Oscar Angulo, un hombre de origen latino y seguidor del Hare Krishna, conoció a una extranjera en Suramérica, Susanne, durante una expedición. Se fueron a vivir a Nueva York y tuvieron 7 hijos- uno de ellos mujer- a los que les pusieron nombres en sánscrito.
Bhagavan, Govinda, Jagadisa, Krsna, Mukunda, Narayana y Visnu Angulo crecieron encerrados en un apartamento pequeño ubicado en el Lower East Side de Manhattan, alejados de la sociedad por decisión de su padre. Su madre les dictaba clases en el hogar, y pasaban el tiempo viendo películas- como Pulp Fiction, Reservoir Dogs y The Dark Night- y actuándolas con disfraces improvisados que hacían con objetos que encontraban en su vivienda.
El líder de la familia los aisló de la sociedad con el objetivo de protegerlos de los peligros que hay en las calles, como la inseguridad y las drogas, y hacer posible que construyeran su propia identidad, sin influencia de alguna religión o filosofía. Para ello, les prohibió salir del apartamento- era el único que tenía llaves- y en pocas oportunidades pudieron abandonar el hogar: durante un año salieron 9 veces, mientras que en otro, nunca.
Pero un día, en el 2010, las cosas cambiaron cuando Mukunda, de 15 años, agobiado por esta situación, salió sin permiso a Nueva York con una máscara que cubría su cara -basada en el personaje de las películas de Halloween Michael Myers-, según The Guardian, y recorrió varios establecimientos hasta que fue detenido por las autoridades. Después, fue llevado a un hospital, le ordenaron asistir a sesiones con un terapista, y volvió a su casa.
La aventura de este joven dio pie para que él y sus hermanos quisieran explorar cada vez más la sociedad en conjunto, como una manada, y salieran a la ciudad, lo que iba en contra de los deseos de su padre.
Hasta aquí este relato parece sacado de la ficción. Sin embargo, es una increíble historia de la vida real contada en el documental ‘The Wolfpack’, de la directora Crystal Moselle, estrenado en julio del año pasado en Estados Unidos, según IMDB, y exhibido durante todo el mes de enero en Bogotá, en Cine Tonalá. (Si les interesa verlo deben ser recursivos).
El documental es fascinante porque muestra un estilo de vida impactante que uno creería que es irreal o solo podría existir en una película- el aislamiento total de una familia y cómo la mayoría de sus miembros conocen el mundo únicamente a través de las películas-, y se vuelve emocionante cuando los hijos se rebelan de su padre saliendo al exterior a experimentar planes de la cotidianidad como ir al parque, a la playa y al cine. De esta forma empiezan a vivir su vida a su manera y a ser libres y autónomos.
El reparto es bueno, ya que está compuesto por personas que nos cuentan con sinceridad sus propias vidas, llenas de frustraciones y alegrías, como la de cualquier ser humano. Además, los hijos de la familia Angulo son llamativos visualmente porque tienen el pelo demasiado largo- al estilo ‘virgen de pueblo’-, se visten igual o de manera similar en diversas ocasiones y su apariencia física revela una mezcla de rasgos latinos y estadounidenses.
La estética es regular debido a que es sencilla: está conformada por videos caseros de la infancia y adolescencia de los hijos, de entrevistas realizadas tanto a ellos como a sus padres durante el rodaje del documental, y de grabaciones de los jóvenes divirtiéndose en Nueva York.
El sonido es natural la mayoría del tiempo. El espectador casi que solo escucha los ruidos típicos que tienen lugar en un apartamento. Mientras que la canción ‘Daylight’, de los artistas Peder y Signe Marie Schmidt-Jacobsen, refresca el desarrollo del largometraje con su estilo dramático y a la vez aventurero.
Sin duda, ‘The Wolfpack’ es un documental que recomiendo ver porque relata una historia totalmente fuera de lo común que conmueve por su extrañeza, que evidencia la necesidad del ser humano de ser autónomo e independiente, y que puede llegar a hacer parte del diccionario de cultura general de muchos cinéfilos.