Fui a ver la película, producida por el director de ‘El conjuro’, James Wan, el sábado por la noche. No esperaba mucho de esta, ya que había visto el tráiler y pensé que era una película corriente de ese género, de esas que entretienen más y asustan menos. Pero me equivoqué.
Aunque un poco corta, de 1 hora y 20 minutos, durante toda su exhibición me alteró y me tuvo pegada a la pantalla, queriendo descifrar qué iba a pasar, o deseándoles lo mejor a las víctimas. ¿Cómo lo logró? Con su recurso más importante: las luces. Cada vez que se prendían, uno suspiraba de alivio, pero cuando se apagaban, uno se inquietaba porque en ese momento era que la villana del largometraje, una muerta mechuda, desaliñada y fotosensible, aparecía y atacaba a las personas.
‘Cuando las luces se apagan’ se trata de una familia que se ve afectada por la presencia del espíritu maligno de una mujer. Ella (Diana) está encariñada y obsesionada con la madre (Sophie), y quiere estar con ella a como dé lugar, inclusive, matando a sus seres queridos -asesinó a sus dos esposos y busca hacer lo mismo con sus hijos (Rebecca y Martin)-.
El espíritu es malo, al parecer, porque murió en condiciones injustas: a causa de un experimento al que fue sometido en un centro de salud mental, siendo una niña. Allí conoció a la mujer que acosa en el presente, quien estuvo internada por problemas de depresión. A ella, además, le lava la cabeza y le hace creer que son amigas.
El manejo de las luces es espectacular: se prenden y se apagan indiscriminadamente, lo que ocasiona que el ‘monstruo’ aparezca y desaparezca de manera rápida y a su antojo, y que los nervios del espectador aumenten. Debido a la oscuridad, de este se ven, permanentemente, las greñas y una posición característica de un bicho -en 4 patas-. El no ver su cara sino hasta el final mantiene un suspenso interesante.
Los planos detalle y primeros planos utilizados en diferentes escenas también inquietan al espectador. Los que más me impactaron fueron los que mostraban chapas moviéndose y al niño siendo arrastrado bruscamente.
La escena más terrorífica es una protagonizada por la madre y el niño. Ella, de manera casual y con actitud de psicópata, apaga la luz en la sala de su casa para que a su noche familiar de películas se una el espíritu. En ese momento, uno se siente totalmente identificado con el pequeño, que siente un intenso temor y confusión. Él, valiente a su corta edad, es atacado y huye al apartamento de su hermana -la heroína de la historia, una joven rebelde pero con habilidades detectivescas que, junto con él, enfrenta al espíritu-.
El maquillaje de la principal víctima es excelente. La señora, la mayoría del tiempo, se ve totalmente demacrada, loca y ansiosa por la situación.
También, vale la pena resaltar la musicalización de la película, básicamente sonidos de suspenso, y el único personaje gracioso de esta: un joven enamorado de la hija de la mujer, que busca que ella finalmente le abra su corazón después de meses de salir. Le deja una media en un cajón de su cuarto, para motivarla a que lo deje quedarse a dormir algún día, y la acompaña a la casa de su madre a combatir, con torpeza, al fantasma.
‘Cuando las luces se apagan’ vale la pena ser vista porque con su gran manejo de luces mantiene al espectador inquieto, hasta el punto de que llega a la casa y no quiere estar a oscuras o solo.