-Ha dejado claro el gobierno estadounidense la existencia de decenas de prejuicios sobre los latinos, que deben ser suficientes para enterrar el amor no correspondido de Latinoamérica hacia Estados Unidos-

En una de sus más lúcidas entrevistas, que por estos tiempos ha pasado a hacer parte del fenómeno de lo viral en Internet, el genial músico Frank Zappa lanza una de las críticas más fuertes jamás planteadas contra el espíritu de la sociedad norteamericana.

“Nuestro problema como norteamericanos es que culturalmente no significamos nada”, plantea Zappa, argumentando que mientras las sociedades de otros continentes han perdurado por siglos y han mantenido su vigencia histórica a través de su legado cultural, la relevancia global de Estados Unidos solo ha sido determinada por su poder económico y su influencia militar.

Y viene siendo sorprendentemente cierto. Los inmensos vacíos culturales e intelectuales de las últimas décadas señalan como causa principal la profunda influencia del pensamiento norteamericano sobre los proyectos e intereses de los ciudadanos de todo el mundo. Porque es un hecho repetido a lo largo de la historia, que durante los años de dominación de una nación, todos los demás países miran hacia su dirección buscando repetir su ejemplo, incluso si éste resulta nocivo o cuestionable. Rara vez perduran las expresiones culturales y políticas de un poder degradado o entrado en la extinción, pero la moda se mantiene en la medida en que la fuerza permanezca.

Desde nuestra perspectiva, como nación en vía de desarrollo y siempre detrás de los pasos de las potencias del mundo, ha sido evidente que hasta el final de la primera mitad del siglo XX prevalecieron las tendencias imitadoras de los estilos europeos en Colombia. En los últimos sesenta años Estados Unidos ha logrado abrirse paso, en gran parte con la ayuda de la tecnología, para convertir su estilo de vida en un modelo para los colombianos. Pero rara vez los sentimientos de admiración de una nación marginada y pequeña frente a un hegemón global, se ven retribuidos con respeto.

Cada uno de los escalones que permitieron la llegada de Donald Trump al poder en Estados Unidos también le dejaron claro a las culturas de América Latina la poca estima que los estadounidenses sienten hacia ellas. Con el aumento en las deportaciones, las nuevas exigencias para la solicitud de visas y el disparate del muro que quizás jamás llegará a ser construido, está claro que entre los norteamericanos existen decenas de prejuicios sobre los latinos que deben ser suficientes para enterrar el amor no correspondido por Estados Unidos.

¿Por qué seguir rendidos ante los pies de una nación que nos observa con dudas y desdén? Quizás sea este el momento predilecto para dejar de mirar hacia Norteamérica con la tradicional fascinación que ha caracterizado a América Latina desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Que el ocaso por el que pasa Estados Unidos por cuenta de las malas decisiones de los electores sea la oportunidad para recordar que existen más y mejores proyectos de nación en el mundo, más abiertos a la diversidad y más conscientes del papel fundamental de la cultura para el desarrollo de la humanidad.

Si algo ha logrado la dominación norteamericana de las últimas décadas, ha sido convertirse en un destino de viaje y en un centro de producción de contenidos que ha inundado el estilo de vida del mundo. Pero existen muchos más lugares para visitar. Las películas de Hollywood no son las únicas en ser producidas y los museos de arte estadounidenses están lejos de ser los mejores del mundo. Mientras las condiciones de juego impuestas por el presidente Trump sean tan degradantes para nosotros, olvidémonos de Estados Unidos y miremos a otro lado.

Las naciones que han gozado de la hegemonía a nivel mundial y que han descartado los valores humanistas, eligiendo en cambio proyectos que apelan al odio y al escepticismo, usualmente han sido testigos de su propio ocaso. Que el tropiezo contra el proyecto de Trump sea también la ocasión para que América Latina logre consolidar proyectos como región, y que sin necesidad de aislarla del resto del mundo, sí le permitan liberarse de su búsqueda histórica por conseguir una mano fuerte que le ofrezca protección.