Desde que me fui a dar una vuelta por el universo y le bajé a la publicadera, me prometí volver cuando tuviera algo interesante por contar. Y la verdad es que me fui a escribir mi vida, sobre todo la financiera, porque esa es una de las responsabilidades que tenemos los de clase media aspiracional al crecer. Los que me conocen, o en su defecto me leen, saben que llevo unos diez largos años en la más estable de las relaciones que cualquier hombre puede tener, y es el amor a su culebra, o mejor, la atadura a una deuda, para no generar controversias entre Adán y Eva.

Estudié la carrera con crédito educativo del ICETEX, y mal haría yo en hablarles pestes de esta entidad a la que, siendo sinceros, debo agradecerle por creer en mí, en mi codeudor y en mi supuesto talento profesional, pues eso de que le presten plata a uno para «pagarla cuando tenga trabajo» es un voto de confianza bonito de parte del Estado. Lo cierto es que como todo en mi vida, llega un momento de desbaratar pactos, adicionarle un otrosí a los contratos verbales, renunciar a lo cómodo en pos de algo mayor.

Ahora es el Icetex el que me debe.

 

Así es. Esta foto es la constancia de que soy libre financieramente, pero tomarla costó sacrificar varios sueños, renunciar a mecatiármela en cositas, abstenerme de viajar a mi antojo y hasta meter mi vida amorosa al freezer, porque eso de conquistar a una mujer es una fuerte inversión con cara de pasivo fijo que los endeudados generalmente no podemos sostener.

Ahora que soy libre sufro un poco, porque con este logro mueren los chistes referenciados y gran parte de mi material creativo. Ya no habrá tuits repulsivos quejándome de no haber nacido en cuna de oro, ni mucho menos ataques existencialistas por no haber tenido de otra. Pagar las deudas, en parte, es una manera de purificarse y de invertir en un futuro donde no haya grilletes de ninguna clase, es crecer ligeramente, es perder las excusas para no triunfar en la vida, porque ahora el camino ha sido allanado.

Esa catarsis mental parte de aprender a pensar mejor, porque todos heredamos conceptos financieros de nuestra familia, quienes los heredaron de la tradición, y así vivimos pensando que la única forma de conseguir las cosas es pegándose senda endeudada con un banco que después reclamará el favor cobrando lo que no está escrito en intereses. He aprendido que estar endeudado no es deberle plata a alguien, es haber dejado de pagar, que es distinto; y eso nos lleva a ver que sí, vamos a necesitar pedir prestado, pero siempre y cuando tengamos claro el por qué, para qué y hasta cuándo de la deuda, las cosas detonarán mejor.

Pero lo bueno es que como me acostumbré a sacar una parte de los ingresos freelanceros para el Icetex, a lo mejor la disciplina ahorrativa se traduzca en un nuevo ingreso, pro viajes, pro carro, pro familia. Ahora siento que por fin la vida brilla, y como que dan ganas de seguir creyendo en un porvenir distinto, donde en vez de cuotas mensuales y recibos vampirescos, hay alas e ideas para seguir volando. Ya sin deudas, prometo seguir disfrutando la vida, finalmente el excedente por fin se quedará de este lado.