Han pasado al menos tres décadas desde el final de la Guerra Fría, pero la esencia de la tensión que la llevó a existir aún se mantiene en pie. Por eso el mundo recibe con pánico el nuevo encontronazo entre Estados Unidos y Rusia, en medio de un pulso que la historia había dado por terminado.
De por sí, la permanente amenaza por un eventual choque entre dos hegemones globales no debe subestimarse, a pesar de que los años de mayor tensión parecieran haber terminado. Porque si en algo ha fallado la disciplina de la diplomacia es en desmontar el antiguo sistema de alianzas internacionales, que a lo largo de la historia ha llevado a que pequeños conflictos locales se transformen incluso en guerras mundiales. Y hoy, tal como ocurrió por esta época hace cien años, la intervención de hegemones globales en enfrentamientos de naciones pequeñas amenaza con elevar la temperatura del ya complicado contexto global.
Pero la situación se convierte aún más inquietante si se tiene en cuenta que desde ambas orillas el poder es ejercido por líderes para quienes la mesura es algo desconocido. Y es que en momentos de crisis es cuando más calculadores deben ser los gobernantes, evitando responder a las agresiones con acciones más fuertes. El ‘ojo por ojo’ puede rápidamente transformar un incidente pequeño en una catastrófica guerra y durante siglos enteros, la disciplina de la diplomacia ha buscado de todas las maneras evitar que los canales para manejar los momentos de mayor tensión sean la furia y la impulsividad.
Pero lo observado durante el corto gobierno de Trump es que es un líder asombrosamente fácil de irritar y sin miedo alguno para tomar medidas radicales en caso de sentirse amenazado. Es inédito en la historia de Estados Unidos que un presidente, tres meses después de haber llegado al poder, despliegue un ataque contra una nación con la que no se encuentra en estado formal de guerra y que, además, cuenta con Rusia como principal aliado. Si de eso es capaz en su tercer mes de gobierno, no sobra preguntarse de qué será capaz más adelante.
Desde ya es seguro que tendrán lugar reacciones de Siria y Rusia, y que seguramente optarán por canales distintos a las mociones de protesta diplomáticas. Y preocupa también la posibilidad de que esta ocasión permita fortalecer la alianza entre ese eje oriental, conformado por Rusia, China y Corea del Norte, en donde los esfuerzos hegemónicos norteamericanos no son recibidos con mucho agrado.
Pero si bien la tensión política entre ambos ejes crece a un ritmo más veloz cada día, la preocupación ciudadana en el mundo entero avanza incluso con mayor agilidad, mientras que el fantasma de una nueva guerra de gran escala vuelve a convertirse en una posibilidad.
Y mientras los titulares de la prensa de todo el mundo dejan en evidencia los excesos y la falta de tacto diplomático de líderes como Putin, Trump, Al-Assad y Kim Jong-Un, crece entre la ciudadanía del planeta entero el sentimiento de impotencia, al observar sin capacidad alguna de lograr cambios, que la vida de todos y el futuro del planeta están en manos de líderes irresponsables e impulsivos.