De nuevo, El Líbano enfrenta el riesgo de una guerra civil. Este pequeño país del Próximo Oriente, recuerda por estos días uno de los peores y más traumáticos sucesos de su vida, cuando a mediados de los 70 y como consecuencia directa de la tragedia de los palestinos, sectores libaneses se enfrentaron a muerte con un saldo lamentable de aproximadamente 150 000 0 200 0000 muertos, y con heridas aún visibles en la población.

En ese momento, la llegada masiva de palestinos como producto de su diáspora luego de la Guerra de los Seis Días, alteró la vida de miles de libaneses y un segmento del cristianismo maronita, respondió con violencia a la alteración del frágil equilibrio intercomunitario. Ello derivó en injerencias constantes de algunos vecinos, en particular de Israel y de Siria que se sentían en propiedad para incidir en el proceso, e incluso los llevó a ocupaciones millitares. En 1982, esto derivó en el surgimiento del hoy célebre Hezbollah o Partido de Dios, creado  para hacer frente a la presencia israelí, objetivo conseguido en 2000, en lo que significa la victoria militar más importante de la milicia chií.

 

En 1989 a través de los Acuerdos de Taëf se puso fin a la guerra y se reestructuró el Estado libanés. Pero, lo que parecía ser un caso exitoso de democracia por la cohabitación de cristianos maronitas, musulmanes drusos y chiitas, y cristianos ortodoxos, entre otros, hoy vive una situación de violencia como producto de la anunciada regionalización del conflicto sirio. Sí es cierto, las tensiones intercomunitarias no son tan recientes, y en 2005 con la llamada Revolución del Cedro, el  fenómeno precipitado por el asesinato del expremier libanés Rafic Hariri, se evidenciaron fracturas entre un sector chií cercano a Siria y a Hezbollah, y sectores laícos y cristianos que veían con preocupación, el tutelaje sirio que hizo mella en la estabilidad libanesa.

Esta semana la violencia volvió a surgir con un atentado en el sur de Beirut, en una zona de notable influencia de Hezbollah. Se debe recordar la importancia que ha tenido el Partido de Dios en el conflicto sirio, porque en buena medida su participación le ha valido victorias estratégicas a Bashar Al Assad sobre los rebeldes. Basta recordar, la batalla de Qoussair, que le devolvió al régimen la ventaja en la correlación de fuerzas sobre el Ejército Sirio de Liberación. El ataque sería pues, una retaliación de sectores libaneses interesados en la salida de Al Assad del gobierno sirio.

Es gravísimo que de nuevo El Líbano viva por cuenta de la situación externa, una violencia que de aumentar  no sólo afectaría su estabilidad, sino que puede expandirse a otras esferas del mundo árabe. El asunto se puede complicar aún más, si se tiene en cuenta que por estas semanas las tensiones entre sectores conservadores-religiosos y liberales-laicos han cambiado el mapa político de forma evidente en por lo menos Egipto y Marruecos, dos referentes del universo árabe 

La crisis libanesa requiere de una observación constante, porque en ella se juega la estabilidad de una región vital para el globo.