En días pasados, recibí invitación para participar en San Rafael Antioquia, un municipio que colinda con Guatapé y lleno de naturaleza, como moderador de un foro en el marco del VI Seminario Turismo que Transforma, organizado por la Red Local de Turismo. La Red fue creada como respuesta a los impactos generados por las malas prácticas ligadas con el desarrollo turístico en la región en municipio del Oriente Antioqueño y, con el tiempo, se ha convertido en uno de los actores más importantes e influyentes del sector. Este espacio resultó en un debate muy importante para la realidad del país pues el turismo toma más fuerza como alternativa económica y es difícil encontrar un solo municipio en Colombia que no tenga iniciativas turísticas y que no esté esperando de esta dinámica, la solución anhelada a las dificultades históricas que se han tenido en buena parte del país.

La provincia del Oriente de Antioquia, cuya historia reciente está ligada al conflicto armado de Colombia, sufrió un desplazamiento de cerca de un 80% de su población, dejando una pequeña porción de la gente resistiendo y, los demás, a su suerte tratando de evadir la violencia por doquier. La historia de esta región está, además, ligada al agua, pues es una de las mayores fábricas naturales del recurso hídrico y, además, brinda paisajes hermosos como los de la Piedra el Peñol y el Embalse desde Guatapé, íconos turísticos que en otra época, estaban azotados y absorbidos por el conflicto con paramilitares, guerrilleros de FARC y ELN. En ese entonces, pensar en turismo, era un sinsentido y lo único que les permitía subsistir en el territorio, era el auto consumo y la oración.

Con el tiempo, la situación fue menguando en la zona y el Gobierno inició un Plan para el Retorno, pero la situación no era tan fácil. Muchos, ya no querían volver y otros encontraron en el programa una salida, pero las técnicas agropecuarias habían cambiado y las cosas nunca fueron como antes. El municipio de San Rafael vivió esta situación y el proceso se dio lentamente, con alto contenido migratorio. Tras un tiempo de re-acomodo y de capacitación, se les planteó el turismo como posible salida a la miseria pero para ellos, una vez organizados, no había nada más importante que la protección y conservación ambiental. Es así como esta opción dejó de verse como una alternativa de crecimiento económico sustentado en dinámicas masivas y mutó en una opción para vivir en condiciones adecuadas, sostenibles, mientras se reorganizaba la oferta y se garantizaba la conservación.

La Red Local de Turismo de San Rafael, conformada por 22 asociados, surge hacia los años 2010 – 2011, mientras se discutía la formulación del plan local de turismo, cuando un grupo de pobladores del municipio decidieron crear un colectivo dedicado a promover y generar acciones de incidencia política a favor de la adecuada planificación y gestión turística del territorio. A Finales del año 2013, el colectivo obtuvo personería jurídica y se formalizó como asociación sin ánimo de lucro y, desde ese entonces, ha venido trabajando de manera constante en la auto-gestión del territorio a partir de la oferta de actividades turísticas conscientes y responsables.

Este modelo se visibiliza claramente en la Reserva Zafra, en donde Édison, uno de los pocos que resistió el conflicto armado y permaneció en el territorio, y su pareja Lorena, directora de la Red Local de Turismo, han generado una estrategia de generación de ingresos para los habitantes de la vereda basada en la premisa del mínimo de impactos negativos ambientales. 

Actualmente, la Red Local de Turismo de San Rafael cuenta con prestadores de servicios turísticos asociados compuestos por núcleos familiares que ya suman 70 personas que se benefician directamente de esta iniciativa. Hacen parte del grupo 31 mujeres, 15 de las cuales lideran iniciativas de turismo, al igual que jóvenes y niños, que se han ido formando en la protección de su territorio. Otra de las ventajas con las que cuenta esta asociación son el alojamiento rural y los servicios de restaurante, interpretación ambiental del territorio y guianza turística.  

Dentro del Seminario en el que participé con la Red Local de Turismo de San Rafael, tuve la oportunidad de escuchar a Wilmer Marín, investigador del Instituto Humboldt, quien habló de la oportunidad de reducir la pobreza y la desigualdad en el país mediante el turismo. Se trata de todo un reto para el país, y más si se tiene en cuenta la tan repetida frase de este Gobierno, “Turismo como el Nuevo Petróleo”. Leonardo Garavito y Freddy Ochoa, en estudio realizado con la Universidad Externado de Colombia, señalan que, entre el 2001 y el 2013, el sector minero participó entre el 6% y el 8% y generó cerca del 1,1% del empleo; mientras que el turismo, en el mismo período, generó entre 2,6% y 2,8%, pero contribuyó entre el 5,5% y 6% del empleo en el país. De hecho, en un estudio generado en Kenya, lograron establecer que un incremento de 5% en el número de turistas, puede incidir en que 1,83% de la población, cruce la línea de pobreza.

En una reseña publicada recientemente, resumí el trabajo del Profesor Robertico Croes en el que ha investigado por más de diez años la incidencia del turismo sobre la reducción de la pobreza y la desigualdad y sus conclusiones son las siguientes:

“el turismo sí contribuye al crecimiento económico, al desarrollo humano y a reducir la pobreza, pero solamente si le logran mejorar el empleo y las oportunidades de negocios para las comunidades locales de los territorios, aunado a una distribución más adecuada de los impuestos por parte del gobierno central (educación, salud, nutrición, infraestructura). Esto conllevaría a que, dicho crecimiento, reduzca también la desigualdad y cuyos resultados se verán más profundamente en el largo plazo. Adicionalmente a esto, la debilidad en las instituciones, la corrupción, los altos índices de criminalidad, entre otros, impactan sobre los esfuerzos del turismo para reducir la pobreza. Por otro lado, el desarrollo del turismo, siempre y cuando se generen oportunidades claras y de largo plazo para las comunidades, también se traducirá en satisfacción de vida e, incluso, en felicidad para las comunidades vulnerables”.

Estas líneas las escribo desde la Zafra, desde una cabaña hecha en guadua, con vista al río, rodeado de naturaleza. Abajo está mi baño seco, en el que mis desechos se convierten en abono. La comida que me como, además de deliciosa, es producida por campesinos de la zona con prácticas libres de químicos. Aquí no tengo señal de celular, ni tampoco wi-fi (aunque puedo caminar unos 300 metros y me puedo conectar), pero la conexión energética es impresionante. La energía y calidez de la gente es inmejorable. El empoderamiento local es apabullante y no dudo que esta reserva, y los demás socios de la Red Local de Turismo de San Rafael, son un ejemplo para el mundo entero en resiliencia, lucha por la conservación y como generadores de desarrollo desde la actividad turística, de manera tal que sea sostenible y de largo plazo.