Esta semana se conoció el asesinato del enviado del gobierno iraní para la reconstrucción del Líbano, Hassan Chateri por parte de rebeldes sirios. Según el diario francés Le Figaro, Chateri se había presentado como dirigente del Comité Iraní para la Reconstrucción del Líbano. Se presume que dicho comité habría gestionado aportes para la reconstrucción del sur libanés mayoritariamente chiita (rasgo que comparten con la República Islámica de Irán) por unos 155 millones de dólares. Un monto que superaría la ayuda que por cooperación internacional, Washington destina al denominado País del Cedro.
Para algunos analistas como lo cita el diario francés, la muerte de Chateri confirmaría un hecho que ni ha sido negado ni confirmado por Teherán o Damasco: el apoyo del primero al régimen de Al Assad no sólo a través del flujo de millones de dólares, sino por el envío de combatientes sobre el terreno para apoyar al régimen sirio. A su vez, reafirma la importancia de Irán en el sur del Líbano por su apoyo al partido chii Hezbollah.
Tres significados se desprenden del hecho. Primero, no es cierto que la salida de Bashar Al Assad sea conveniente para la estabilidad siria. Aunque se trate de un líder que ha incurrido en graves errores por el uso excesivo de la fuerza, su salida podría desencadenar una guerra civil, aún peor que la que vive actualmente Siria. El Irak post-Hussein, así como la Libia post-Gadafi son un fiel testimonio de esta idea.
Segundo, de haber una exacerbación de la violencia en Siria con el apoyo de occidente a una oposición sobre la cual no se ejerce ningún control, las consecuencias regionales podrían ser fatales. Se debe recordar la fragilidad con la que se ha mantenido la estabilidad en el Líbano luego de varios años de guerra civil (1975-1989). Precisamente, dicho conflicto que cobró la vida de miles de ciudadanos cristianos, musulmanes y ortodoxos, tuvo su origen en la expansión del conflicto árabe israelí desde los territorios ocupados en Palestina hacia el Líbano, por el tránsito de refugiados palestinos.
Por último, al asesinato de Chateri rebate un lugar común al que se apela por estos días. La mejor salida a la crisis siria consiste en debilitar a la administración Al Assad. La solución, por el contrario, requiere que un régimen plural, como requisito indispensable sobre todo para la población mayoritariamente sunita, recupere el monopolio legítimo de la violencia y con límites internacionalmente verificables asegure la estabilidad. El debilitamiento constante con apoyo internacional del régimen solo conduce a propagar un problema cuya envergadura aun se subestima. La indiferencia con la que occidente asumió un hecho de suma gravedad como la muerte de Chateri, lo confirma.