Es incalculable el número total de colombianos que luego de estudiar sus carreras en el exterior deciden no regresar al país. Las flojas condiciones laborales en Colombia y los pésimos sueldos que llegan a ganar los recién graduados son factores que llevan a muchos jóvenes a buscar opciones de trabajo en los países donde estudian, antes de considerar la idea de regresar.
Y aunque las historias individuales de jóvenes trabajando en el exterior son buenos ejemplos de éxito y tenacidad, para Colombia cada cerebro fugado significa una nueva derrota, siendo su limitada oferta de oportunidades laborales la razón de la pérdida de nuevas fuentes de conocimiento y liderazgo.
Si bien la Cancillería tiene registro de 26.807 colombianos que viven en el exterior con visas estudiantiles, el número de jóvenes que luego de graduarse deciden quedarse en busca de mejores opciones puede ser considerablemente mayor. Algunos de los destinos más frecuentes de los jóvenes estudiantes son España, Estados Unidos, Canadá, Reino Unido y Francia, según explica la misma fuente.
Se trata, sobre todo, de jóvenes buscando adquirir nuevos conocimientos en algunas de las más destacadas universidades, asumiendo deudas millonarias en muchos casos. Pero el panorama laboral colombiano que espera a los recién graduados es desalentador, a pesar de la reducción en los índices de desempleo durante esta década.
En promedio, un joven profesional recién graduado es contratado por un sueldo cercano al millón ochocientos mil pesos, aunque cada vez son más frecuentes los casos dramáticos de ofertas míseras, que incluso alcanzan a ser de un salario mínimo. De entrada, la pésima remuneración que miles de profesionales colombianos reciben limita las posibilidades de establecer proyectos de vida para el corto y mediano plazo. La compra de vivienda, la inversión y la profundización de los estudios, así como la estabilidad financiera para formar una familia, son cada vez opciones más lejanas para las nuevas generaciones.
Mientras tanto, las condiciones laborales en algunos de los países donde estudian los jóvenes colombianos suelen ser mucho más atractivas, a pesar del reto inmenso que significa conseguir una visa de trabajo. Me cuenta, por ejemplo, un joven colombiano residente en Holanda, que su sueldo en su primer empleo (que en ese país es apenas un salario promedio) es suficiente para sostener todos sus gastos de vida, ahorrar para futuros proyectos, y pagar cómodamente la deuda que adquirió con el Icetex para estudiar su maestría. Además, como empleado en la Unión Europea tiene casi el doble de días vacacionales que los trabajadores colombianos.
Al mismo tiempo Paola, una colombiana que reside desde hace varios años en Noruega, me explica que como recién graduada prefirió trabajar allá como mesera por medio tiempo, siendo mucho mejor el sueldo que el que le ofrecían en Colombia como abogada recién graduada.
Los ejemplos son miles y retratan una misma realidad: la insuficiencia de las condiciones laborales en Colombia para atraer a muchos de sus más calificados profesionales, algunos de ellos educados en destacadas universidades en el exterior. Y aunque la voluntad de servir a su país es un factor común entre ellos, la precariedad en las oportunidades laborales logra ser un desincentivo suficiente para llevarlos a buscar opciones de trabajo en tierras lejanas, aún cuando preferirían volver a Colombia.
Es el momento de llamar la atención del gobierno y del sector privado, de cara a las mediocres condiciones laborales que desperdician los talentos y conocimientos de los jóvenes recién graduados, incluso obligándolos a olvidar su deseo de servir al país.