La primera vez es generalmente frustrante. Dicen que duele y que del afán no queda sino el cansancio, así que lo mejor es relajarse y disfrutar. Tanta presión produce que los músculos estén tensos, seguramente debido a la altísima carga de ansiedad que le adjudicamos, pues en aras de demostrar que nacimos para disfrutarlo, que tenemos las habilidades requeridas, buscamos a como dé lugar dar la impresión de dominio y control de dicha disciplina.

Nadie olvida esa primera ocasión en que la locura, pasión y entrega hacen su entrada, condenándonos a depender de ellas para siempre y a destapar el cuerpo y el alma buscando conocer lo inexperimentado, donde los corrientazos se mezclan con miedo y placer. Parece la entrada de una fusión literaria entre Arjona y el Marqués de Sade, pero no estamos hablando de la primera vez que ustedes creen, porque hablar de “la pruebita de amor” todavía no es recurso cabañero. Por ahora me refiero a nuestra única y exclusiva facultad de debutantes en lo que nos gusta, en lo que soñamos y queremos hacer. ¿Qué monja no recuerda su primera comunión? ¿Qué arquero no recuerda su primer penal atajado? ¿Qué periodista no recuerda su primera chiva? ¿Qué músico no recuerda su primera canción?

Podríamos enumerar las primeras veces y los comienzos de muchas personas, pero lo interesante es pensar en ejemplos más cercanos, porque son estos los que nos motivan: Si el Tino Asprilla pudo surgir, ¿por qué alguno de nosotros no podría? ¿Qué hay de malo en intentar, sin muchos caballos ni tiros al aire, ser un jugador profesional de fútbol? Si Silvester Stallone pudo ascender de limpiador de jaulas de leones, a actor porno, después a Rocky y luego a actor porno maduro, ¿quiénes somos nosotros para no poder conquistar lo que se nos antoje?

Hemos vivido frustrados es por eso, porque nos cuesta entender que para llegar a la perfección en cualquier técnica se requiere práctica, y ese es precisamente el problema: anhelamos el cinturón negro sin haber hecho el curso de aprendiz, gerenciar sin haber sido practicantes, triunfar sin haber fracasado. No interesa si tenemos facultades de genio en muchas áreas, pues el avance social y cultural nos ha demostrado que el universitario de ahora debe resaltar por su especificidad: antes se buscaban personas generalistas, multitask, que se le midieran a todo; pero la profesionalización y en parte el pensamiento contemporáneo nos han llevado a romper el esquema, a destacar por algo específico y disfrutar de eso.

Todo proceso creativo, por basto que parezca, fue una semilla que germinó con el paso del tiempo. Lo fundamental es encontrar eso, ese objeto de pasión y amor que permite que trabajemos en eso, nos dediquemos con ahínco y dejemos de conformarnos con lo vivido. En resumidas cuentas, la gente está cansada de lo mismo, y por eso necesita una nueva primera vez, que reemplace las anteriores, una que nunca se olvide.

LUIS CARLOS ÁVILA R
@benditoavila