Caminando por el Barrio de la Candelaria en Bogotá, entré a uno de mis rincones favoritos, la librería Torre de Babel, la más grande de usados en Colombia con cuatro pisos llenos de libros (cerca de 250.000). Sin saber exactamente qué buscaba, (es un plan que hago hasta encontrar algo fascinante, como en este caso), me encontré con un libro publicado en 1976 en dos ejemplares, escrito por Robert Payne y traducido por Jaime Piñeiro, con todo un recorrido por la vida de Mohandas Karamchand Gandhi, desde su nacimiento, hasta su muerte. Un maravilloso texto que humaniza de la mejor manera a quien muchos elevaron a nivel de Mahatma o a nivel de un ser sagrado y quien llegó a ser un gran líder a nivel mundial, gracias a su mensaje a favor de la «No Violencia» y de la «Verdad», y quien, además, logró la independencia de la India del Imperio Británico. El texto es tan exquisito que, tras leer sus más de 800 páginas y al momento de llegar la muerte de Gandhi, estaba tan inmerso, que no pude evitar derramar un par de lágrimas, queriendo, tal vez, evitar su muerte, casi como cuando leía Crónica de una Muerte Anunciada, guardando las proporciones y la diferencia en el tipo de texto, pero con ese mismo entusiasmo e impotencia que sentí con aquellas letras de García Márquez.
Gandhi nació en una población llamada Porbandar, en la India Británica, en 1869, hijo de un Dewan o Primer Ministro de aquel principado. Rebelde e inquieto desde pequeño, a los tres años ya tenía anécdotas de su carácter particular. Fue elegido por su familia para estudiar derecho en Londres pero su salida del país, aparte de ser increíblemente costosa, fue condenada por los demás miembros y líderes de su casta, por pensar que tendría que tomar vino y comer carne, aparte de otros hechos que iban en contra de su arraigada religión Hindú. A pesar de esto, manteniendo fuertemente sus creencias, logró mantenerse puro y casto, regresó a la India y aceptó un trabajo que lo llevó por muchos años a Sudáfrica, donde se formó y se dio a conocer gracias a su lucha activa por los derechos y la igualdad de la comunidad de la India en el país africano, mediante la resistencia pasiva y la desobediencia civil. Uno de sus textos favoritos fue el de Unto This Last, escrito por John Ruskin hacia 1860 y traducido por Gandhi al Gujarati (su lengua materna) y luego, por él mismo, nuevamente al inglés. De allí sacó y fortaleció sus ideales por la verdad, el bien colectivo y la igualdad, entre otros. Por otro lado, de León Tolstoi sacó y fortaleció sus ideales por la resistencia pacífica y de no cooperación con los británicos y las autoridades injustas, siendo para Gandhi, uno de sus más grandes maestros. «El amor, es el único medio de salvar a la gente de los desastres que sufre», escribía el Conde. De Henry David Thoreau, escritor de Estados Unidos, fundamentó sus ideas con respecto a la desobediencia civil.
Tras muchas reflexiones de Gandhi, en 1909 buscó encontrar cuáles eran las causas de la opresión inglesa sobre la comunidad de la India. Entre sus conclusiones está, por ejemplo, ideas como que «no es pueblo británico el que gobierna a la India, sino la civilización moderna con su ferrocarril, telégrafo, teléfono, etc.». En contra de aquellas nuevas formas de vida social bajo lo que denominó la modernidad, manifestó que, la vida del campesino es la única vía moral y cierta para alcanzar la verdadera felicidad, lejos de los bienes materiales y las riquezas inútiles. Fueron muchos los esfuerzos infructuosos por dialogar con un Gobierno que no aceptaba sus opiniones y que no dejaría de esclavizar a la población India, pero él estaba convencido que sería la resistencia civil, la que acabaría por destruir el Imperio y creó la Granja Tolstoi, como una comunidad que giraba alrededor de sus ideas y filosofía de vida. Allí, intervino en la educación de los jóvenes, sabiendo que había musulmanes, hindúes, cristianos, parsis, pero que más allá de la religión, los ideales de paz debían prevalecer. Así, fue armando una serie de comunidades (ashrams) para promover la enseñanza y la vida espiritual pero, sobre todo, para atacar la pobreza, la desigualdad y el maltrato, a través de la vida digna y moral, y a través de la lucha no violenta y la desobediencia civil.
Ante este movimiento, extraño y débil a los ojos británicos, hubo quienes quisieron demostrar su poderío a través de la violencia mediante el uso de las armas, contra ejércitos de manifestantes desarmados y sin la menor intención de defenderse, pensando que así desanimarían a cualquiera y acabarían con ese absurdo. Sin embargo, entre más violenta la acción y más sólida la respuesta de los no violentos, mayor el repudio internacional y más efectiva la lucha, más aún cuando eran encarcelados los miembros del movimiento. Estas acciones se fueron haciendo más grandes e importantes y Gandhi las denominó Satyagraha, una especie de concepto de búsqueda de la verdad absoluta, lucha pacífica y desobediencia civil que evolucionó durante toda la vida del líder. En un momento se dio cuenta que un ayuno como protesta, era la más grande de todas las manifestaciones Satyagraha, además, era la mejor forma de encontrar la luz o la inspiración divina. Increíblemente y contra todo pronóstico, fue tan efectiva la lucha que logró una negociación relativamente positiva a favor de la población de la India en Sudáfrica, por lo que se convirtió en héroe, aún cuando era poco conocido en su país natal.
Al regresar a la India, ya como un personaje reconocido e influyente, defensor de las tradiciones y cultura más arraigadas del país, se dedicó más que todo a la vida política. Su mensaje de lucha pacífica, se fue haciendo cada vez más fuerte y Payne resume sus ideales tras una matanza salvaje que se vivió en Amritsar, «cuando un gran poder imperial dispara sobre la gente indefensa, con el ánimo de inspirar terror, en ese momento está reconociendo su propia debilidad». Con el tiempo fue congregando más y más seguidores y se fue convirtiendo en un símbolo, reconocido a donde fuera que pusiese un pie. Entendió que la mejor forma de vestirse era con su pecho desnudo y tan solo algunas prendas blancas para taparse, generando empatía con los más pobres y con el campesinado de su país. Cabe destacar que la resistencia pacífica que Gandhi lideraba tuvo muchas malas interpretaciones, incluso de manera violenta por parte de algunos sectores a los que les caló su mensaje de no cooperación con el imperio, pero no con la forma de afrontarla. Ante esto, decía «Ansío demostrar a mis compatriotas que la no cooperación violenta multiplica el mal, y que como el mal sólo puede sostenerse por la violencia, la retirada de ayuda al mal requiere una total y absoluta abstención de la violencia». Siempre sacaba tiempo para tejer en el torno de hilar, una tradición muy de la India y que para él representaba la libertad, «estoy completamente seguro que con cada hebra que enlazo, estoy tejiendo el futuro de la India». Los símbolos se convirtieron en la forma más fácil de enseñar y de llevar su mensaje a toda la población.
Entre las cosas que me dejó Gandhi como aprendizaje tras leer sus páginas, fue un poema que se tradujo del Gujarati y que él leía cuando se sentía perdido y que me parece muy apropiado:
«Ya te sientas fatigado o no, ¡oh hombre!, no descanses, No ceses en tu lucha solitaria. Sigue adelante y no descanses. Caminarás por senderos confusos y enmarañados, Y sólo salvarás unas cuantas vidas tristes, ¡Oh, hombre, no pierdas la fe, no descanses! Tu propia vida se agotará y anulará, Y habrá crecientes peligros en la jornada. ¡Oh, hombre!, soporta todas estas cargas, no descanses. Salta sobre tus dificultades aunque sean más altas que montañas. Y aunque más allá solo haya campos secos y desnudos, ¡Oh hombre!, no descanses hasta llegar a esos campos. El mundo se oscurecerá y tú verterás luz sobre él, Y disiparás las tinieblas. ¡Oh hombre!, aunque la vida se aleje de ti, no descanses. ¡Oh, hombre, no descanses! Procura descanso a los demás».
Al final, Gandhi logró, a pesar de muchísimas dificultades, errores y circunstancias desafortunadas, la independencia de la India, nunca de la forma que lo soñó, toda vez que buena parte del pueblo musulmán se independizó también en lo que hoy es Pakistán, y que se desató una guerra civil hasta que logró calmar los humos con su ayuno. En fin, leer acerca de la vida de Gandhi, en estos tiempos de incertidumbre, de violencia, de matanzas, de amenazas nucleares, de situaciones familiares mal manejadas, etc., es un buen ejercicio para pensar en cómo debemos encarar la vida diaria. Muchas veces pensamos que no podemos hacer nada por la paz del mundo. Tal vez esa sea la primera razón para no hacer nada. Pero, en realidad, cada acción es poderosa, cada esfuerzo que hagamos en la cotidianidad para reducir la violencia, la pobreza y la desigualdad y por la búsqueda de la verdad, estaremos contribuyendo a la paz de nuestra sociedad, de nuestra ciudad, de nuestro país, de nuestro planeta. Pequeñas acciones transformarán el planeta en uno más tolerante, más viable. Todo acto violento solamente atraerá más violencia. Todo hecho cargado de odio recibirá una carga aún más grande de odio. La solución no es esa, la lucha no es sinónimo de guerra, es sinónimo de paz, pero debe hacerse como los Satyagrahis, como la más grande enseñanza de un gran líder revolucionario que derrotó al Imperio Inglés, a punta de actos de resistencia pacífica y de ayunos. ¡Qué vive el legado de Gandhi! ¡Qué viva la paz! ¡Arriba las luchas pacíficas, la verdad y la justicia!