Escribo en esta ocasión desde una pausa en el aeropuerto de San Salvador, en medio del trayecto entre Bogotá y Los Ángeles. El comienzo de una peregrinación musical, luego de haber tenido la grata oportunidad de conseguir entradas hace casi seis meses para el festival de Desert Trip, una reunión de los gigantes del Olimpo rockero. El sueño hecho realidad para un devoto del rock.
El encargado de abrir el festival, que tendrá inicio este viernes 14 de octubre será Bob Dylan, un artista que desde hace casi diez años ha conseguido fascinarme con la contundencia y la honestidad de sus letras. Durante la escala en San Salvador leí la noticia de que finalmente Dylan recibió su merecido Nóbel de literatura, luego de una larguísima trayectoria de nominaciones. Y entonces caí en cuenta de que la primera vez que vería a mi compositor favorito sería también su primera presentación como Nóbel de Literatura, una sorpresa que jamás esperé recibir en la vida.
Dylan, a sus 75 años, es consciente de que no es tiempo de jugar a ser un rockero perpetuamente joven. Su edad ha sabido asumirla desde la melancolía y la madurez, inclinándose hacia el jazz en los últimos años. Su característico sonido nasal se ha tornado ronco y rara vez se le ve emocionado en las presentaciones. Y las líneas de sus canciones más famosas las ha ido transformando con el paso del tiempo, cambiando todo el sentido de sus historias. Muchas personas prefieren quedarse con la imagen del Dylan acústico de la década de los sesenta, temiendo decepcionarse con sus actuaciones en vivo.
Para mí, en cambio, ver a Dylan por primera vez en vivo será la ocasión para llevar mi fascinación por su obra a un nuevo nivel. Viajaré tres horas en medio del desierto de California para entender cómo hoy en día interpreta las canciones que escribió hace cincuenta años y a verlo con mis propios ojos; entender que ese ídolo de tantas personas es también un humano capaz de decepcionar o de generar simpatía. Un día que de cualquier forma cambiará mi vida.
Para siempre estaré agradecido por poder hacer parte de la inmensa multitud en el Valle de Coachella. Además de Dylan, tendré la oportunidad de ver a Paul McCartney, los Rolling Stones, Neil Young, Roger Waters y The Who, gigantes del rock cuyas presentaciones más adelante comentaré desde este espacio.
Hay quienes toman con desconcierto que un compositor este año haya sido el ganador del Premio Nóbel de Literatura. Solo me cabe anotar que Dylan antes que ser un cantante es un escritor que canta sus poemas y que le enseñó a varias generaciones la importancia de las letras en la música popular. Un hombre que desde la arena del rock ha combatido contra todas las posibles formas de frivolidad de ese género.
Si usted quiere entender por qué Dylan es el nuevo Nóbel de Literatura, le recomiendo leer las letras de ‘Lily, Rosemary and the Jack of Hearts’ y ‘Chimes of Freedom’. Y escucharlas también.