Hace apenas unos años, viajar al exterior para manifestar desacuerdo frente a las políticas del gobierno era interpretado como un acto de traición a la patria por el mandatario de turno. Pero la vida da muchas vueltas y este fin de semana el expresidente que antes calificaba de “apátridas” a quienes lo criticaban en escenarios internacionales terminó golpeando las puertas del gobierno de Estados Unidos con una carta en la que planteaba sus quejas sobre las decisiones tomadas por el presidente Santos.
La tesis central del apátrida, recurriendo a sus propias palabras, no era otra que el mismo lugar común que hoy en día tantos gobiernos de derecha utilizan para desestimar a sus oponentes: que Colombia va en camino a adoptar un modelo como el venezolano. Como ya se ha vuelto habitual en sus argumentos, el expresidente Uribe abusó de las exageraciones, destilando demagogia y utilizando ese lenguaje peligroso que hoy recibe la etiqueta de ‘posverdad’: en nada cambió su repetitiva tesis de que la justicia y la constitución política quedaron en manos de las Farc. Esto por no mencionar el precario manejo del inglés en la carta enviada al congreso estadounidense, en donde, solo citando un ejemplo, la frase final reza “with all the respect”, que además de denotar una penosa lambonería parece también sacada textualmente del traductor de Google.
Por otro lado, desde su cuenta de Twitter el pasado 14 de abril, el expresidente Andrés Pastrana manifestó su agradecimiento con el presidente Trump por «una muy franca conversación sobre problemas y perspectivas de Colombia» que se habría llevado en su resort en Mar-a-Lago. Los detalles del encuentro varían de acuerdo con las fuentes, algunas incluso señalando que se trató de un saludo en uno de los pasillos del club. Otros han sugerido que durante la reunión informal se encontraba presente el expresidente Uribe, información que el propio expresidente no ha desmentido. Lo cierto es que para el presidente Trump, quien en más de tres meses de gobierno a duras penas ha pronunciado el nombre de Colombia, encontrarse con dos expresidentes colombianos habría significado poca cosa. Si esa información es cierta, los expresidentes Uribe y Pastrana habrían tenido la posibilidad de llegar primero que el propio presidente Santos, quien espera en una larga fila para ser atendido oficialmente por Trump. Y de esa manera habrían podido conseguir lo que se proponían desde un comienzo: contar su versión del proceso de paz antes que el propio gobierno y convencer a Estados Unidos que, contrario a lo que los hechos han demostrado, Colombia avanza hacia el mismo abismo en el que se encuentra Venezuela.
Pero es sabido por muchos que debajo de cuerdas el objetivo del uribismo no es solo liderar una lucha ante todas las instancias internacionales contra el proceso de paz, dentro de los canales diplomáticos y legales. Hubo una carta, a la que el propio presidente Santos llegó a referirse, en la que solicitaban a Estados Unidos suspender el apoyo económico al proceso de paz. Y es ahí donde cualquier argumento pierde validez, pues el uribismo no busca manifestar una oposición limpia, sino crear pánico y desestabilizar al gobierno colombiano, en muchos casos haciendo uso de falsedades.
Es legítimo que las causas políticas busquen apoyo de movimientos con inclinaciones políticas similares en el exterior. Todos los partidos han consolidado alianzas y se han encontrado en foros internacionales con sus pares de otras nacionalidades, siendo esto estratégico para llegar a acuerdos para coordinar esfuerzos y en la definición de agendas comunes. Lo que sí dice mucho es que el uribismo busque establecer una alianza con los republicanos más radicales, los puristas del militarismo que han celebrado la autonomía que Trump les ha devuelto y que están al brinco de irse a una nueva guerra con Corea del Norte. Que luego no se queje el expresidente Uribe cuando lo tilden de guerrerista.
Muchos opositores del proceso de paz han sacado a relucir que Trump los recibió primero que al propio gobierno Santos, lo cual sin duda implica una gigante derrota para la diplomacia colombiana. Pero ignoran que Trump pasará a la historia como una de las mayores vergüenzas en la historia de Estados Unidos y que contar con su apoyo, en vez de ser una ventaja se convertirá en un penoso lastre para cualquier demócrata. La historia tampoco olvidará que dos expresidentes colombianos buscaron acercarse al gobierno de Trump para conspirar y desestabilizar los diálogos de paz, pensando en el único objetivo de retomar el poder en 2018.