigencia de resultados para el médico”. El mismo Dr. Cuesta se refiera a los retrasos en los pagos a los médicos que pueden llegar a un año o incluso más, alegando falta de recursos para pagar. Un negocio donde se lucran las EPS y los hospitales y médicos en crisis.

En la misma línea, el Dr. Felipe Cardona*, manifiesta que los médicos interactúan con aseguradores, prestadores, pacientes e industria farmacéutica en algunas ocasiones. En esas interacciones están constantemente medidos por lo que autorizan, prescriben o remiten a la luz de protocolos de manejo y/o derivación de pacientes a otras especialidades. ¿Qué se puede pedir a médicos que en 15 a 20 minutos debe hacer una historia clínica, realizar un examen físico, consignar la información en un archivo, llenar las ordenes de exámenes o de remisión a una especialidad y prescribir medicamentos si lo requiere el paciente? Porque si un paciente se va sin una receta médica es porque el médico no hizo nada. Por otro lado, empiezan a surgir problemas en este mismo sentido en que los médicos de primer nivel, con los protocolos de manejo actuales, pueden perder cada vez más poder de toma de decisiones y así dejar de ser predominantemente médicos resolutivos a médicos remisores; esto deja como consecuencia que muchos pacientes sean tratados en niveles más complejos de atención cuando pueden ser manejados y controlados aun por niveles primarios de atención. El resultado es la sobredemanda de servicios especializados, muchas veces requiere el traslado del paciente a otras ciudades con la disponibilidad del servicio que se solicita (sea la consulta con el especialista o el examen especializado) y la respectiva sobrecarga financiera derivada de este tipo de modelo de atención en salud.

El mismo Dr. Cardona plantea otro inconveniente, que tiene que ver con la inequidad en los servicios de salud y que se refleja en la distribución geográfica de los profesionales, siendo más específicos en las subespecialidades. Es más que claro que los grandes centros urbanos pueden presentar sobreoferta de médicos que llevan a salarios muy bajos, dejando además, importantes zonas geográficas del país sin un acceso oportuno a servicios especializados en salud. Este problema no sólo se refleja en la disponibilidad de los especialistas sino también a nivel de la realización de exámenes especializados. Alguna vez el ministro de salud manifestó que existían “carteles de especialistas médicos”, y es que viendo los cupos disponibles en ciertas especialidades se puede observar que el número de profesionales subespecialistas lleva a una muy poca oferta, con retrasos en la obtención de citas, y salarios algo menos que exorbitantes.

¿Cuál es la situación de los pacientes?

Si por un lado llueve, por el otro no escampa. En este aparte, podría hacer un listado de los casos que diariamente se sufren en las familias colombianas para ser atendidas por un médico para tratar algún tipo de enfermedad o por situaciones de traumatología. Me quiero referir, por ejemplo, a uno de los municipios más nombrados en el proceso de paz por ser un territorio tradicionalmente ocupado por las FARC y es el caso de la Macarena, en donde estuve conversando recientemente con varias personas sobre este tema de la salud, entre otros factores del desarrollo multidimensional y el turismo en particular. Me comentaron, por ejemplo, el caso de un profesor del colegio que tenía que ir, una y otra vez al médico, para regresar siempre con la misma respuesta, “usted no tiene nada”. Hasta que el señor rector de la institución, el Profesor Isaac Arce, luchó, al verlo tan mal, para que lo atendieran en Villavicencio, donde murió de cáncer una semana después. No hubo una sola persona que sintiera que la salud en el municipio le transmitiera confianza, paz, tranquilidad, es absolutamente indigna y esto sucede en todo el país.

A los que les va mejor, cuentan con una prepagada o plan preferencial, pero, ¿qué pasa en una urgencia? En días pasados mi señora madre sufrió de un percance de salud y tuvo un requerimiento de ambulancia, al perder el sentido por unos minutos. A pesar de contar con un servicio de medicina prepagada que le descuenta, mes a mes, una importante suma de dinero de la pensión de mi padre, la respuesta al llamar una ambulancia fue que se tardaba una hora y media en llegar. Al solicitar un médico domiciliario, manifestaron que no había disponibilidad hasta unas tres o cuatro horas después. No había cómo moverla ni cómo atenderla. El resultado, impotencia total, afortunadamente, en este caso, no fue más grave y poco a poco recuperó el sentido y no pasó a mayores, de lo contrario, habría sido otra víctima del sistema, a pesar de estar en una condición preferencial.

El drama que viven miles de personas en los hospitales, día tras día, es una vergüenza. No puede haber paz si no hay dignidad en la vida humana. No son pocos los casos que se escuchan en la radio o se ven en las noticias, donde los pacientes mueren esperando ser atendidos, o la cantidad de tutelas que se tienen que formular para obtener la prestación de un servicio o una medicina. ¿No debería la salud ser un derecho para todos? Hoy en día los pacientes, médicos y hospitales, son víctimas de un sistema de salud mal diseñado y que tiene que replantearse. Todos, sin importar raza, género, nivel de ingresos, origen, etc., tendríamos que tener el mismo de derecho de contar con servicios de salud de la más alta calidad. Y ni qué se diga de la posibilidad de estudiar medicina, ¿cuánto vale un semestre para quien tiene la vocación y quiere ser médico? Las cifras son verdaderamente astronómicas para el ingreso de una persona promedio en el país. La salud es excluyente por dónde sea que se le mire. En otros países, entiendo que tienen más recursos, pero también cuentan con otros sistemas más eficientes, ser médico no es para cualquiera, pero el que logra pasar todos los filtros, recibe un pago desde que empieza a estudiar, lo que le alcanza para vivir, aparte de que no tiene que pagar por su formación académica.

Según el índice de pobreza multidimensional, somos pobres, además, por el sistema de salud que tenemos. Por eso mi propuesta es que se piense, aprovechando cualquier reforma que venga a propósito del posconflicto, que se trabaje en un replanteamiento del sistema de salud en Colombia, de una vez por todas, para que la dignidad del ser humano sea para todos, no para unos pocos y que el país pueda salir de la pobreza que tanto agobia, no sólo por la falta de ingresos, sino por la educación precaria o bien, como se ha explicado en este artículo, por la falta de un sistema de salud digno y coherente para un país que sueña con vivir en paz.

Espere en el próximo artículo, mi opinión sobre la educación en Colombia, ¿qué opinión tienen ustedes?

*El nombre del Dr. fue cambiado por motivos de seguridad.

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PERFIL
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Maestrando en Pensamiento Complejo de la Multiversidad Mundo Real Edgar Morin en México, Máster en Periodismo de Viajes de la Universidad Autónoma de Barcelona. Especialista en Evaluación y Desarrollo de Proyectos, Economista y profesional en Finanzas y Comercio Internacional de la Universidad del Rosario. Sus líneas de investigación abarcan: Felicidad, Desarrollo y Pobreza, Paz y Posconflicto, Planificación y Gestión del Turismo, Viajes y Turismo.

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3 Comentarios
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  1. La educación y los males de Colombia | Felicidad, desarrollo y turismo

    […] educación no puede ser un bien privado, debe ser un derecho público, como también la salud (Ver salud). Pero, con el ánimo de privatizar todo y de obtener utilidades jugosas para los más ricos, se […]

  2. Buen articulo, lo felicito. Como puede un medico de provincia atender de manera adecuada a un paciente. Si no le pagan desde hace seis meses ? Las eps están millonarias y no trasladan fondos , ni permiten que los médicos receten medicamentos buenos pero costosos. Las administraciones municipales saquean los hospitales y los dejan en la ruina . Nada mas inhumano que el sistema de salud colombiano.

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