Absurdo es poco para definir el resultado de la votación en el senado estadounidense sobre un proyecto de ley para restringir la compra de armas. El propósito de la iniciativa era exigir antecedentes judiciales de aquellos que quisieran adquirir armas de fuego. A pesar de una mayoría favorable a dicho control, un legislativo testarudo y permeado por ideas anacrónicas, decidió no aprobar tal ley.

De un total de 100 senadores, 41 republicanos y 4 demócratas votaron en contra, impidiendo que se alcanzaran los 60 votos necesarios para su aprobación. La pregunta de Barack Obama acerca de las razones que pueden explicar tal decisión, cuando más del 90% de los ciudadanos se muestra favorable a dicho control, resume la paradoja de la democracia moderna que insiste en la división de poderes y en la participación de diversos sectores en el proceso de toma de decisiones en política.

A pesar de la necesidad de que exista un control sobre la labor ejecutiva que ha inspirado numerosas revoluciones, poco insisten en los límites que deben acompañar las actividades de algunos grupos que por defender intereses privados definen el curso de decisiones públicas. En Estados Unidos dicha realidad es  patente. El cabildeo de grupos de interés promoviendo la auto-defensa de los ciudadanos, es el principal responsable de la votación que ha causado una indignación marcada dentro como fuera del país.

No tiene sentido que un actor que representa a una minoría como la Liga Nacional del Rifle, pueda someter a todo el andamiaje de una de las democracias más consolidadas del mundo.El debate que ha suscitado el tema del control de armas debe sobrepasar esta coyuntura y exige una reflexión sobre la forma como una minoría poderosa puede imponer su voluntad sobre una inmensa mayoría impotente frente a mecanismos, aunque legales, carentes de toda legitimidad.

Por estos días se critica con vehemencia aquellas democracias en el sur del continente, que han aprobado a punta de consultas populares, reformas emblemáticas por la ideología de dichos regímenes. Principalmente en algunos andinos que han tenido el coraje de someter al constituyente primario, normas que en legislativos al servicio de privados no hubiesen sido jamás aprobadas. Estados Unidos es presa hoy de un aparato institucional que vuelve inofensiva la indignación del colectivo, y por encima de todo, favorece al individuo.

Confirmación, de una vez por todas, que esta democracia liberal que algunos ven como perfecta está plagada de contradicciones. Hecho imposible de endilgar a Barack Obama.