La vida es en sí misma una contradicción. He visto a las grandes mentes de mi generación caer rendidas ante lo que juraron enfrentar y hasta destruir. En el ámbito religioso ha pasado lo mismo. Por ejemplo, existen oxímorones como sectas islámicas para homosexuales, comunidades judías que elaboran recetas kosher para comer cerdo y uno que otro grupo de budistas que caza ballenas.
Sin ser un purista ñoño, o un punkero con fe franquista, debo confesar que no esperé ver -tan pronto- una contradicción tan desfasada como la que trae esta noticia: la llegada del cine porno para cristianos. ¿Es esto una broma pesada? No, resulta que importantes diarios en el mundo -dije importantes, no serios- han publicado la noticia y hasta han aclarado que en el porno cristiano el centro es el amor de pareja, pues las historias transcurren bajo el santo vínculo del matrimonio, y hasta los actores deben cumplir con este requisito.
El porno cristiano pretende que «se entienda al cuerpo como un regalo divino que merece ser tratado bien (…) Los filmes eróticos serán producidos para la educación de los creyentes”. Leo y releo afirmaciones como esta y empiezo a creer que a los mayas se les olvidó acabar el mundo en 2012, y que mientras regresa el próximo apocalipsis requerimos un cambio de consciencia urgente. ¿En qué momento el cristianismo se volvió un nicho publicitario donde el consumo se liga a las creencias?
En primer lugar, trato de reflexionar sobre el origen de la idea: me imagino un grupo de cristianos reprimidos que ante la sensación de culpa propia del pecado cometido, crearon una manera de sentirse en la libertad de caer «como Dios manda». También veo una que otra denominación apoyando la idea, buscando que sus feligreses no se «pierdan» más, les ofrecen liviandades con mentalidad de cabaret, pero cristianas.
Es triste ver cómo cualquier concepto, por perverso que sea, se ablanda si se le suma el adjetivo cristiano: fornicación cristiana, aborto cristiano, adulterio cristiana, y así hasta llegar al porno cristiano, siendo este el adalid de la desfachatez.
-¿Entonces, vamos a ver porno?
-Uy, ¿qué le pasa?
-Pero porno cristiano.
-Ah bueno, si es cristiano sí.
Así las cosas, términos como soft, interracial, amateur y hardcore se verán tiernos. Pero a mí lo que más me cuestiona de este nuevo neorrealismo brasilero es: ¿Se dirán malas palabras? ¿Será un cine bien producido? ¿El argumento tendrá un poco más de lógica que una película porno, donde el repartidor de pizza o el plomero se llevan el protagonismo? Son preguntas que no pienso resolver.
Lo único que me pregunto es ¿Qué pensará Jesús de todo esto? ¿Se sentará a llorar porque su mensaje de amor al prójimo se tomó muy a pecho y muy literal, carnalmente hablando? ¿Orará al cielo la clásica Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen, mientras blanquea los ojos? Yo solo sé que ser cristiano es ser en sí mismo vanguardista, es desencajar con lo que el mainstream propone, es no pretender verse socialmente aceptable y en este caso nunca será aceptar el voyeur como forma de aprendizaje.
Dios inventó la humanidad y también el sexo, ambos con estrecha relación de creación y de placer. Nada más santo que el sexo como para banalizarlo y empaquetarlo industrialmente, ahora con un rótulo de fe. Para esa gracia, quedémonos con las revista y los hubs de porno, y démosle a Cristo lo que es de Cristo, a César lo que es de César, y a John lo que es de John. No sé quién será, pero rima bonito, cosa que se necesita cuando hay un mal final.