Tan importante como la elección presidencial de mayo es la votación de este domingo para el Congreso de la República. En gran medida la suerte de las políticas públicas para los próximos cuatro años dependerá de la conformación del Congreso de la República, contrapeso por excelencia del poder presidencial. Pero el panorama no es para nada alentador.
En gran parte porque el Congreso ha sido el punto de encuentro para algunas de las más cuestionables prácticas políticas de la historia colombiana, pasando por la prolongación de algunos congresistas por periodos incluso superiores a los veinte años, así como la conformación de maquinarias clientelistas, la compra de votos y los vínculos con grupos armados ilegales.
Mucho se pronosticó durante las semanas de suspenso en medio de la conformación de las listas al Congreso que este sería, finalmente, un punto de quiebre para las prácticas del clientelismo y que los partidos postularían nuevos nombres en busca de la prometida renovación. Pero ocurrió lo opuesto. Casi todos los partidos avalaron herederos de caciques políticos investigados e incluso condenados. Los hermanos de ‘Ñoño’ Elías y Musa Besaile, la sobrina de Álvaro Ashton, el hijo de Hugo Aguilar, así como los herederos de ‘La Gata’, todos consiguieron un cupo como candidatos y, en la inmensa mayoría de casos, con tranquilidad dan por hecho que serán elegidos parlamentarios para el periodo de 2018-2022.
En la medida en que la elección de la mayoría del Congreso siga atada a prácticas condenables, avaladas por la complicidad de los partidos postulantes, serán muy pocos los cambios a ser observados en el Congreso. Las volteretas a conveniencia, la exigencia de ‘mermelada’ a cambio de votos y la participación en escándalos de corrupción seguirán ocurriendo con idéntica frecuencia mientras las maquinarias sigan logrando el triunfo de candidatos que buscan en el poder el mecanismo para alcanzar con mezquindad los beneficios propios.
Pero también la renovación es posible si los ciudadanos de bien, cansados de las mañas de las más corruptas clases políticas, optan por votar por la transparencia. Porque a pesar de no ser una mayoría entre las largas listas de aspirantes, en casi todas existen nombres que buscan romper con el historial de la corrupción y la ilegalidad. El problema es que se enfrentan de manera asimétrica frente a las sólidas maquinarias y a las millonarias campañas de muchos candidatos, que desde meses atrás tienen sus curules aseguradas.
Es por eso que debemos dar preferencia a los candidatos que deciden hacerse a pulso, lejos de las maquinarias y de la compra de votos; a quienes desde la creatividad y la innovación de sus propuestas logran dar el debate contra quienes con mercados y rifas aseguran sus electores. El nuevo Congreso tendrá la responsabilidad histórica de dar continuidad al proceso de paz, que en su difícil implementación requerirá de paciencia y de iniciativas legislativas que permitan hacerlo más sólido. Y para eso se necesitan congresistas que le den la talla a la historia.
En mi caso, he decidido votar por Angélica Lozano y Juanita Goebertus, dos mujeres valientes y hechas a pulso, que desde la transparencia han dado luchas por la estabilidad del acuerdo de paz y en contra de las prácticas de los corruptos. Hay nombres para todos los gustos en la mayoría de listas. La tarea es, entonces, vencer el escepticismo y hacer uso del voto informado.