Se equivocan quienes ven en la figura de Nicolás Maduro un déspota o un dictador. Tampoco se trata de un dirigente que pueda acercarse siquiera a las capacidades de su antecesor; pero se debe tener en cuenta un detalle cuando se analiza la figura del actual presidente venezolano: Hugo Chávez Frías forjó su talante en tiempos de crisis, y al igual que con Maduro, nadie vaticinaba al comienzo de su carrera un éxito como el que terminó consiguiendo.

No se trata de defender a cualquier precio a la Revolución Bolivariana o al chavismo, sino de recordar que los líderes políticos no demuestran capacidades en abstracto, sino en momentos de crisis y que reviven contra todo pronóstico. Sí, es cierto, Maduro es tosco y precario y se encuentra aún lejos de poseer las capacidades de su antecesor. No obstante, algo juega a su favor: todos pronostican su muerte política en el corto plazo. Situación muy similar a la del Chávez de febrero de 1992 y cuyo desenlace en el exilio, debía significar la clausura de un paréntesis iniciado en dicho año, en la hasta entonces inmaculada democracia venezolana.

Casi todos apuntan a dos imprecisiones con respecto a Maduro, y que desde ya se anuncian como dos de sus activos para defender el curso de la revolución. De un lado, se dice que no tiene suficiente apoyo del chavismo y que las fisuras no tardan en aparecer. Y de otro, se afirma que se trata de un déspota sin convicción democrática, como si Venezuela fuera Bielorrusia y Maduro, Alexander Lukashenko.  Éste sí que es un error común, porque se confunde la precariedad política del mandatario venezolano, matiz inocultable, con la ausencia de coherencia ideológica. Se ignora que si el actual jefe de estado de Venezuela fuera un dictador, la oposición no dispondría de todo un aparato para describir con precisión lo que en estos días ha ocurrido contra ella y que resulta injustificable. Herramientas de las que no dispone la oposición en una dictadura, para la muestra basta observar el caso bielorruso.      

A esta revolución le vienen anunciando su muerte desde hace al menos diez años, sin que asome siquiera un panorama de ese corte. El chavismo se desgasta sin duda, pero aún está muy lejos de su fin. Su trascendencia depende de su carácter democrático, y eso lo sabe Maduro.